Mirelle Nathalie Aranguren es autora de Arreglándome la vida, la primera parte de un proyecto en el que la autora busca narrar la realidad del colectivo LGBT+ desde la perspectiva de diferentes generaciones y contextos. La intención no es otra que crear compresión de cómo libertades de las que gozamos hoy en día en países como España, no eran más que un sueño hace unos años.
Activismo desde la literatura
La vida debería ser fácil, cómoda. La medicina ya no se dedica a paliar el sufrimiento, ahora ofrece tratamientos para enfermedades complicadas y difíciles de llevar, incluso ofrece alivio a las dolencias crónicas que aún no sabemos bien cómo curar. Además, sabemos que comer bien, reír mucho, hacer ejercicio y no perder la sonrisa, nos puede ahorrar alguno que otro achaque. No tenemos que perder el tiempo lavando la ropa, ni siquiera los platos, tenemos máquinas que nos quitan esas tareas de las manos. El transporte público o privado nos da la libertad de movernos. Internet nos proporciona un mar de posibilidades de comunicación, de creatividad, de tener todo el conocimiento en la punta de los dedos. Y no enumero más ventajas de la vida moderna porque no es de eso que va este texto.
Entonces, ¿por qué nos hace todavía falta el activismo?
No nos vamos a engañar, que lo tengamos todo tan fácil en una parte del mundo, le cuesta mucho sudor y muchos sueños a otra. No todo el planeta disfruta de la misma vida moderna, aun así, menudos avances han hecho las ciencias en los últimos años. Y lo que sigue, probablemente, nos dejaría boquiabiertas si pudiésemos ver el futuro por un agujero, a escondidas.
Entonces, ¿por qué nos hace todavía falta el activismo literario?
La literatura es una forma artística y como tal tiene como función social invitar a la reflexión, provocar, sorprender a lectoras y lectores de sus propias reacciones, de sus sentimientos y pensamientos.
La vida debería ser fácil, pero nunca lo es, ni siquiera en la parte del mundo con todas las comodidades que el desarrollo científico y tecnológico nos ha regalado. La vida, a veces, es difícil no porque tengamos obstáculos físicos delante, sino por las barreras invisibles de la violencia psicológica. La discriminación, de cualquier tipo, es violencia. La invisibilidad de la diversidad, la falta de representación de personas que sienten y piensan como tu, que se parecen a ti, son también micro-agresiones que hacen de la vida una menos fácil, sin ninguna necesidad.
Escribí Arreglándome la vida para el colectivo LGTBQIA+ y para las personas en el espectro autista, sí, para dar visibilidad. Siguen haciendo falta historias que representen la diversidad de la humanidad y no solo un par de arquetipos que nos condenan a vivir en un espacio muy limitado de la expresión de gustos, ideas, talento o visión.
Asimismo, escribí Arreglándome la vida para todas aquellas personas ajenas a estas realidades, esperando que el texto les ayude a entender que la diversidad sexual o neurológica no le resta nada a la sociedad. Que las personas que pertenecemos a uno, o a ambos, de estos colectivos no estamos limitadas por esa parte de nosotras, no es nuestro todo, es una fracción, pero una importante que queremos poder manifestar y celebrar por todo lo maravilloso que aporta a nuestra vida. Me gustaría que al conocer estos personajes, lectores y lectoras, en principio, ajenas a estos colectivos, se sintiesen un poco más cerca por la empatía que les ha generado la lectura. Que sientan que ya conocen a alguien, que ya no solo son prejuicios los que llenan su mente al escuchar palabras como Asperger o queer.
El arte, en todas sus formas, debe aspirar a cambiar el mundo, persona a persona, haciéndole replantearse sus ideas y prejuicios, obligándole a entender por qué piensa como piensa y por qué siente lo que siente. El arte sin activismo, es mero entretenimiento. Tenemos que ayudarle al mundo a imaginarse una sociedad más diversa, más justa, dónde a las personas se nos juzgue por nuestras acciones, por nuestras palabras, por cómo tratamos a quienes nos rodean, por lo que hacemos con las oportunidades que nos da la vida.
Mirelle Nathalie Aranguren.
Una autora que no te deja indiferente, una activista vestida de literata o una literata vestida de activista, al final es lo mismo con otras palabras.