Cazar el caos
Capítulo 22 – El festival de primavera
La furgoneta avanzaba por el bosque, pero la Marquesa retrocedía, pensaba en el pasado, cazaba a su yo de siete años, la niña que por primera vez visitó aquellas tierras; la que, sentada junto a un hombre que apenas conocía —pero al que debía llamar «padre»—, esperaba alcanzar la cumbre de la colina. Porque detrás la esperaba uno de los paisajes más hermosos que vería nunca: el castillo que el hombre tanto había descrito, el que le había prometido como consuelo por separarla de su madre. «Así se soborna a las niñas, prometiéndoles cuentos de hadas», pensó. Su padre había sido un príncipe azul, un marqués de verdad, y todo lo que había detrás de la colina era su reino. O eso creyó entonces la pequeña Emma. La adulta sabía que aquellas tierras no pertenecían a los Lerroux por herencia, que las habían comprado porque anhelaban un castillo y les ofrecieron el de los Ferrer en bandeja de plata. Con mucha cautela, giró su móvil en dirección a la verdadera princesa de esas tierras y le tomó una foto. Le hubiera tomado varias, pero entonces Cas preguntó: —¿Escuchan esa música o me estoy volviendo loca? Emma arrugó el entrecejo y agudizó el oído. Bajó la ventanilla y, en efecto, se escuchaba música a lo lejos. Solo entonces algo en su cabeza hizo clic. «Mierda, mierda, mierda», soltó en su fuero interno mientras la furgoneta alcanzaba la cima de la colina y, abajo, un castillo emergía entre un mar de viñedos. —¿Qué es eso que se ve allí? —preguntó Yza, estirándose y señalando un área del paisaje. Tenían una vista panorámica de las tierras que hacia el norte y el este se extendían como si no tuvieran fin. Ellas bajaban por la ladera de la colina en el sur. Hacia el oeste, los viñedos terminaban en un muro y, tras él, un camino estaba atestado de autos aparcados. Más allá, en una explanada sin árboles, se alzaba una franja de tiendas de campaña, una multitud de personas y un enorme escenario. De allí provenía la música. —Lo olvidé por completo —gruñó la Marquesa. —¿Qué olvidaste? Emma suspiró con pesadumbre antes de contestar. —¿Crees que sea un impedimento para que nos alojemos en el castillo? —preguntó Yzayana. —Es un hotel boutique, tiene pocas habitaciones y, dadas las circunstancias, dudo que encontremos alguna disponible. —¿No hay habitaciones exclusivas para los Lerroux? Ya entonces habían alcanzado la reja de hierro que era la entrada a los viñedos y dividía el alto muro de piedra. Dos cámaras de vigilancia apuntaban hacia la furgoneta y un guardia salió de una caseta adyacente y se acercó al vehículo. —Nombre y número de reservación —exigió. —No tenemos reservación —respondió el chófer de Margo—, pero llevo a la Marquesa de Lerroux en el asiento de atrás. Viene a visitar a su padre. —No vengo a visitarlo —aclaró Emma, alzando la voz—. Venimos a alojarnos en el hotel. —¿Marquesa de Lerroux? —inquirió el hombre en tono desconfiado y la escrudiñó por la ventanilla—. No lo parece. Necesito que me muestren las identificaciones de todos los que van en la camioneta. Tres guardias salieron de la caseta con aire amenazante. Casandra llevó su mano por debajo de la cazadora, pero Emma la detuvo con su resoplido. Se sacó la peluca y las gafas. El guardia la examinó mejor. El cabello cobrizo idéntico al del Marqués era inconfundible y, por supuesto, aquellos ojos grises eran reveladores, pero resultaba innecesario si a final de cuentas la hija de Lerroux era más famosa que su padre. El hombre habló por la radio y la reja se abrió con un pesado movimiento. Ascendieron por un camino de tierra, levantando el polvo y cruzando los viñedos hasta sortear una rotonda en cuyo centro ondeaban las banderas de Italia y Francia. A simple vista, el castillo no tenía una pizca de siniestro, pero a sabiendas de los hechos grotescos que habían acontecido en el pasado, a Emma la atacó un escalofrío. De niña, había escuchado la maldición de boca de sus primos, pero era una versión tergiversada, mezclada con la leyenda de Drácula. Más adelante, su abuelo, el padre de su padre, le había contado algo diferente. Fue esa historia la que de verdad la asustó. Frente al portón abierto, varios botones permanecían en fila detrás de un hombre vestido como mayordomo que se presentó como el gerente del lugar. Les dio una empalagosa bienvenida. —Es un placer tenerla aquí, Marquesa de Lerroux. Un enorme placer y una sorpresa. No sabía que actuaría en el festival… —No vengo por el festival, solo busco alojamiento. ¿Le quedan habitaciones disponibles? —¿La Torre del Marqués también se encuentra ocupada? —Su padre se la cedió a Dua Lipa. Sin embargo, debido a que el festival acaba mañana por la noche, la tendremos disponible al día siguiente. Estaban