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Zaida Sánchez Terrer es autora del poemario La soledad de las esferas.

 

La soledad de las creadoras

Con motivo de la inminente publicación de mi poemario La soledad de las esferas en editorial LES, dedico esta entrada en el blog a hablar de la soledad que a veces sufrimos las mujeres creadoras. La soledad de las esferas recorre distintos espacios de vida en los que las mujeres, especialmente, estamos más solas, más limitadas por el peso de la tradición patriarcal que cae como una losa sobre nuestra obra invisibilizándola.

Sucede, año tras año, que instituciones, medios, premios literarios, programas docentes, etc., no fomentan la igualdad en la cultura. Todos ellos representan la cortedad de miras, la negación de la paridad, la falta de toma de conciencia ante las desigualdades y lastres que sufrimos las mujeres en general y las creadoras en particular. Es descorazonador, o quizás la palabra que deberíamos utilizar es hartante, que en la prensa luzcan entrevistas extensas a escritores y artistas, hombres, en suma, que tienen todo el derecho a ser visibilizados y expuestos a lo público si ello no supusiera, a la vez, semana tras semana, la sensación de que ellas, las creadoras, no existen o son muy pocas.

Tenemos que decirlo alto y claro, para que no quepa ninguna duda al respecto. Las creadoras no solo nacen, viven, crean y mueren, sino que son muchas. Y no entendemos qué pasa, por qué de manera sistemática son olvidadas, obviadas y sepultadas bajo la losa de montones de artículos a toda página donde ellos son publicitados y reconocidos. No se trata de envidia alguna, ni de que esto suceda con ellas y que sean siempre las visibles, pues sería igual de injusto. Al menos quisiera poner el dedo en la llaga y que nos hagamos algunas preguntas. La primera sería, simplemente: ¿por qué pasa esto? Cuando la hacemos, en determinados foros, la respuesta suele ser la misma, candorosa y amable: no hay ninguna intención en ello, no se nos había ocurrido, no habíamos caído, se nos ha olvidado, y cosas por el estilo. Si ya es bastante duro el mundo creativo, con sus elevadas dosis de soledad, compromiso y trabajo, súmenle a ello una continua actitud reivindicativa de mirada, de voz, de presencia.

 

 

En el caso de las creadoras, el camino interior del reconocimiento está poblado de muchos más escollos que el de los creadores. No solamente está en juego la autoría, la expectación ante cómo será recibida la obra por el otro, el miedo a no gustar, el vértigo de la crítica… En el caso de las creadoras hay un peldaño más, a veces muy sutil, negado por la oficialidad y lo políticamente correcto, intencionado desde los sedimentos patriarcales que rezuma nuestra cultura. Es el peldaño de la «invisibilidad». En ese peldaño, las creadoras se quedan estancadas, sitiadas, sin lugar desde el que ser valoradas ni percibidas. Es una «nada» contradictoria porque no es un vacío, ya que dentro de ella hay una obra que, al no tener derecho a la mención, queda colapsada y, muchas veces, destinada al olvido sin haber tenido la oportunidad de ser apreciada. Y no es justo que esto pase por la única razón de ser mujeres. Sabemos que ha sucedido desde la antigüedad, a lo largo de los siglos, en nuestros libros de texto, y continúa ocurriendo en nuestros diarios y suplementos literarios.

A las creadoras se les ha concedido, de forma casi unánime, un porcentaje de visibilidad que oscila entre el cinco y el veinte por ciento, que no se diga. Pero no estamos conformes. Queremos más, queremos que sean expuestas, objeto de crítica, y tengan la posibilidad de estar en los escaparates de la recepción. Es lamentable que, con relación a la visibilidad de los cuerpos femeninos, el porcentaje sea diametralmente opuesto; ahí no hay duda de que los números se inclinan a su favor.

Celebraríamos esa misma abundancia de atención hacia sus obras. Nos gustaría que las creadoras no se toparan continuamente con esos muros que dificultan su oficio y su reconocimiento. Que pudieran contar con apoyos institucionales, con políticas de cuotas que impidan «la única cuota» que se repite sin ser impuesta ni forzada, la supercuota masculina en todos los ámbitos. Que contaran también con el apoyo de sus parejas, para que el peso de lo familiar y los cuidados estuviera más repartido, de cara a tener disponible ese «oro líquido» que supone el tiempo sin ataduras cotidianas, necesario para todo creador.

Hasta que eso no suceda, algo en este planeta estará herido y profundamente desfigurado.

Zaida Sánchez Terrer

 

 

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