Cazar el caos
Capítulo 3 – Un tren kilométrico
El reflejo blanquecino la despertó de un sueño placentero, se removió entre las sábanas y, aún somnolienta, observó a Isabelle: mechones azabaches le ocultaban el rostro y se elevaban al ritmo de su respiración. Becca los apartó con delicadeza e Isa se removió contra la almohada dejando escapar un gruñido tierno. Ambas se habían ido a dormir muy tarde hablando de todo y nada mientras la lámpara de colores iluminaba el techo. Moría por despertarla a besos, pero otros eran los planes que centellearon en la memoria de Rebecca Savard. Se conformó con echarle una última mirada —le encantaba cuando Isa lograba conciliar un sueño tranquilo—, y se levantó de la cama con una técnica que ella había bautizado como la técnica ninja para salir de la cama sin que tu novia lo note. Tenía que pensar un nombre más corto antes de tramitar la patente, sin duda. Isa, sin embargo, no estuvo tan conforme con la efectividad de la técnica, porque gruñó y buscó a Becca entre las sábanas. La rubia se apresuró a poner una almohada estratégicamente cerca de la mano de su novia, y eso tranquilizó a Isabelle, quien abrazó el objeto y volvió a respirar profundo. Una vez fuera de la habitación se arrepintió de no haber tomado una sudadera. Tiritando en camiseta y bóxers, caminó de puntillas hasta el salón, buscó su teléfono, los audífonos y dirigió sus pasos al extremo del apartamento donde sus palabras serían eclipsadas por un par de paredes. Entonces llamó a su madre por Facetime. —¡Becky! —exclamó Olivia Savard, pero lo único que saludó a Becca fue la prominente papada de la mujer—. ¿Estás en el apartamento de Isa? —Sí, mamá, estoy aquí… —¿Por qué susurras? —Porque debo hacerlo, ¿recuerdas el plan? Aquel giro dramático de los acontecimientos, más que inquietar a Becca, la hizo sonreír. —¿De qué hablas? —preguntó, fingiendo preocupación—. ¿Finalmente se cambió de equipo? —No, por Dios, está loco, pero no lo suficiente como para abandonar a los Maple —descartó su madre—. Debes saber que nevó toda la noche y tu padre se levantó con la grandiosa idea de desenterrar su camioneta de la nieve. Le dije que no hay prisa, que es Navidad, pero ya sabes lo testarudo que es. Mira… —Becca se mareó ante el abrupto cambio de perspectiva de la imagen. Su madre enfocó la ventana y abrió las cortinas—. Mira lo que ese loco está haciendo… Lo que Becca vio —debido a la mala señal— fue a una mancha marrón en medio de un fondo blanco que de seguro era nieve. —¿Puedes hablar con él? —siguió diciendo su madre, apuntando la cámara de nuevo hacia ella o, mejor dicho, a su papada, mientras se escuchaba que abría la puerta—. Tal vez a la campeona de la WNBA 2018 sí que le haga caso… —Lo intentaré, mamá, aunque antes quería decirte… Pero Olivia Savard estaba metida de cabeza en sus propias preocupaciones y no escuchó a su hija. —¡Avery! —gritó—. ¡Avery! ¡Tu hija está al teléfono! Olivia extendió el aparato como si se tratara de una llamada común y Becca observó el cielo blanco sobre Calgary. Recordó haberlo visto cientos de veces mientras hacía angelitos en la nieve junto a sus hermanas. —¿Cuál de las tres? —escuchó a su padre preguntar con la voz ronca—. ¿La buena, la mala o la extraterrestre? —Pues si no ha venido a pasar la Navidad con nosotros, seguro que es la mala o la extraterrestre —contestó Olivia. Becca resopló y puso los ojos en blanco—. Pero ya deja de hacerte el idiota que sabes bien que las otras están durmiendo aquí en casa. ¿Por qué te llamarían? Becca casi se rio. Sabía que su padre estaba bromeando. El hombre tomó el teléfono y lo puso frente a su rostro con una gran sonrisa. —¡Hola, papá! —saludó Becca con entusiasmo. —¡Pero si es la extraterrestre! —exclamó el hombre y sus ojos azules se hicieron