bordeando el patio interior, donde crecían las vides más antiguas. En tanto el gerente se desvivía en halagos, Emma no podía dejar de mirar la escultura de bronce que se alzaba en medio de la viña. Su padre le había hablado de ella tiempo atrás: representaba el Rapto de las Sabinas, un episodio mitológico sobre el secuestro de las mujeres de la tribu de los sabinos por los fundadores de Roma. En la escultura, un hombre se alzaba sobre otro, mientras que una mujer intentaba escapar del primero. «Hombres que raptan mujeres. ¿Cómo es que no me di cuenta antes?», pensó. «Y si mi padre puso esa escultura ahí, sabe mucho más de lo que creo». —Necesitamos total discreción sobre nuestra presencia aquí —le advirtió Emma al gerente. —Por supuesto, Marquesa, mis labios y los de mi personal están sellados. Sin embargo, debo señalarle que la prensa está muy pendiente de quienes entran y salen del hotel. Ha sido una suerte que no encontraran fotógrafos en la entrada, pero les ruego que tengan cuidado. —Muchas gracias por su aviso. ¿Mi padre se encuentra en el castillo? —El Marqués nunca se pierde un festival, pero algo urgente se le debió de presentar esta mañana porque se marchó en helicóptero. —Si llama, no es necesario que le diga que estoy aquí. —Entendido, Marquesa. Las habitaciones disponibles estaban una frente a la otra al fondo del castillo. El equipo de seguridad esperó las indicaciones de Emma mientras el gerente les dejaba las llaves y se despedía. —En cada habitación hay dos pases de cortesía para el festival —les indicó—. Si por algún motivo necesitan más, no duden en pedírmelo. En la noche mandaré a instalar los camastros adicionales. Disfruten de su estadía. Se marchó dejándolas en compañía de los botones. —La mitad de ustedes en esta habitación con la Marquesa y la otra mitad en esta otra, con Yzayana —se apresuró a ordenar Casandra. Yzayana parpadeó como si no entendiese de qué iba la pregunta. Tragó saliva y veló su mirada antes de contestar: —Supongo que si pensamos en la practicidad es la mejor opción… La periodista enmudeció. Emma tomó una gran bocanada de aire, pues no quería soltar las palabras despectivas que se acumulaban en su garganta y ofender a la guardaespaldas. —Ya escuchaste a Yza —se limitó a decir—. Nos alojaremos en la misma habitación. Eligieron la de la izquierda. A pesar de ser una de las habitaciones más sencillas, estaba finamente decorada, pero la falta de grandes ventanales y las paredes de piedra casi la convertían en una mazmorra bien iluminada. Sobre el escritorio descansaba un cartel del festival, dos entradas de cortesía y un par de antifaces. Yza los examinó con curiosidad mientras Emma despedía a los botones con una cuantiosa propina. —Combina con tus ojos —comentó Emma. —El festival parece algo único —repuso Yza. —Me cuesta admitirlo, pero lo es. —¿Por qué te cuesta admitirlo? Emma sonrió como si la respuesta fuese obvia y alargó la mano, pidiéndole sin palabras que le facilitara el antifaz. La periodista se lo alargó y sus dedos rozaron la palma de la Marquesa, quien preguntó, intentando mantener la calma: —¿Quieres saber el origen del festival? Yza asintió. —Como Dua Lipa. —Así es. —¿THE M.A.R.P. no…? —Hemos recibido la invitación —apuntó Emma—, pero me he negado a asistir y las demás han tenido que aceptarlo. El Marqués y yo no tenemos una buena relación desde… Desde lo de tú y yo… —¿No lo has perdonado? Emma guardó silencio y buscó la respuesta en los ojos de Yza. Notó cómo la periodista se agitó y sus mejillas, antes pálidas, adquirieron color; murmuró: —Tengo sed. Se acercó al minibar y abrió las puertas de par en par. Había agua, gaseosa y energizantes, además de dos botellas de cortesía, una de vino tinto y otra de vino espumoso. Yza sacó la primera y la examinó. —Le pediré al servicio que se las lleven —dijo Emma. —¿De qué hablas? Tú no bebes. —Necesito relajarme. Han pasado demasiadas cosas en dos días. —¿Y eso implica que bebas frente a una alcohólica en recuperación? —No vas a recaer porque alguien beba frente a ti, ¿o sí? —Con una copa bastará —comentó Emma y quiso retirar la botella de la mesita, pero Yza se lo impidió. —Déjala donde está —repuso. —Entiendo que no te sientas bien, pero esta no es la manera de lidiar con la situación. Yo lo sé mejor que nadie. Termina tu copa y hablemos de lo que pasó. Yza se aferró a la botella. Emma arrugó el entrecejo y forcejaron. De pronto, la botella resbaló y se estrelló contra el suelo de piedra. Se hizo añicos, manchando la alfombra blanca que sobresalía por debajo de la cama. Una mancha escarlata se extendió entre ellas. La periodista se echó a reír. —¿Qué es tan gracioso? —preguntó la Marquesa. —Una mancha de sangre como la de Vespa —expuso Emma. A Yza se le