Chiquis, Cazar el caos, nuestra historia para leer gratis en el blog, ha llegado a su fin y toca cambio de ciclo, pero… ¿qué vendrá ahora?, ¿qué podría encajar con una lectura veraniega ¡y gratis!? El contenido de esta entrada es una pista de lo que se viene el próximo jueves 7 de julio.
Cris Ginsey es la autora de 12 700 km y 7 900 millas, y coautora de Cosas del destino I: El diario de Claire Lewis y Cosas del destino II: El efecto mariposa. Además es la prologuista de la antología de relatos eróticos de humor Cachondas, que compartimos a continuación.
Prólogo de Cachondas
En la antología Cachondas se recogen los relatos finalistas de la I Convocatoria de Relatos Eróticos de Humor de LES Editorial. He tenido el honor de participar como jurado en la selección de los nueve relatos que encontrarás en las siguientes páginas y, además, me propusieron escribir este prólogo que estás leyendo.
Humor y erotismo, de eso va este libro, y me pregunto a veces qué tienen en común para quedar tan bien juntos. ¿Serán las endorfinas? ¿Las risas son excitantes?
Esta mezcla será la que encontraréis concentrada en distintos porcentajes en los relatos que leeréis a continuación y no se me ocurre otra forma para introducirlos que mediante un relato.
***
«Tienes que relajarte».
Se había convertido en su mantra de los últimos cinco minutos, pero no hacía efecto solo usar su voz. Observó preocupada a Laura, no estaba pasándolo bien y podía notar lo angustiada y tensa que se sentía.
—No consigo relajarme. Es tu culpa, ¡es tu culpa! —le echó en cara y ella alzó las cejas.
—¿Perdona? —preguntó indignada—. «Más arriba, Lola, más… ¡más!» —la imitó, pero se llevó una mirada cabreada de su pareja.
A ella se le escapó una sonrisa.
—Eres gilipollas —le dijo, tapándose la cara con las manos e inspirando profundamente.
—No te pelees conmigo, solo vas a conseguir que te moleste más. Tienes que relajar el músculo y ya verás que todo pasa.
—Qué fácil es decirlo, tú que estás tan tranquila ahí, sin nada en las entrañas que puede matarte.
Soltó una risita mientras le acariciaba el pelo.
—No va a matarte. Si te relajas, saldrá solo.
Laura soltó un gruñidito frustrada y cerró los ojos antes de inspirar hondo. Volvió a sonreír, porque era algo que le encantaba en ella. Llevaban juntas más de quince años y podía afirmar que estaba tan enamorada como siempre, e incluso más. Podía decir miles de cosas que destacar sobre su mujer, pero sus imperfecciones eran algo que le encantaba, aunque discutieran de vez en cuando por ellas. ¿No eran lo que hacía a una persona más humana?
—Laura, cariño… —dijo tranquilamente y colocó su puño frente a su cara—. Esto es tu vagina, hasta que no lo sueltes —destensó los dedos y abrió la palma de tu mano— no va a salir. Imagínate en una playa…
—Ya lo sé, ya lo sé —la interrumpió—. Me cuesta no pensar en otra cosa que no sea que se va a quedar ahí dentro.
—Vamos a urgencias —insistió por tercera vez.
—Me muero de la vergüenza si voy a urgencias por esto.
—Si quieres, hacemos meditación… ¡o yoga!
—No tengo otra cosa mejor que hacer.
—¿Escribimos una carta en voz alta a un exnovio o una exnovia cagándonos en todo?
—No me apetece.
Observó la habitación y vio el libro que estaba leyendo en ese momento y se lo mostró sonriente, en la portada se podía leer Cachondas.
—Esas historias son estúpidas, Lola.
—No son estúpidas, es tu yo enfadada la que está hablando.
—No estoy enfadada, estoy asustada.
—¿Sabes? Después miraremos atrás y nos reiremos de esto.
—Quiero reírme ya —pidió, cerrando los ojos.