pequeños. Tenía unas hermosas arrugas alrededor de ellos de tanto sonreír—. ¿Cómo está el planeta Nueva York? —Tan nevado como el tuyo. ¿Ahora me vas a contar por qué estás paleando la nieve tan temprano? —¿Uno ya no es libre de palear la nieve de su entrada? —¿Y tu lesión en el codo? —le recordó Becca. —¡Exacto! ¡La lesión! —apoyó su madre desde algún punto fuera de cámara—. ¡La bendita lesión en el codo! Avery Savard se quitó la gorra de los Maple —su equipo favorito de Hockey y para el cual había jugado por muchos años— y la agitó en el aire. Los restos de nieve debieron de dispersarse, aunque Becca apenas lo notó. —Dejé una sorpresa dentro de la camioneta y si no quito la nieve tu madre no la recibirá a tiempo —confesó y le guiñó un ojo a su hija. La reacción de Olivia fue inmediata. Cambió la molestia por la emoción y se disculpó con Avery por haber sido tan gruñona. —¿De qué se trata la sorpresa? —lo interrogó. —De eso quería hablarles… —¡Ah, sí! ¡La sorpresa! —exclamó su madre apareciendo en el recuadro—. ¿Guardaste bien las salsas y el queso que te envié? —Sí, mamá, las guardé como dijiste… —¿Y las papas? Dime que no las congelaste. —No las congelé —gruñó Becca. —Pero el queso debe estar frío —añadió la mujer. —Eso lo sé. El queso frío, la salsa caliente… —Y la viertes justo antes de servir el plato, para que las papas sigan crujientes —añadió su padre. —De hecho, tengo un aparato que las fríe sin aceite, es una freidora de aire. —Está bien, lo haré, pero deberías checarte tus niveles de colesterol. —Estoy más fuerte que nunca… —¿Qué hacen? —se escuchó una voz somnolienta y Becca reconoció a su hermana mayor, Claire—. ¿Por qué hay tanto ruido a esta hora? —Becky le va a preparar el desayuno a Isabelle y la estamos ayudando. —Ojalá pudiera decir lo mismo de ti, Clary, pero ¿cuántos tiros has errado esta temporada? Dominar el disco no es lo tuyo, ¿o sí? —Uuuuhhh —dijeron sus padres al unísono—. Eso fue cruel… —Lo dice porque está en la liga de basquetbol estadounidense —contratacó Claire—. Lo único que hacen ahí es preocuparse por no estropearse la manicura. —Tienes razón, se me ven mejor las uñas levantando la copa del campeonato. ¿Me recuerdas cuántas has levantado tú? Claire comenzaba a ponerse roja, así que su padre decidió intervenir. Las hermanas siempre habían sido muy competitivas. —Ya estuvo bien de tanto cariño —dijo—. Vamos a desearnos una feliz Navidad y que al menos levantemos copas de champán todos juntos en Año Nuevo. —Y que en el 2019 podamos pasar la Navidad en familia —añadió Olivia Savard con anhelo en la voz. —Mamá —rezongó Becca—, iré antes de fin de año. —Lo sé, Becky, pero no es lo mismo… A Becca se le subieron los colores mientras Claire se despedía soltando portentosas carcajadas, ignorando por completo los regaños de su madre. —Que vaya todo bien con la sorpresa —dijo Avery con un carraspeo, se notaba incómodo. —No olvides lo de la salsa —apuntó su madre. —No lo olvidaré. Gracias por todo. Los quiero. ¿Le dan un abrazo a Madi y Jay por mí? Se despidieron agitando las manos y mostrando las amplias sonrisas marca Savard. Becca colgó y se preguntó si su familia de verdad creía que no le costaba estar lejos de ellos en las fiestas. No había tenido oportunidad de decirles cuánto los echaba de menos —incluso a la idiota de Claire—, pero es que hubiera sonado hipócrita. Había decidido pasar la Navidad en Nueva York y no había compartido los detalles tras esa decisión. Había un alimento que Isabelle adoraba sobre la faz de la Tierra y eran las papas fritas; un par de veces al mes salían de cacería por las calles de Nueva York intentando encontrar las mejores de la ciudad. En el despacho de Isa había un mapa donde aparecían marcados, con tachuelas, los sitios que habían