Grizzly es traductora e intérprete y autora de Perdida en el cosmos.
Emily Dickinson y sus barbas: la censura del colectivo en la literatura
¿Sabes lo que es una «barba»? Y, no, no me refiero al vello que les crece a los hombres en la cara, me refiero al término «beard», generalmente atribuido al colectivo LGBTQ+ para referirse a esa persona con la que se finge tener una relación amorosa para disipar rumores de homosexualidad.
Tengo la teoría de que el término es antiguo, mucho más antiguo de lo que dice la historia de los derechos LGBTQ+ en Wikipedia. Me refiero a la segunda mitad del siglo XIX, específicamente a la época de Emily Dickinson. Sí, Emily Dickinson, la famosa poeta estadounidense.
Esto es nada más una teoría, pero déjame explicarte por qué creo que ella fue la primera persona en usar el término «barba» para ocultar al mundo el hecho de que muchos de sus poemas estaban inspirados en mujeres.
Comencemos conociendo a Emily. ¿Quién era Emily? ¡Hay demasiado que decir de Emily! Pero, en resumen, fue una poeta nacida el 10 de diciembre de 1830, conocida como una de las poetas más influyentes en la literatura y por haberse pasado los últimos 15 años de su vida encerrada en casa de su padre en Amherst. Y no, ese confinamiento no fue provocado por una pandemia, fue decisión propia.
Manuscrito del poema Wild Nights.
No se sabe el número exacto, pero se cree que escribió más de 1800 poemas durante su vida. Lamentablemente, solo seis se publicaron mientras ella vivía. El resto los encontró su hermana menor, Lavinia, en la habitación de Emily después de su muerte. Fue ella quien intentó publicarlos, y lo hizo, el problema fue que los editores a los que se les encargó el trabajo modificaron significativamente los originales.
¿Por qué?
¡Porque cerca de 300 poemas de amor iban dirigidos a una mujer!
A Susan Huntington Gilbert, específicamente. Su querida Sue, su musa, su mayor crítica y lectora, y también… su cuñada y la esposa de su hermano. Lo más triste es que los sentimientos de Emily eran totalmente correspondidos por Sue. De hecho, se escribían cartas todo el tiempo; cartas llenas de intensidad e intenciones claras. Y, por si quedaba alguna duda sobre la relación entre ambas, esta es la traducción del extracto de una de esas cartas:
Susie, ¿de verdad vendrás a casa el próximo sábado, y serás mía otra vez, y me besarás como solías hacerlo?… He esperado por ti tanto tiempo, y me siento tan ansiosa de ti, siento que no puedo esperarte, que debo tenerte ahora — que, una vez más, la expectación de ver tu cara me hace sentir ardiente y febril, y mi corazón late tan rápido —. Me voy a dormir en la noche, y todo lo que sé es que me encuentro sentada allí, despierta, con las manos juntas, esperando por el próximo sábado. ¿Por qué, Susie, se siente como si mi Amante ausente fuese a volver a casa pronto — y mi corazón estuviese ocupado preparándose para él?
Había poemas y cartas en los que hablaba de Susan en tercera persona; «ella», escribió. Y, más tarde, en aquellos días en que la idea de publicar le parecía atractiva, cambió los pronombres femeninos por masculinos. O, como decía Emily: les puso una barba, convirtiendo sus poemas de amor para Susan en poemas de amor para hombres; de esa forma encajaban en la heteronormatividad de la época. Lo que me lleva a pensar… ¿No se parece al significado del modismo «barba» que tenemos hoy en día?
Lo más triste de todo esto es que, probablemente, nunca llegaremos a leer los poemas originales de Emily. Y más triste aún, cuando se enseña sobre ella en las escuelas, se sigue censurando que una de las poetas más influyentes de la historia era homosexual, o bisexual, o pansexual (no se sabe con exactitud).
¿No sería justo para los niños y adolescentes del colectivo el normalizar que muchos personajes históricos de los que aprenden en la escuela pertenecían también al colectivo?
También me hace pensar en la cantidad de poemas, libros, canciones y obras a las que se les continúa poniendo una «barba» para hacerlas encajar en un mundo donde lo heteronormativo sigue siendo mucho más aceptado. «Tú» se suele utilizar, para neutralizar los pronombres, pero no es suficiente para aquellas y aquellos que buscan representación.
Creo, por ejemplo, que estudiar a Gabriela Mistral o a Emily Dickinson, sabiendo que sus obras estaban dedicadas a mujeres, ayudaría mucho a borrar la heteronormatividad y a afeitar las «barbas».
Grizzly
Me han encantado tus palabras Grizzly y sí, sería más justo que hablaran de ellas como se debiera, es lamentable que no se hable de su obra con toda la verdad por delante, es triste ver como cambiamos y seguimos ocultando la verdad. Debo admitir que yo misma, (aficionada a escribir poesía desde mi niñez) las primeras poesías que me atreví a publicar aunque las escribía en femenino, las dirigía al sexo masculino a la hora de publicarlas y en alguna ocasión puntualmente en la actualidad juego conscientemente y trato de escribir en neutro para que mis palabras no vayan claramente dirigidas al sexo femenino. Ojalá a mi me hubieran hablado de ellas propiamente y no haberlo descubierto en mi adultez, hubieran sido un gran referente para mí, aunque nunca es tarde si la dicha es buena.