—La solución está en este libro. Puedo leerte algunos fragmentos… por ejemplo… —Lo abrió en una página cualquiera—. «Diviértete. Baila. Pero ten cuidado y no la elijas a ella». Menudo suspense —opinó adoptando un tono misterioso.
—No me gusta.
—Son historias divertidas.
—Ay, joder, vale, cuéntame alguna.
—Mira, una va de que en una Nochevieja dos amigas hacen una güija y…
—No me gusta la güija.
—Pero la historia es lo más.
—No, me da miedo.
—No tiene que…
—Lola, otra.
—Vaale… —aceptó—. Cagona. —Se puso a pensar mientras pasaba las páginas—. Dos abuelas cachondas en una residencia.
—¿En serio? —Alzó las cejas con sorpresa.
—Las abuelas follan. Cuando tú y yo tengamos esa edad también lo haremos como ellas… Juguetes nuevos y más grandes y tu vagina estará tan desgastada que no te pasará lo de ahora.
—Qué idiota eres.
Le gustó sacarle una sonrisa, por fin.
—En otra historia, la persona encargada de un sex shop lucha de forma épica con los juguetes de su tienda.
—Eso es ridículo.
—Pero cierto. Tienes que leerlo entero en realidad. —Entonces recordó una escena de uno de los relatos—. Se me ha ocurrido algo, en una de las historias que leí…
—No me cuentes más historias de esas —se quejó angustiada.
—Ya verás, esto seguro que funciona.
Se levantó de un salto de la cama, dispuesta a dar su espectáculo. Adoptó una postura de como si sostuviera un capote y comenzó a cantar.
—«Cuando llega la alegre mañana y la luna se escapa del río…».
—¿Qué haces? —preguntó, pero cuando la miró en mitad de su destartalado baile vio que Laura aguantaba una risa.
Siguió cantando y bailando de forma torpe sin dejar de ver cómo su chica le sonreía. La verdad es que era una situación ridícula, pero por ella haría todo, porque estar girando y moviendo los brazos de esa forma con las tetas dando botes para todos lados no le estaba resultando muy agradable.
—«Y ese toro enamorado de la luna, que abandona por las noches la maná…». ¡Olé! —Dio una vuelta sobre sí misma y entonces se percató de algo rosa que había entre las piernas de su pareja—. ¿Eso es el huevo?
Laura se sentó y lo vio también entre ellas antes de mirarla con los ojos brillantes.
—¿Cuándo se ha salido?
—No lo sé. Pero creo que ha sido gracias a Los Centellas… —Se inclinó y cogió el juguete maldito—. Dile adiós.
—Adiós.
—¿Ni un beso ni nada, vagina succionadora? Seguro que lo ha pasado mal ahí dentro.
Le acercó el juguete a los labios, pero Laura lo empujó de un manotazo y a ella se le resbaló, así que acabó en el suelo.
—Lola…
El tono que usó la hizo sonreír y le encantó verla con ese gesto alegre en el rostro, tanto que la besó en los labios rápidamente, por fin había sido liberada del huevo vibrador maldito.
O el huevo vibrador maldito había sido liberado por la temible vagina succionadora.
Todo era cuestión de perspectivas.
—Dime.
Lo dijo de forma coqueta e inclinándose de nuevo para besarla, dispuesta incluso a tumbarse sobre ella.
—Cuéntame esas historias.
Vaya, se esperaba continuar con la sesión en la que estaban antes de que el maldito vibrador viajara a las profundidades de su ser, pero ese cambio en el guion le gustó.
—¿Las que eran estúpidas?
—Las mismas, pero quiero que me las leas.
Se estiró para llegar a la mesita de noche y volver a coger el libro que se terminó de leer la noche anterior. Se acomodaron juntas en la cama y se lo leyó en voz alta, porque, en el fondo, a Laura también le gustaba mezclar el sexo y el humor.
***
Espero que riais y disfrutéis mucho.
Cris Ginsey