Zaida Sánchez Terrer es autora de La soledad de las esferas.
¿De dónde saca la inspiración para escribir, sobre qué temas? ¿Alguna manía? ¿Tendrá síndrome de la impostora? Conoce un poco mejor a Zaida a través de las respuestas a estas cuestiones.
Por qué escribes
Escribo desde los siete años. Más o menos coincide con la época de empezar a leer ya de forma habitual. Entonces escribía pequeños comentarios y notas de prensa, ya que mi juego favorito era trabajar en un periódico y, junto a mis amigas, editábamos manualmente una especie de revista o noticiero del barrio. A partir de los once años empecé a escribir pequeños cuentos, y en la adolescencia exclusivamente poesía.
A los treinta años empecé a necesitar un formato distinto de expresión, menos íntimo. La poesía me gusta por su capacidad de abarcar mucho en un espacio pequeño y, además, por su carácter fulminante, intenso. El relato, la novela, amplía las posibilidades discursivas, nos ofrece varios puntos de vista, el yo se abre paso a través de personajes, situaciones, se permeabiliza de lo ajeno. Ahora me interesa más ese territorio literario.
Para mí, escribir, en cierto modo, es jugar, como cuando era pequeña. Es tener un lugar propio y un espacio de libertad. Bajo esas premisas, si pensamos en el juego, es tanto un placer como una necesidad. No podría separarlo. Pero, si tuviera que elegir, sería el placer lo que antepondría. El placer que produce darle otra dimensión a los acontecimientos y a las cosas que pasan y nos pasan. Cuando escribimos hacemos un pliegue a la realidad y entramos en una especie de metaverso que la reinterpreta y la eterniza.
Qué te inspira
Me inspira el mar, los paisajes en general, el día más que la noche, una copa de vino o dos, antes mucho el tabaco cuando fumaba, música suave de bandas sonoras. Pero eso es cuando me siento a trabajar, es decir, a escribir y transformar lo que ya llevo en la cabeza.
La inspiración real me sucede o bien en movimiento, como a los peripatéticos, o bien mientras duermo, cuando al despertar veo que he solucionado en el sueño un escollo narrativo o argumental.
La inspiración es necesaria, pero es un momento corto. Como se dice por ahí, está bien que la inspiración te pille trabajando. Escribir es un trabajo que requiere mucho tesón y voluntad, lleva mucho tiempo completar una obra hasta saber que ya has llegado al máximo estado de plenitud que tú puedes darle.
Manías a la hora de escribir
Me gusta mucho utilizar varios géneros literarios para expresarme. Mi género predilecto para escribir es la poesía y el relato corto. La poesía porque nace de forma muy natural en mí, y el relato corto porque me gustan los espacios narrativos pequeños y potentes y esa es la esencia del relato corto. La novela me cuesta más, es difícil mantener la tensión narrativa y eso me hace perder el tono a veces. El aforismo me encanta para leer y para escribir.
Como manía o rutina diré que ya casi nunca escribo a mano, sino en IPad o PC, a veces hasta en el móvil si estoy en la calle. También tengo pequeñas libretas donde anoto ideas o frases que me gustan. La música y la naturaleza son dos de mis mejores aliadas en la escritura. Nunca escribo si estoy mal emocionalmente, solo después, cuando se me pasa. En mi caso, las motivaciones idóneas para escribir son la curiosidad, la empatía, el compromiso, y la energía.
Cómo te enfrentas al bloqueo
Escribir poesía es una forma de cantar, de pensar o de sentir, también es un ritual solitario, una manera de dejarse llevar por las palabras hacia dentro. Unas veces te acaricia y otras te araña, pero siempre transforma, el poema hace una pequeña incisión en lo cotidiano y lo convierte en mágico. La poesía disecciona un instante propio y lo sublima. Mis obras son en gran parte autoficción, no es autobiografía porque ese es otro género que se apega a la realidad describiéndola o relatándola, mientras que en la autoficción la realidad se abre a otro plano, el mismo lenguaje poético ya la transforma y habla también el inconsciente. También ficciono sobre las realidades de otros, como en La soledad de las esferas sucede con el poema que escribe Malala, el que escribe Cenicienta, un Pablo Neruda distinto o el poema de La plaga donde hablo en nombre de muchas mujeres del mundo que viven bajo regímenes políticos que las oprimen.
Por esta razón, para desbloquearme en el sentido creativo, utilizo dos vías: mirar al interior con atención o mirar fuera de mí (noticias, artículos, libros, cosas que me cuentan o escucho en los medios). La realidad es una fuente inagotable para estimular la creatividad.
¿Síndrome de la impostora?
Sí, cuando era más joven. Me costó mucho autorizar mi propia voz. De hecho, mis textos han vivido en cajones y en archivos informáticos hasta cumplir yo cincuenta años. Me decía a mí misma que no quería publicar, pero, en realidad, me daba un cierto pánico escénico. Escribir es íntimo, pero mostrar lo escrito es un desnudo arriesgado donde, además, hay que acostumbrarse a ese gran silencio que se produce en nuestro interior después de salir a escena, cuando la obra ya no es tuya, ni apenas te pertenece.
Ahora ya no me siento una impostora, sino una mujer creadora de mundos que me ayudan a vivir más plenamente y pueden también servir a otras personas.