ensombreció el rostro de inmediato—. Como seguramente fue la de tu madre cuando la encontraste… —No hables de eso ahora. —Estás reprimiendo lo que pasó y crees que el alcohol te ayudará. —No me digas cómo debo o no debo enfrentar las cosas. —No pretendo decirte cómo hacerlo, pero he pensado que ambas necesitamos un cierre. Vespa merece un funeral. —Su cuerpo no lo tenemos. Sin eso no podemos hacerle un funeral. La policía se había llevado a Vespa para que el forense le examinara las heridas. Emma había pagado para que lo cremaran después de ello y había ordenado que las cenizas se enviaran a Londres. Alguien de su confianza iría a recogerlas y las llevaría a la casa de la cantante. *** —¿Por qué hay rosas? —le había preguntado la Emma de siete años a su padre días después de traspasar las puertas del castillo. Estaban dando un paseo por los viñedos a mitad de agosto. Mirasen donde mirasen, había racimos de uvas venciendo las ramas con su peso, pero la niña se había interesado por las rosas plantadas al extremo de cada fila de vides. —¿Por qué crees que sea? —dijo el Marqués complacido por tener una hija tan observadora. —Las rosas son bonitas. ¿Sirven de adorno? —Lo hacen, sí, pero ese no es el motivo por el que se plantan en los viñedos. ¿Quieres que lo te cuente? —¡Sí! —Expertos como tú. El Marqués sonrió y se acarició la barba. —Así es. »Los monjes cercaban sus viñas con rosales. Las rosas son tan bellas como delicadas y necesitan de cuidados especiales. Fueron las primeras en enfermar con la llegada del hongo. Eso les dio tiempo a los monjes para estudiarlo y contrarrestarlo antes de que las vides fuesen afectadas. Desde entonces, las rosas no solo sirven de decoración, sino de señal de alarma… *** Emma llevó a Yza al patio interior, donde estaba la pequeña viña. Señaló los rosales a cada extremo de la fila de vides y se detuvieron frente a uno. Estaban desnudos, sin rosa alguna, pero no importaba. Bajo el cuerpo de Vespa había florecido una rosa de sangre y el pobre descansaba sobre ella, elevado de alguna manera por encima de la muerte. Tal vez su destino era descansar bajo un rosal. La Marquesa retiró un poco de tierra húmeda y se sacó de la muñeca el par de brazaletes de coral rojo por los que había regateado en Torre del Greco. Le entregó uno a Yza. —Por un veterano de mil batallas —repitió Yzayana con la voz ronca y colocó el brazalete junto al de Emma. La Marquesa echó tierra sobre el agujero y le puso unas piedrecitas encima. Yza se quedó acuclillada y Emma notó que lloraba sin emitir sonido alguno. Sus lágrimas silenciosas se mezclaban con la tierra y la cantante hizo un esfuerzo enorme para no tocarla. —Te admiro, Lerroux —murmuró la periodista. —¿Por qué? —Mantienes el control en momentos como este. Emma suspiró. —Eso crees tú —dijo—. Puedo fingir estar en control porque me han criado así y he tenido que hacerlo la vida entera. En este castillo, hace tiempo, cuando no era todavía un hotel, mi padre me enseñó las directrices de cómo tenía que comportarme. —¿Qué edad tenías entonces? —Una fachada. —La fachada que ha quedado en pie cuando el resto del castillo se ha derrumbado. —¿Te sientes así ahora? Yza se irguió y le escrudiñó el rostro. Emma tardó en responder. —No pienses más en eso. Estoy aquí… Emma apretó la mandíbula y cerró los párpados con fuerza. La imagen de Yza cubierta de sangre la perseguiría por siempre, no había forma de escapar de esa pesadilla. Entonces sintió que algo le rozaba la mejilla y miró. Eran los dedos de la periodista. —Estoy aquí —repitió Yza y, acercándose a Emma, apoyó la frente contra su clavícula. *** Yza dormía mientras la Marquesa revisaba los archivos dejados por Olga. Había encontrado un perfil completo de Bernardo Ferrer. Se encontraba en Regina Coeli, una cárcel en Roma. Lo habían sentenciado a veintitrés años de prisión. Anocheció y Emma pensó en pedir la cena. Dejó a un lado la portátil y se acercó a la cama tenuemente iluminada por la lámpara de bronce en la mesita de noche. No habían comido en todo el día y no podía permitir que pasaran la noche con el estómago vacío. Suspiró. No quería despertar a Yza con brusquedad, pues apenas había conciliado un sueño tranquilo después de haber pasado la tarde entera moviéndose entre las sábanas. Emma intentó no mirarle las piernas desnudas enredadas entre la tela, pero sus ojos grises repasaron los muslos torneados y las ondulantes caderas. Yzayana dormía en shorts y camiseta. Su cabellera abundante parecía tinta sobre la almohada. —Yza —murmuró, incapaz de levantar la voz—. Despierta… La periodista suspiró y se removió, pero solo para darle la espalda, lo que significaba que podía contemplarle los shorts desde otro ángulo. —Yza —repitió—. Yza, despierta… .