visitado. Las tachuelas rojas representaban aquellos donde las papas habían estado asquerosas, las amarillas donde no habían sido tan malas y las verdes donde definitivamente tenían que volver. Las tachuelas doradas, sin embargo, eran las más importantes: sitios donde servían las papas al estilo canadiense. Solo había un par en el mapa. Por esa razón, Becca había decidido que esa mañana serviría Poutine, un platillo tradicional canadiense que consistía en papas fritas aderezadas con una salsa especial y queso en cubos. Parecía lo más sencillo del mundo, pero tenía sus secretos. Sacó una sartén, vertió una cantidad portentosa de aceite como le había aconsejado su padre y esperó a que se calentara. Entonces echó las papas y escuchó el incomparable chisporroteo que hacían al freírse. Eran papas importadas desde Canadá y, a pesar de lo que todo el mundo dijese, olían distinto; un aroma que envió a Becca en cohete a su niñez. Aspiró y sonrió, pensando que a Isa le evocarían recuerdos parecidos, pero entonces su entusiasmo cayó unos cuantos escalones: no tenía idea de cómo había sido la infancia de su novia y si su amor por las papas fritas había nacido en ese entonces. Casi al mismo tiempo de que ese pensamiento la asaltara, oyó los ruidos. Al principio pensó que se trataba de las papas, pero al escuchar con más atención se dio cuenta de que eran gritos ahogados. Los conocía. En cuatro segundos estaba entrando en la habitación. Isa se retorcía en sueños. Tenía el cuerpo rígido, los brazos a cada lado del cuerpo como si unas cuerdas invisibles la envolviesen y tratase de deshacerse de ellas. Soltaba palabras inconexas. Su frente estaba crispada de sudor y daba patadas intentando desenredar sus pies de la manta. —Estás en tu departamento, en Nueva York —dijo Becca. Colocar a su novia en un lugar y un espacio era otro consejo de los especialistas—. Es la mañana de Navidad del 2018. El pecho de Isabelle bajaba y subía como si acabara de burlar a la defensa de las Storms. Intentó hablar, pero ninguna palabra salió de su boca. Se quedaron así un par de minutos hasta que Becca tuvo que regresar a la cocina. Encontró humo y papas quemadas. Resopló, pero apenas le molestó el contratiempo. Tenía papas de sobra para freír, así que cambió de sartén y puso una nueva tanda. Esta vez no se movió de la cocina, aunque le preocupara Isa. Mientras vigilaba los tubérculos, fue haciendo trempettes, que eran tortas fritas muy similares a los pancakes, pero crujientes. En Canadá todo era crujiente. Al terminar, los bañó con jarabe de arce, nata y una pizca de mantequilla. Para entonces Stui le había mandado el siguiente mensaje: «¿Ya lo quemaste todo?». Becca le puso la bandeja sobre las piernas y le quitó aquel mechón rebelde que siempre insistía en dividir su rostro. —¿Te sientes mejor? —le preguntó con dulzura. Isa asintió y tomó una pizca de jarabe con el dedo. Sonrió tímidamente después de probarlo. —Ese es el poder del jarabe de arce —comentó Becca y vio cómo su novia volvía a mover la cabeza de manera afirmativa. Becca respetaba el silencio en que se sumía Isabelle después de una de sus pesadillas, pero aquella mañana estaba segura de devolverle la elocuencia con rapidez. Había planeado esperar al final del desayuno para darle su regalo, pero situaciones espinosas requerían acciones contundentes. —Ábrelo —le pidió, extendiendo el paquete envuelto en papel estampado con figuras de renos. —Esto es… —dijo Isa, despacio, con un hilo de voz que provenía directamente de la emoción. Examinó las páginas del libro con los ojos muy abiertos, sus pupilas doradas centellearon. —Hace unos meses —comenzó Becca, que ya no podía guardárselo más—, encontré una ilustradora en Instagram con un estilo fascinante y pensé en proponerle un proyecto