Rosi Legido es periodista y autora de Escondidas en el cine: censura y personajes sáficos.
¿De dónde saca la inspiración para escribir, sobre qué temas? ¿Alguna manía? ¿Tendrá síndrome de la impostora? Conoce un poco mejor a Rosi a través de las respuestas a estas cuestiones.
Por qué escribes
Porque lo hago desde que tengo uso de razón. Necesito hacerlo. Aprendí a leer y escribir muy pronto porque mi madre era profesora y me encantaba. De pequeña tenía una máquina de escribir de niños y un radiocasette doble y ahí escribía mis historias y hacía mis programas de radio. Inventaba cuentos, escribía obras de teatro que representaba en el cole… Es un modo de evadirte, de relajarte, pero también de denuncia, de dar voz a los sin voz, visibilidad a ciertos temas, hacer soñar a la gente, entretenerles, divertirles o enojarles, despertar conciencias para intentar cambiar el mundo a uno más justo…
Qué te inspira
Muchas cosas. Cualquier tontería o cualquier cotidianidad. Para escribir guiones de cortos, a veces pienso un título y de ahí construyo la historia. A veces me inspira una imagen, una foto, un paisaje, una situación… En temas tipo ensayo, artículos y demás, me inspiro más en la realidad, con temas de denuncia social. Para escribir cómics, en cambio, me baso en la denuncia social o el humor absurdo y surrealista. A mis sobrinos les hago cuentos, todos con mensaje animalista, de tolerancia, respeto, de integración, etc. Y con las obras de guiñol lo mismo que con los cuentos. Mi abuela siempre decía «¿en qué piensas?» y cuando le respondía «en nada», me decía que nunca se está pensando en nada, y ahora lo entiendo, y es verdad. Siempre se piensa en algo y justamente cuando estás sin hacer nada en la parada de bus, o aburrida en una sala de espera… la imaginación fluye más.
Manías a la hora de escribir
No soy muy de manías y para escribir tampoco. Si me viene la inspiración escribo la idea o las frases en una libreta, o en el móvil o lo que tenga a mano. No necesito nada especial. Bueno, empiezo a tener vista cansada, presbicia de esa, así que ahora necesitaría a lo mejor unas gafas.
Cómo te enfrentas al bloqueo
Al ser periodista estoy más acostumbrada a aprender a desbloquear, a eso de tener que escribir siempre sí o sí, y de cualquier tema, aunque guste más cuando se está motivada y decides tú el tema. En artículos, reportajes, ensayos… si no estoy muy inspirada, me dedico a recopilar documentación y de ahí ya vas trabajando la inspiración posterior, va surgiendo; y si no es algo que, como en el trabajo, requiera de una fecha de entrega, sino algo vocacional… pues me doy tiempo y otro día me pongo con ello. Eso sí, cuando estoy inspirada entonces lo aprovecho a tope, dedicándole las horas que haga falta de un tirón. No tengo autocontrol y si se me tiene que quedar el culo cuadrado de horas y horas sentada, lo hago. Me pasa lo mismo con los paquetes de dónuts, me los como de un tirón. Sí me ocurre que cuanta más actividad tengo, y más ocupada estoy, más estresada… más ideas surgen y más fructífera soy, que si estoy de relax; pero como soy muy nerviosa lo tengo más fácil entonces.
¿Síndrome de la impostora?
Soy muy exigente y autocrítica conmigo, demasiado. Nunca me parece perfecto lo que hago, muy pocas veces; y en ocasiones me lo parece y al tiempo ya no; pero no porque me compare con nadie, sino conmigo misma, y no me permito esa satisfacción nunca, no sé si es porque soy mujer o porque soy así. Siempre tengo la duda de si sabré hacer algo o hacerlo muy bien, de si no decepcionaré a los demás y a mí. Me infravaloro y soy muy perfeccionista conmigo porque con los demás no lo soy, admiro mucho lo que hacen otras personas y las animo. Pienso más en todas las cosas que no sé hacer que en las que sé, porque me gustaría saber de tanto de lo que no tengo ni idea… pero no me castigo por no saber hacer algo, sino que me gustaría hacerlo mejor aún. Pero sí pido ayuda a los demás si alguna tarea se me resiste, soy de preguntar mucho y de aprender de los demás, de que me enseñen. Y si sé de algo, también pido opiniones, pienso que es necesario y sano; y también creo en las segundas oportunidades y en intentarlo las veces que haga falta, porque nadie nace sabido ni tampoco muere sabido. Y creo que los errores, mientras sirvan para aprender, pues ya dejan de ser tan errores.