shhh… es parte del espectáculo casandra
Pimcheeee casandra déjalas coger agusto
Jajajajaja, me representa
diablos yzayana qué poca empatía
Casandra? 🤨
Obvio
Si, archivos 7u7
Ya vemos que team es Casandra.
Emma: *rodea la mancha*
what a coincideNCE o:
Un día me embriagué con ese vino que toman los sacerdotes o.0
claaaaaaaaaaaaaaaro sisi
No podes terminar un capítulo así INFARTÉ
No voy a llorar. 🤧👍
Por finnnnnn. 🥺
No estoy gritando
¿Por qué nadie me invitó?
Perooo buenoooo. 🥵
El universo y las fuerzas de no sé qué las juntan una vez más
me muero memuero
no lo podes dejar aca hija de
Tú estabas esperando decir eso, yo estaba esperando oír eso, todos esperábamos esperando oír eso
Tenias que hablar Casandra, acabas de arruinar la magia del cuarto, digo del los papeles por checar
Pero como me lo dejás asiiiiiii
Me duelen por qué son tan lindas procedo a llorar
Si una copa de vino puso así a Yza denle vino todos los días
Ya de paso, envíenme una a mi casa
ES QUE ASÍ NO SE PUEDE, QUE ESCENA (procedo a gritar como loca)
Una de muchas cosas: 1. Bien que lo deseaba 2. Sigue medio dormida 3. Se le subió el alcohol a la cabeza 4. Bien que lo deseaba. PERO AHORA NO ME DEJEN CON LA INTRIGA
Festival tipo midsomar????
Ay aja
Amanecimos comediantes eh?
Man, me puse a fangirlear cuando se mencionó el rapto de las Sabinas. Es que hasta parece un un paralelismo con Cazar el caos, porque el conflicto entre romanos y sabinos acaba por la intervención de las mujeres, quizás aquí también pase. xD
Y me imaginé la escultura como la de Bolonia, que tiene unos señores detalles… que ufff
Cuánto a que le sangra la nariz mientras ve a Emma. xD
Me caen mal
Que pida un autógrafo en el pecho
Si incestuosas, compartan la cama jeje
Lesbianas del mundo, gente, camaradas, Ozuna, virgencita, Diosito allá arriba: estamos presenciando lo que yo vengo esperando desde que empezó la puñetera historia (se suena los mocos con un trapo), gracias. :3
Amén 🙏
Díganle a esta otra jajajaj
No mienta, marquesa liosa, que usted le quiere revisar otras cosas a mi pura y buena Yza. 🙁
No bebas culeraaaaa después lo vas a poner de excusa. Mejor cómete a Emma sobria
Quiero ir
A donde quieras, tóxica mía
Andale pues, ya que insistes necio.
Todo sea por la investigación 😏
Desde cuándo tanto interés por Becca Cass?
To be honest, yo no quiero que se arreglen, solo quiero que hagan el delicioso
Despierta estúpida, te ves peligrosamente sexy
Al fin del mundo ❤️
Inserte voz de Martinoli: «¡Tantas veces te lo pedí desgraciado, tantas veces! He vomitado bilis x ti, se me ha caído el pelo por ti, tengo nervios x ti, voy al psiquiatra x ti y hoy, ¡Hoy por fin apareces!! 😭