que me había estado rondando la cabeza desde hace ya bastante tiempo. —¿Hace… cuánto? —No me lo recuerdes —murmuró Isa, pero sonreía. —Fue lo que más llamó mi atención —confesó Becca—. Sé que suena raro, pero si no hubieras tenido las uñas como las tenías, tal vez me hubiera alejado de ti. —¿Hablas… en serio? Becca asintió muy convencida y agregó: —A mí tampoco me importaban demasiado las uñas cuando era pequeña, me parecía un incordio tener que cuidarlas, una pérdida de tiempo. De todas formas, cuando jugaba hockey o básquet, se echaban a perder. Jamás pude tenerlas largas y bien cuidadas, aunque intentaba mantenerlas limpias. Pero tú… —Yo trabajaba en aquel pozo petrolero… Isa apartó la mirada de los ojos azules de Becca porque a veces daban la impresión de inundarle el rostro y era difícil mirarlos y no sentirse conmovida. —Puedo evocar muchos detalles de esa noche —prosiguió Rebecca señalando el libro—, y no quería que fuesen olvidados. No confío en mi memoria de aquí a unos años. Así que pensé en conservarlos de algún modo y de eso nació este libro. Isabelle pasó la mano por la pasta dura, como si lo acariciara. —Es… único —murmuró con la voz entrecortada por la emoción—. Es único en todo el mundo. No tengo palabras… —Me basta con que te guste. —Me encanta. Es como regresar en el tiempo. ¡Incluso me dibujó con el atuendo que llevaba ese día! —¡Cómo olvidarlo! Esa blusa magenta daba mucho de qué hablar… Dedicaron un buen rato a desempolvar los recuerdos de una noche que había pasado a la historia como la noche en que se volvieron inseparables. Ambas la recordaban con intensidad, aunque cabía decir que se trataban de intensidades distintas: para Becca, era como la intensidad de un aroma que quería volver a experimentar una y otra vez; para Isa era algo parecido a un terremoto. Le derrumbó las barreras que con tanto cuidado había levantado durante años. Al final, Isa anunció —mientras le daba los últimos bocados a su desayuno— que también tenía un regalo para Becca. —Tal vez no sea tan espectacular —le advirtió llevándola a la sala y rebuscando debajo del árbol—, pero estoy segura de que no te dejará indiferente. La suave pero continua nevada que había blanqueado Nueva York por la noche estaba de regreso y ligeros copos de nieve se adherían al ventanal. Isa les echó un vistazo, como si hubiera olvidado que en el mundo existía algo así, y con las manos de pronto temblorosas, le extendió su regalo a Becca, quien lo desenvolvió con avidez. La tela se deslizó entre sus dedos como lo hubiera hecho un manto de seda y no demoró en encontrar la firma. Retuvo el aire en sus pulmones. —No puede ser… —exhaló. Examinó la camiseta por ambos lados, la miró por arriba y por abajo, por el revés y el derecho. Isabelle sonrió con ternura ante el rostro maravillado de su novia. Becca pensaba que se trataba de un truco, como si la tela fuese la capa de un mago. Isa la sostuvo por los hombros y le aseguró que era real. —Incluso escribió un mensaje. —¡¿Qué?! Isa se rio y señaló el lugar donde la icónica jugadora de Los Ángeles Sparks había inscrito sus elaborados trazos. Los ojos de Becca pasaron de lagunas azuladas a un océano que se volcaba sobre las palabras como si quisiera devorarlas. —¿Cómo…? —farfulló—. ¿Cómo conseguiste esto? —Tengo mis influencias. —¿Y no me dirás cómo es que tus influencias consiguieron este tesoro? —Sabes que nunca revelo esa clase de información. —¿Ni siquiera si te atacara un ejército de cosquillas? —Veamos cuánto dura ese entrenamiento cuando te alcance. Para entonces, Isa había huido hacia el otro lado del salón y tenía el sofá de por medio. Becca lo brincó con la agilidad con la que saltaba hacia el aro y atacó a su novia con todo su arsenal. Acabaron riendo y forcejeando en el suelo, mientras