Sara Bishop es la autora de «Hija de nadie», relato ganador del I Premio Herstoria de relatos históricos LBT+. Los finalistas forman parte de la antología Herstoria I.
Abordando la escritura de novela histórica
Primera regla
Una de las primeras ideas peregrinas que aparecen cuando te enfrentas por primera vez a la novela o el relato histórico es que no vas a tener que devanarte los sesos con el worldbuilding. Y es cierto: la Historia es pasado (a veces presente), lo cual pone a tu servicio infinidad de mundos y matices ya estudiados en los que ubicar a tus personajes.
Esto nos lleva a la primera regla, inevitable como ninguna otra, para abordar este tipo de textos: la documentación. Coge tu bloc de notas y prepárate para sumergirte en cientos de páginas, manuales y fuentes primarias. Tienes a tu disposición documentos, prensa, memorias, diarios personales y correspondencia. Estudia, anota, reflexiona y, sobre todo, contrasta. En ese mar de información vas a encontrarte a menudo con teorías incompletas, aproximaciones basadas en mitos e hipótesis contradictorias para un mismo acontecimiento. Cuando esto ocurra ―porque va a ocurrir― mi recomendación es que tires por la calle del medio sin sentar cátedra, dando por válidas las opciones contrapuestas o bien, si tu historia necesita de una certeza determinada, basarla en uno de los muchos autores que, seguro, la respaldan.
En medio de este proceso arduo de documentación vas a encontrarte, irremediablemente, con un proceloso mar de señores escribiendo sobre señores desde su señor punto de vista. Te aconsejo fuertemente ―porque no puedo obligarte sacudiéndote de la pechera de la camisa― que bucees en ese mar hasta dar con perspectivas femeninas, historias de mujeres y las vicisitudes de nacer siendo la otredad durante los miles de años que nos preceden. Somos, y hemos sido, la mitad del censo demográfico desde los albores de la Historia. Digo yo que algo tendremos que contar.
Toda esta labor de lectura nos habrá dado un buen punto de partida para dibujar un contexto histórico bastante completo, ¿no? Pues no. Las sociedades no son nada sin su arte y aquí es donde entran en juego las fuentes iconográficas. La pintura, la escultura, la arquitectura e incluso la fotografía y el cine dependiendo de la época no solo sirven para dar color a tu historia, si no que le dotan de una entidad propia en la que el lector es capaz de situarse y ver lo que tú ves.
Segunda regla
La segunda regla a tener en cuenta es la utilización de lenguaje específico. Cuidado, porque aquí entramos en terreno resbaladizo. Después de haberte estudiado hasta las etiquetas del champú del periodo que vas a tratar, la tentación de bombardear al lector con términos precisos, chulísimos, y en la lengua madre de tu historia va a ser poderosa. Es necesario cribar. No tiene sentido que vistas a tu legionario romano con la lorica segmentata si luego ni el personaje ni su dedicación tienen ningún peso en la historia. Y explica. Explícalo todo. Que te hayas vuelto una experta en espadas medievales no garantiza que todos tus lectores sepan lo que es un canal de sangre. Las notas al pie son nuestras amigas y debemos abrazarlas siempre.
Tercera regla
El tercer apartado de esta miniguía es un ejercicio mental titánico de vital importancia si estamos interesados en el rigor histórico. Pensar históricamente supone salvar dos grandes problemas: la tendencia presentista y la carencia de empatía histórica. Tu brújula moral del siglo XXI puede condenar las acciones de un esclavista europeo del XVII, pero al lector le interesa más saber el porqué y el cómo. A lo largo de milenios se han cometido muchas salvajadas y podemos contarlas sin caer en la candidez o el juicio fácil.
Puede que a estas alturas ya tengas un relato coherente, una historia bien contada y una idea muy asentada en el contexto que hayas elegido. Nos queda un penúltimo paso que, en mi opinión, hace que una novela histórica pase de ser buena a ser excelente y se trata, nada más y nada menos, que de consultar a historiadores. Tener lectores beta legos en la materia es maravilloso, pero si cuentas con el ojo crítico de alguien que ha dedicado su vida al estudio de la Historia vas a disponer de correcciones premium y de un punto de vista crítico más que necesario para podar, enriquecer y dar lustre a tu relato.
Por último, vamos a hablar de libertad. Después de varios párrafos dándote la turra suprema con el rigor y la precisión, abro un resquicio para la creatividad. Si bien no opino que una documentación exhaustiva encorsete una novela, hay momentos en los que se nos permiten ciertas licencias narrativas. Puedes hacer que Lady Gaga cante en la corte de Luis XVI o simplemente modificar un atuendo que no te viene bien quitar de golpe en alguna escena subida de tono. Evidentemente esto dependerá del estilo de tu texto y de cuánto te apetezca saltarte las normas. A veces el lector agradece un guiño al presente y otras veces habrá quien se lleve las manos a la cabeza. Pero es tu bebé. Lo has parido tú. Y mientras dejes constancia de la presencia de esas imprecisiones quedará claro que estamos ante un producto creativo, y no ante un manual de consulta.
Sara Bishop