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Cristina González, más conocida en redes como @TomorrowJuana es la autora de El descanso del minotauro. Ilustración de @Setapta.

 

¿Cómo etiquetar el estilo de El descanso del minotauro?

Me han hecho esa pregunta muchas veces y nunca sé muy bien cómo contestarla. Siempre se me viene a la cabeza “realismo mágico”, aunque tengo que reconocer que es una clasificación que me da mucho respeto como amante amantísima que soy de ese género literario. Esa chaqueta me viene grande.

En realidad, si me paro a pensarlo, no es tan complicado. El descanso del minotauro es una novela realista en la que se narran sentimientos, emociones y situaciones que están a la orden del día: perder a un ser querido y afrontar esa pérdida, confundir el amor, superar ciertos miedos que nos persiguen desde siempre y los nuevos que van apareciendo a lo largo de la vida, el amor que llega cuando dejas de esperarlo… Nada que nos resulte ajeno como seres humanos funcionales que somos, son cosas que suceden todos los días. Hasta ahí todo bien, todo correcto. Entonces, ¿por qué me cuesta definirlo? Pues porque a mí me gusta contar las cosas tal y como me las imagino, sin pasar por el filtro que lo racionaliza todo, aunque no se ajuste estrictamente a la realidad. Así que, si mi protagonista siente que un flechazo amoroso que es como una espada que le parte el pecho a la mitad y que, de esa herida, nace una rosa, la rosa del amor, ¿quién soy yo para llevarle la contraria? Por lo tanto, lo narro así, como suena, aunque todas sepamos que no se abre ninguna herida en el esternón cuando nos crusheamos con alguien.

Me llaman mucho la atención ese tipo de representaciones entre lo sobrenatural y lo fantasioso e intento integrarlas en la historia de forma natural, con el propósito de que resulten impactantes y llamativas en lugar de explicar, simplemente, cómo se acelera un corazón cuando ves a la chica que te gusta, cómo se nos seca la garganta y cómo las pupilas se dilatan como si fueran monedas de dos euros. Soy creyente, lo reconozco, de eso que dicen de que, a veces, una imagen vale más que mil palabras. Amén y que las diosas de la literatura me perdonen.

En el resto de novelas que he escrito, esas metáforas, o como queramos llamarlas, también han estado presentes, pero separadas, como trozos aparte claramente diferenciados del tronco argumental. Estaba la historia por un lado y las metáforas por otro. Por eso, cuando empecé a plantearme la trama de El descanso del minotauro (antes de que se llamara El descanso del minotauro), lo único que tenía claro era que quería hacerlo diferente esta vez y probar a mezclar esas imágenes irreales con el resto, experimentar con ellas y ver cómo quedaría que toda la historia estuviera impregnada de ellas. Por ese motivo apareció un personaje como Paula, muy dada a ese tipo de ensoñaciones, con la mente siempre predispuesta a la magia; ella me iba a permitir jugar con esas mentirijillas y ver cómo quedaba ese hilo metafórico entremezclado con todos los demás.

Nunca había pensado antes en el estilo que en lo que quería contar como tal, es la primera vez que el fondo ha sido el que se ha creado alrededor de la forma que pretendía conseguir, pero me apetecía mucho dar un paso más allá en cuanto a mi manera de escribir. A ver si me explico: es como componer una canción escribiendo primero la música y después la letra, que es la que se adapta a la melodía principal, a pesar de que yo siempre lo he hecho al contrario. Creo que, después de El descanso del minotauro, he encontrado la música con la que me siento identificada como escritora, si eso tiene algún sentido, jajaja.

 

 

En definitiva, en El descanso del minotauro he escrito sin mucho decantar, permitiendo que cualquier idea, por peregrina que fuera, entrara dentro de las posibilidades aceptables, sin descartar nada de antemano por parecer ilógico o fuera de lugar. No había opciones buenas o malas, todas fueron puestas sobre la mesa y analizadas, sin juicios previos y con la mente abierta.

Me queda aún mucho por probar, por matizar y por pulir, pero en este “realismo mágico” con muchísimas comillas (no, en serio, muchas) es donde más a gusto me siento desde este lado de la pantalla. Espero que, desde el vuestro, también os sintáis así.

 

Cristina González

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