la nevada al otro lado de la ventana se hacía más y más densa. Becca lo notó y una mueca de desilusión se extendió por su rostro. —¿Qué sucede? —le preguntó Isabelle. —El clima podría arruinar mis planes. —¿Y qué planes son esos? —Tengo preparada otra sorpresa para ti. —¿Otra? —Una que implica salir del apartamento, pero si sigue nevando así… —Seguro que dura un par de horas y luego se acaba. —Puedo encender lo que quieras si haces chocolate caliente. Becca la besó en la punta de la nariz antes de ayudarla a incorporarse. Isa prendió el televisor mientras su novia entraba en la cocina. Cuando la basquetbolista regresó con las tazas rebosantes de pequeños malvaviscos de colores, Isabelle miraba la pantalla con un gesto indefinible. —¿Qué sucede? —preguntó Becca, dejando el chocolate sobre la mesa. Su novia no reaccionó, tenía los ojos dorados fijos en las imágenes de un aparatoso accidente automovilístico. Estaban involucrados un coche y un camión. El primero había quedado destrozado del lado del conductor y por la maquinaria que tenía alrededor se intuía lo difícil que había sido sacar a la persona que manejaba el vehículo. A la derecha de la pantalla dividida, una reportera estaba entrevistando a un paramédico a las afueras de un hospital donde, además de ellos, había una multitud de personas llevando pancartas. Becca recordó la mañana que había encontrado a su madre llorando frente al televisor cuando se transmitió la noticia de la muerte de la Princesa Diana. Lo que estaba viendo en ese momento era muy similar a eso. Tomó el control y quitó el mute. Becca se sentó en el brazo del sofá asimilando lo que acababa de escuchar. Emma Lerroux era la vocalista y compositora de su grupo musical favorito, una de las estrellas más famosas de los últimos tiempos. Las personas que se habían reunido a las afueras de aquel hospital en Barcelona llevaban la clase de objetos que le llevarías a un convaleciente: tarjetas que decían «Mejórate pronto», peluches, fotos suyas con mensajes de cariño, pósteres del grupo y flores, innumerables flores. Chicas adolescentes lloraban y se abrazaban unas a otras, mientras el personal médico intentaba apartarlas de la entrada a emergencias. —¿Isa? —llamó. La buscó por todo el apartamento hasta que notó la silueta detrás de la ventana entreabierta de la habitación. Al descorrer las cortinas, que se ondulaban con el viento helado, descubrió a su novia sentada en la escalera de emergencia, envuelta en un abrigo grueso que acumulaba nieve en los hombros y el regazo. Su mirada seguía perdida, solo que esta vez lo estaba en algún punto de la calle y su cabellera azabache comenzaba a tornarse blancuzca, como si la vejez la hubiese tocado. —¿Qué haces aquí? —le preguntó. La respuesta de Isabelle fue mirarla con ojos angustiados. Becca fue por un abrigo, se sentó a su lado y se dejó rodear por sus brazos temblorosos. —¿Qué sucede…? —insistió. Pero su novia guardó silencio y Rebecca tuvo que conformarse con quitarle la nieve de la espalda y tratar de que esas caricias torpes la animaran de algún modo. No entendía nada, pero se tragó las preguntas con paciencia. A esas alturas de la relación sabía que si Isa quería decirle algo, lo haría sin que se lo pidiese, porque aunque pareciera broma, eso de guardar secretos incluso bajo tortura era una verdad que su relación había sorteado no sin altibajos. Isabelle jamás revelaba más información de la que quería revelar y a Becca le había costado años entenderlo y, sobre todo, aceptarlo. Becca suspiró y la abrazó con más fuerza. *** La nevada se disipó poco después de mediodía y el pronóstico a partir de entonces era favorable. Isa había permanecido de un humor sombrío la mañana entera, pero se animó cuando la nieve dejó de caer y Becca le propuso