Noguera López es autora de Diario de una lesboterrorista de cuarentena en Londres.
Querido Diario,
Lo primero de todo, ¿cómo están las minorías?
Sé que hace tiempo que no te escribo, pero hoy tengo algo importante que contarte. Hoy he estado jugando al baloncesto con les bianas y no binaries de Hackney. A nuestro lado se ha puesto un señor, ataviado con un traje y un megáfono, chillando (no sé por qué, si ya tenía el megáfono) los horrores del aborto en esta sociedad corrupta y falta de fe.
Yo les pediría que antes de salir a la calle, aprendieran nociones básicas de marketing. Antes que nada, has de conocer a tu audiencia, es de primero de predicador (el aborto entre lesbianas y no binaries no suele calar). Y lo segundo, cuidar la imagen, no se puede estar en un parque a 32 grados con un traje de lana, es sospechoso.
Es un poco triste que, en este último tiempo, se está volviendo a la objetivación de los humanos, aunque por otro lado, supongo que también se abre camino a la humanización de los objetos, y eso sí me gusta. Espero que a ti también.
Aunque esa no es la novedad que tengo que contarte.
Un día sin lesbianas es como un día sin sol
Hace poco me enteré de que dentro de la Ley Trans aprobada en el congreso, había un punto que igualaba los derechos reproductivos de las lesbianas a los de las parejas heterosexuales. Es extraño enterarte el mismo día que no tienes los mismos derechos que los demás, pero a la vez da igual porque ya está solucionado. Es como si te atropellara una ambulancia. Dolor, confusión, alivio.
Bueno, voy al grano, la gran noticia, porque si un tren sale de Almería a las 9 y otro tren sale de Barcelona a las 11, ahora mismo debo estar llegando a Pontevedra.
Acabo de publicar mi primer libro, se titula Diario de una lesboterrorista de cuarentena en Londres. Es título y sinopsis.
¿Qué es una lesboterrorista?
Es difícil encontrar una definición oficial. Por las fotos que he visto de María Moliner, diría que ella sabía perfectamente lo que era una lesboterrorista, o al menos una lesbrarian (lesbiana-bibliotecaria), pero que, por su buena razón, decidió no incluir el término en su diccionario.
Para sorpresa de nadie, en la RAE tampoco aparece, pero viniendo de una institución que se pone “real” en el nombre, me espero cualquier cosa. Que se autodenominen “real” academia, implica la existencia de una academia “falsa”, y con ello, la duda. Es como si yo me presentara como la Cristina “real”, dando a entender que soy yo de verdad y no un bot. La gente acabaría pensado que, en efecto, soy un bot. Se pasan tanto tiempo cuidando el masculino neutro que no les queda nada de tiempo para cuidar la autoestima.
La primera vez que oí este término fue de una política de extrema derecha y quedé absolutamente encandilada. Entre tú y yo, es fascinante el empeño y la creatividad que le ponen a la hora de inventarse nuevos insultos. Ese constante afán de superación es mucho mejor que la condescendencia de los aliados, ¿qué fue aquello de que las lesbianas odian a los hombres y quieren mear de pie? Es hora de retomar estas conversaciones, es urgente el que aprendamos a mear de pie. Sobre todo de cara a los festivales.
Por lo pronto, me voy a aventurar con mi propia definición:
El lesboterrorismo es un movimiento que pretende lesbianizar el mundo con camisas de cuadros y Dr. Martens.
El fashion statement es importante, y hay que aceptarlo. Y habiendo aclarado todos los términos y habiendo abierto el cajón de los tiempos verbales de segundo de la ESO, vayamos a lo importante.
¿De qué trata el libro?
La verdad: no lo sé.
Este libro empezó en un rollo de papel higiénico cuando media Europa estaba confinada y aquí (en Londres) nos obligaban a ir a la oficina. Ante la escasez, se me ocurrió pedir prestado rollos de papel a la empresa, aunque nunca los devolví. Empecé el rollo cagándome en todo y luego continué con una narrativa más elaborada, con artículos y conectores. Cuando acabé el diario, no sabía muy bien qué hacer con él. La escasez de papel seguía su curso y podría haberle dado un buen uso en el baño, pero me pareció injusto, así que decidí convertirlo en lo que hoy es, este modesto libro.
Es curioso, pero cada vez que leo del diario, la historia me lleva a un lugar diferente, un lugar en las profundidades de mí misma que escucha y respira hondo. Parecido a nadar en un banco de esponjas en el fondo del mar.
Quiero pensar que es una oda al caos y el fracaso: perder, perderse, desordenar, deshacer, olvidar y volverlo a intentar. Porque como bien dice Jack Halberstam en El arte queer del fracaso: “No llegar a ser, no saber, puede en realidad ofrecernos formas más creativas, más cooperativas, más sorprendentes, de estar en el mundo”. Aprender a sobrevivir en el caos es aterrador pero absolutamente fascinante, satisfactorio.