que salieran al encuentro del segundo regalo. Se suponía que era una sorpresa, pero que la rubia empacara los patines era una pista. Llegar al Rockefeller Center no fue sorpresivo, pero sí que estuviera reservado para ellas. —Lo alquilé por una hora —explicó Becca, mientras se ajustaban los patines. —¿Solo para nosotras? —Solo para nosotras. —¿Y por eso esas niñas nos miran feo? —Es probable. ¿Crees que podamos vivir con el peso de la culpa? Su teléfono vibró en el bolsillo de su chaqueta y vio que era su madre que le enviaba otra veintena de fotos de cómo estaban pasando la Navidad en casa. Su sobrino, Jayden, estaba sacando provecho de ser el más joven del grupo, pues en todas las fotos aparecía desenvolviendo regalos. El Nintendo Switch, que su tía Becca le había enviado, parecía ser su favorito. —Te gané, Clary —murmuró levantándose sobre los patines con una sonrisa triunfal—. ¿Qué le regalaste tú? ¿Tres pares de calcetines y cinco calzoncillos a cuadros? «Yo le regalé la vida, imbécil», escuchó la voz de su hermana en su cabeza y se rio por la fiel representación. Cuando entró al hielo, Isa estaba al otro extremo de la pista, patinando distraída, con la mirada perdida en los edificios circundantes. Becca pensó que su novia no tenía que lidiar con las decenas de mensajes de felicitación que las familias intercambiaban en las fiestas. Los Savard las habían llamado a media mañana para desearles una feliz Navidad; Claire había aparecido para hacer comentarios subidos de tono sobre lo bien que debían estarla pasando. Isabelle había sonreído y contestado con suma cortesía, pero aquello no era igual a lidiar con las felicitaciones de una veintena de familiares. Isa no contaba con una familia extensa, ni siquiera con una pequeña. Por lo que Becca sabía, su novia había crecido en casas de acogida y ninguna de ellas había sido tan especial como para seguir en contacto con las personas que la atendieron. Su madre había sido el Estado y su padre, la Ley de Protección a Menores. Cuando Becca tocaba el tema, Isa lo rehuía con una frase muy simple: Becca sospechaba que las pesadillas provenían de esos años, porque Isa ya las tenía cuando iban a la universidad. Eran aquellos años que permanecían en la oscuridad los que la perseguían de alguna forma que Becca desconocía. Patinaron por la pista, tomadas de la mano. Becca trataba de sonar entusiasta y llenar los silencios con anécdotas navideñas como: «¿Recuerdas la primera Navidad que pasamos juntas?» o «¿Recuerdas aquella en la que no pudimos salir porque teníamos un examen muy importante después de vacaciones?». Pero por más que Becca se esforzaba en que su novia sonriera, la expresión le duraba unos minutos para luego ser reemplazada por la melancolía. Suspiró y levantó la mirada al enorme árbol navideño que coronaba el Rockefeller Center. No era exactamente así como había imaginado ese momento, en su mente se había dibujado mágico y romántico. —¿Estás loca? —exclamó Isabelle, pero estaba entusiasmada—. ¿Cómo aprendiste a frenar así? —Mi padre me enseñó. Es el frenado Savard, patente pendiente. Isabelle se echó a reír con ganas y abrazó a Becca. —¿Quieres que te enseñe? —le dijo ella al oído. —¡Me encantaría! Y, finalmente, mientras Becca le enseñaba los ancestrales secretos del frenado Savard —patente pendiente—, sintió que estaba sucediendo lo que tanto anhelaba: ese momento memorable, el momento perfecto para poner en marcha uno aún más perfecto. Respiró profundo, tomó entre las suyas la mano de Isabelle y estaba a punto de arrodillarse cuando el teléfono de su novia comenzó a sonar. Becca conocía de memoria los diferentes tonos que usaba Isa para diferenciar la importancia de sus llamadas. Uno era para su jefa —llamada que jamás rechazaba—, otro cuando se trataba de sus colegas —llamadas que rechazaba si se encontraba con Becca—, el tono que pertenecía a Becca —que Isa no rechazaba a menos que se encontrara en medio de algo urgente del trabajo—, y otro, un tono único, que Becca no sabía a quién pertenecía exactamente y que Isa jamás contestaba en su presencia. Comenzó a nevar. Becca sostenía la caja con el anillo dentro del abrigo y cuando notó que la llamada de Isa había finalizado, se acercó a su novia con cautela, pues Isa tenía la mirada perdida allí donde niños y niñas esperaban su turno para usar la pista. —Ha comenzado a nevar —le dijo a Rebecca como si nadie más que ella lo hubiera notado. Su voz contenía algo, había alguna cosa que le atoraba las palabras en la garganta. —¿Te encuentras bien? Isa negó. Tomó aire. Una. Dos. Tres veces. —¿A México? ¿Quién ha muerto? Isa guardó silencio y Becca dejó de apretar la caja con el anillo. Sacó la mano del bolsillo. —Es complicado de explicar —pronunció Isabelle—, pero tengo que ir. No podré viajar contigo a Calgary a ver a tu familia. Lo lamento. —No te preocupes por eso ahora, mi familia entenderá, incluso si ambas no vamos… —¿A qué te refieres? Becca sonrió comprensiva. —Déjame acompañarte. —No… —Debe de ser alguien importante para ti si estás dispuesta a dejarlo todo para ir a su funeral. Becca arrugó el entrecejo, descolocada. Lo era, era muy frustrante, pero Becca decidió no ir por ese camino. Levantó su mano enguantada, le acarició el rostro y le dijo: —No haré preguntas, está bien si no me dices de qué se trata, pero, por favor, déjame acompañarte. Te ves muy afectada y no me quedaría tranquila si pienso que te encuentras sola, en otro país, sintiéndote así. Quiero cuidarte… A Isa se le llenaron los ojos de lágrimas y miró hacia otra parte. Becca la abrazó y sintió cómo convulsionaba contra su pecho. Finalmente estaba llorando. —¿Prometes no hacer preguntas? —pronunció sollozante. Becca la abrazó con fuerza mientras la nieve caía sobre ellas.
Vamos a leer csm
Jajaja, me encanta tu actitud y también tu nombre:v
Navidad, dolorosa navidad
Así es, la del 2018 pasará a la historia por ser dolorosa
Ya llegué
Holi!! 🙊
Jajaja, eso me recuerda a ayer…
¿A la traición, hermana?
Deja de estar resentida
Ke lindo
Lo sé, Beca va a ser adorable, vamos a desear que se quede con Yza, pero… NO! Yza es de Emma y Emma es de Yza, fin!
Concuerdo totalmente
Que no le importa el corazón de Becca, dice
Exactamente 😊
Exacto, la marquesa no tiene comparación 🛐
Estoy contigo hermana..amen
Te leo muuuy segura de ser #TeamEmma
Creí que ya lo había dejado claro, incluso cuando en Armonía secreta todas la estaban crucificando yo me mantuve firme en mi amorsh!
Exacto….
La gobernada…
Como tú
El burro hablando de orejas
Alamadre
Jajajajaja, ¿te imaginas a Isa diciendo eso? Jajajajq
Jajaja. Oh, por supuesto que sí
Saca esos pensamientos cochinos de tu mente sana como manzana
Soy un pan de Dios, querida
Que le va a pedir matrimonio, dice
Esto es una lokuraaaaa….como puede pedirle matrimonio si no la conose del todo…
Pues llevan 8 años, Becca la quiere muchísimo y en cierta parte entiende por lo que pasa Yza aunque ella no le diga nada
Tienes boca llena de razón
Siempre 💅
Quaaaooooooo……nunca me paso eso por la cabeza…
👀
Si supieras mija
Es k no es obio….su chica acaba de tener un asidente….como kieres k este…pero k mensa…
Jajajajajaja
Grasa!! Siii!!
Ya me dieron ganas de papitas
JAJAJAJAJAJAJA cosas que pasan
¿No es chiste es anécdota? Jajajaja
Ve anda y quita toda la nieve ^^
Mira que chistosa la situación, Yza domina a Beca y a Yza la domina la marquesa (aunque lo trate de negar)
Y la historia se repite….
Jajajajaja, veamos quién domina a quién al final de esto 🤭
Ese tipo de comentarios da miedo
No temas mi pequeño saltamontes…..
Ternurita
Como tú :3
Jajajaja, no comencemos
JAJAJA éste señor :3
Se ve que cuida de la salud de su hija :v
Ay Dios mío no me digas que le quiere pedir matrimonio a la zayayina
K dios se apiade de nuestras alma…
Te imaginas que le diga: ¿Zayayina, te quieres Cazar conmigo?
No tienen porque enterarse xdxd
JAJAJAJAJ necesito padres así
Jajajajajaja, ¿en serio?
Le acarició los nudillos, dónde escuché eso antes?
En donde sera???
Mi Yza😞
NO
#TeamEmma&Yza
Mmmm
Supongo que algunas costumbres nunca mueren.
Yza sigue siendo adorable
Espero k con emma sea adorable….
Jajajaja, para nada, a Emma le va a costar un buen volver a «domarla»
Después de lo que Emma le hizo seguro que será súper adorable
JjaaajAa
Hay la madre
Mmmm….todos estan preucupado por el estado de emma….k se olvidaron de joana….
Perdón 🙏
Wow solo wow
La desgracia…
Una pregunta…es k a nadie le interasa el estado de joana….por dios le cortaron una pierna…..
Jajaja, no lo dije por Emma, ella dentro de lo que cabe está bien. Lo dije por la pobre de Joana
Haaaa okey….lo siento
Te imaginé diciéndolo y me reí. Perdón 😔
Que la mate, dice
O si nena 😎… No ya en serio si.
Mmmm….si fuera yo k estubiera k guardar secreto….creo k estaria en mi cuarto…con seguro en la puerta…solo para no sorta la lengua…
Jajajajaja 🤣
Chan chan chan chaaaaan!
Pero que carácter, mujer. Un gracias estaría bien
Oye mas repeto no ves k esta preocupada por su prima….
No cambia el hecho de ser un poco cortés por todo lo que hizo Becca
No respondere a eso….
😭😭😭
Y joana???
Suena a spoiler 👀
Pero si la persana kiere ser sanado….
Ummjú
Dios =( la pesadilla de los recuerdos la torturan
Esta igual k emma al principio….pero creo k yza es mas fuerte…
Hooo por dios! Hooo por dios!
Y como no….si su amor esta en estado trictico….seguro emma esta en la vida y la muerte…..
También podría ser que los reporteros sean amarillistas
Y si que lo fueron
En cuanto lo encienda Emma estará en todos los canales de noticias😬
🥲🥲
Que ganas de romperle el corazón a la gente!
Yo tembien me ago esa misma pregunta¿?
Admiramos a Yza ♡
Noooooo, mi Joaaaa😭😭😭
Por finnnnnnn por finnn alguien k se preocupa por joana….ya esta perdiendo la sesperanza….dios….mi joanaaaa
Lo que hace el amor. El detall es lo más lindo que se tiene en una relación y eso lo hace becca a Yza. Me encanta esta chica 🤩
Si es una buena chica…pero el k tiene k estar en su lugar es emma…no ella….emma esta primero…yo la vi llora por yza…gritava su nombre en las sombras….siempre esta sufriendo aun sigue sufriendo….se merese un dia de felicida…por dios….sufrio un hasidente….ya es demaciado para emma….
Sí. Emma también merece ser feliz. Igual Becca. Es un asunto conplejo
Entonces fue la viejita
Jjjjjjjaaaa…alpareser si…es la anciana…..k triste.buajjaaaaa
Jaaaajaaaa
Son tantas cosas Becca😞
Presiento algo feo =(
Tienes un buen sexto sentido
Nooo ay estoy llorando, no les puede pasar nada =(
Ella estara bien…..simpre positibo
Wao, de verdad que se inventó toda una nueva vida nada que ver con la real:(
Fue su manera de escapar, de evadirnos todo.
Que ricooooo
Ufff, sí, amo las papas
*le echa veneno*
Ve por por ella 🥺
Uhhhh golpe bajo…
Claire es experta en eso, jajaja
Ay nooo, amo a Becca, de verdad me cae muy bien, pero no es Emmaaaaa
Es verda es una chica perfecta….pero avese lo perfecto aburre….¡bueno eso dise mi madre!
Tu madre sabe
Lindo regalo de admirar, la camisa de su fan.