Seré sincera, este diario viene con miedos, ansiedad y desesperación, pero, como las flores de los cactus, también florecen. Y se convierten en risas que alivian y acompañan en un momento de aislamiento e incertidumbre. Aprender a vivir en una pandemia global sin renunciar a la existencia queer, aprovechar un confinamiento para liberarse. Jack lo explica la mar de bien:
Vivir es fracasar, meter la pata, defraudar y, en última instancia, morir; en vez de buscar caminos que eviten la muerte y la decepción, el arte queer del fracaso implica la aceptación de lo finito, acoger lo absurdo, lo tonto, lo irremediablemente ridículo. En vez de resistirnos a los finales y a los límites, aferrémonos a todos nuestros inevitables y fantásticos fracasos, y disfrutemos de ellos.
Creo que no necesariamente tienes que ser queer para encontrarte en esta historia, pero es necesario tener la voluntad de mirar con otros ojos y cuestionar el mundo. Una forma divertida de mostrar que hay formas diferentes de existir y vivir, curar lo que no se ve, reafirmarse en lo que uno cree. Abajo la excelencia, arriba el fracaso, que es más reconfortante. Porque después de dos años de peleas por rollos de papel higiénico, de pagar crisis existenciales con el pelo, de aferrarnos al banana bread como si fuera la cura de todo mal o asistir a salas de Zoom de sesiones techno remixeado con canciones Disney, ¿quiénes somos para hablar de excelencia? Pero más importante aún, ¿a quién le importa? Espero que este diario te deje más preguntas que respuestas.
Aquí te dejo un fragmento del libro:
No sé si seguimos confinados o no. ¿El fin del mundo está llegando a su fin? Es como una eterna Transición que nunca acaba. Ya se ve más gente en los parques, puede que estemos confinados solo a media jornada. La gente en Londres mira el sol con un poema de Emily Dickinson en los ojos.
¿Y qué es lo mejor del libro?
Eso sí lo sé. Su personaje. Una lesbiana aprensiva que observa cómo el mundo se cae a pedazos y decide que lo mejor que puede hacer es ponerse a limpiar y dormir en el suelo del baño. A simple vista podrías pensar que es una loser, pero ella tiene la virtud de convertir el fracaso una obra de arte. Ella empieza el confinamiento en mitad de una long-distance situationship, en español, colonoscopia, que viene a ser una relación con la extenuación emocional de una relación romántica, pero con cero beneficios afectivos físicos porque están a 5502 km de distancia, una mierda.
Pasar tres meses encerrada en una casa en el barrio judío ortodoxo del este de Londres durante el máximo apogeo de un autodiagnosticado trastorno obsesivo-compulsivo no es tan bonito como suena. Su día a día se define en una oscilación de contradicciones, la belleza de lo patético y el placer de lo trágico. Simplificar lo complejo a través de la estupidez. Es interesante cómo esta situación de aislamiento le obliga a examinar de cerca la relación con su familia, la religión, su sexualidad, su amor por Ella, e incluso la filosofía. Sobrevivir a la pandemia, pero sobre todo a ella misma.
Es una evolución a un yo más honesto, no es el superyó, sino el simplemente yo. Sin miedo a hacer el ridículo, nada puede salir mal. Y si sale, tampoco es que importe mucho. Te dejo un poquito de ella para que la conozcas mejor, dramática pero cute:
Todas las chicas con las que me crucé desprendían una energía lésbica desbordante. Mirara donde mirara solo había lesbianas. Mucha de esa energía la proyectaba yo, por generosidad. Si juntas un barrio queerfriendly con mi mundo lésbico las posibilidades son infinitas. Una mujer con pelo corto fumando, fuming butch, chicas en bici, claramente, dykes on bikes. Cada vez que una chica se mete las manos en los bolsillos de los pantalones el mundo es un poco mejor. Ni siquiera las mujeres de mediana edad empujando carritos de bebé se salvaban del filtro naranjablancorrosa.
Querido Diario, Diario de una lesboterrorista me recuerda mucho a ti por ser un lugar de creación y liberación, o tal vez es que los dos sois cuadernos con hojas. Deseo que disfrutes leyéndolo tanto como yo disfruté escribiéndolo, que te sirva de refugio cada vez que lo necesites. Además, no muere ninguna lesbiana y eso siempre es de agradecer.
Bueno, no te entretengo más que tendrás cosas que hacer. Cosas de diario, imagino, como ver atardecer.
Gracias por todo, hasta pronto.
P.D: Ahora que lo pienso, tú sabes tanto de mí que podrías hacer que me vetaran en la mayoría de panaderías del país, pero yo apenas te conozco. Me gustaría saber más de ti, ¿cuál es tu signo ascendente?, ¿eres intolerante a la lactosa?, ¿cuál es tu canción favorita de Rosana?
Mientras lo averiguo, te dejo con mi nuevo proyecto. Es un guion para un nanoteatro basado en los recientes acontecimientos sobre los derechos reproductivos del colectivo: