Cazar el caos
Capítulo 20 – Rosa abierta
Bueno, en realidad sí que lo entendía, pero eran varias las piezas del rompecabezas que constituían el disgusto que reverberaba en su interior. La falta de alcohol era el telón de fondo; la tenía temblorosa, ansiosa y con la garganta seca todo el tiempo. Para muchos el alcohol era un desinhibidor, la llave de la compuerta que deja escapar los sentimientos mejor guardados. Para Emma, en cambio, era un regulador, siempre lo había sido. No perdía el control cuando bebía una copa o dos, al contrario, lo retomaba, podía tranquilizarse, poner las cosas en su lugar, anestesiar sentimientos hostiles y mantener el dolor a raya. «Fuiste una imbécil, Lerroux», pensó con rabia. Sacó con dedos temblorosos el blíster de las pastillas que su médico le había recetado para combatir los síntomas de la abstinencia. «Si Yza supiera que la abstinencia me hace más propensa a tener delirios, alucinaciones y confusión mental, correría a servirme una copa de buena gana, pero no creció con una madre alcohólica, no soportó los periodos de sobriedad como lo hice yo». Hay algo chocante sobre destapar el pasado de un monstruo. En principio imaginas que la crueldad ha nacido con él. Piensas que de pequeño maltrataba animales y que a su alrededor se extendía la maldad como un virus infeccioso. Pero aquella grabación no hablaba de eso. Hablaba de hombres y mujeres que habían sufrido circunstancias que los habían empujado a convertirse en los verdugos de un pueblo. Y el monstruo, ese que intentas cazar, es un niño asustado que quiere huir de aquella perversidad. Emma bajó las escaleras con eso en mente. Había alquilado habitaciones en pisos distintos aconsejada por Casandra. Divisó a los guardaespaldas de Yza apostados en la puerta de la habitación donde habían dejado a Vespa. Estaba por decirle a los suyos que también esperasen en el pasillo, pero entonces la periodista cruzó el umbral como una sombra. Lo que sucedió a continuación —los guardaespaldas empujando a Yzayana detrás de ellos mientras sacaban las armas, les quitaban el seguro y apuntaban al interior de la habitación— le pareció irreal, como sacado de una serie policiaca. Emma no quería creer lo que estaban viendo sus ojos grises y no reaccionó a la primera. Sus guardaespaldas la empujaron contra la pared con un movimiento violento que le cortó la respiración, se cerraron a su alrededor, sacaron las armas y apuntaron a todas partes. —¡Llamen a una ambulancia! —rugió Emma desgarrándose la garganta. —Nuestra prioridad es protegerla, Marquesa… La liberaron. Se arrodilló frente a Yza con el corazón latiéndole en los oídos. Sus manos torpes le tantearon la blusa cubierta de sangre, mientras que su boca repetía que llamasen a una ambulancia. —¿Dónde está? —farfulló desesperada—. ¿Dónde te hirieron? Yza no respondió. Estaba en shock. Tenía la mirada perdida y la posición que hubiera adoptado un títere al cortarle las cuerdas. Emma le levantó la blusa con dedos temblorosos, el terror invadía su corazón y apenas podía respirar. No quería encontrar lo que debía encontrar. —¿Qué es esto? —murmuró abrumada. La piel tenía una mancha sanguinolenta, pero no había herida visible. Ni en el abdomen, ni en el pecho, ni en la espalda. Mientras repetía aquellas palabras, los guardaespaldas revisaban la habitación con las armas en alto. —Se trata del perro, Marquesa —informó el primero en regresar. —¿Qué le pasó? —preguntó Emma. El guardaespaldas negó con la cabeza como si le diera pena describirlo y la periodista perdió el conocimiento antes de aclarar nada. La Marquesa la sostuvo entre sus brazos, le examinó el rostro lívido e intentó reanimarla, pero entonces llegó Rebecca y se la arrebató de entre los brazos. —Tranquila. No está herida —explicó Emma. —¡¿Y toda esta sangre?! —bramó Becca. —No es suya. —¡¿Entonces de quién?! La Marquesa tenía que comprobarlo. Intentó entrar a la habitación detrás de Casandra, pero esta le pidió que esperase. Quería descartar cualquier amenaza. —Te aconsejo que no lo veas —le advirtió Cas cuando salió. Era una mujer dura, pero incluso ella parecía afectada por lo que había dentro—. No es una imagen que quieras poner en tu cabeza. Mejor vuelve al penthouse y deja que nosotros nos encarguemos de esto. Emma regresó la mirada hacia Yza, que estaba recuperando el conocimiento en brazos de Becca. Comprendió que no podía ignorar lo que estaba en la habitación. —Ambas debemos cargar con el peso de esa imagen —dijo y entró. Emma apretó la mandíbula y se obligó a presenciar la violencia con la que habían acabado con su vida. Más tarde, Yza le contaría que su primer impulso fue tomar al perro entre sus brazos con intención de llevarlo al veterinario, pero cuando lo pegó a su cuerpo y notó lo rígido que estaba, se dio cuenta de que no había nada por hacer. —Dejaron una nota —dijo Cas. *** El sonido del agua cayendo distraía a Emma. «Que el agua se lleve todo», pensó. Yza seguía en la ducha cuarenta minutos después de haber entrado. A la Marquesa también le hubiera gustado purificarse, sacarse todo de encima, pero el carabiniere que tenía en frente llamó su atención con una tos que parecía un gruñido. De hecho, llevaba varios segundos intentando que Emma prosiguiera con el relato de los hechos. No habían sido tan estúpidas como para llamar a la policía. Un huésped entrometido era el culpable. Había presenciado una escena que, sin el contexto adecuado, era terrible: Yza ensangrentada y protegida por un círculo de guardaespaldas con las armas a plena vista, vigilando cada rincón y gritándole a los intrusos que no hicieran movimientos bruscos o dispararían. —¿Tiene alguna idea de quién pudo hacerlo? —preguntó el carabiniere, sacándose la gorra y enjugándose la frente sudorosa. La Marquesa respiró profundo, controló la furia, y respondió: —Alguien que odia a los perros… El caribiniere lo anotó. Se veía decepcionado. —Voy a revisar las cámaras del hotel —anunció guardando libreta y pluma—. ¿Quieren venir conmigo? Emma desvió la mirada hacia el cuarto de baño. El agua no dejaba de caer. Becca cuidaría de Yza, pero, de todas formas, la Marquesa no quería alejarse demasiado. —Estará bien —le aseguró Cas como si le leyera el pensamiento—. Es importante revisar las cámaras y si la policía va a facilitarnos el proceso, no hay tiempo que perder. Emma asintió sin entusiasmo y siguieron al carabiniere hasta la recepción. Los huéspedes se notaban aturdidos por la presencia del uniformado. El gerente del hotel, con palabras amables, pero actitud frenética, intentaba deshacerse de las miradas indiscretas. —La única opción es el balcón —apuntó Emma, decepcionada—. Lo dejamos abierto para que Vespa no se sintiera encerrado. —¿Está sugiriendo que alguien escaló no sé cuántos pisos para acceder a la habitación y matar a un perro? —preguntó el carabiniere con fastidio en la voz. —Sugiero que pensemos en todas las alternativas. —Y yo que vayamos a la habitación donde se perpetraron los hechos —repuso el oficial—. Tal vez mis compañeros hayan descubierto alguna cosa que nos sea de utilidad. Una vez en el ascensor, Casandra murmuró en portugués: —Es hora de hacer la llamada. Emma se removió incómoda. —No voy a hacer esa llamada —siseó. —Alguien manipuló las cámaras —repuso Casandra más seria que nunca—. Nos estamos quedando sin opciones y, lo siento, jefa, pero tu orgullo vale un cuerno en la balanza donde se equilibran nuestras vidas. Mientras salían del ascensor tras el carabiniere, Emma asintió hacia Cas, dándole a entender que pondrían en marcha el plan que había sugerido. —¿Tenemos que ir a prestar declaración en la comisaría? —preguntó la Marquesa como quien no quiere la cosa. Habían llegado al lugar de los hechos y los otros policías estaban terminando de recolectar evidencias y guardarlas en bolsas transparentes—. Mañana temprano regresamos a América y hoy se nos ha hecho tarde para empacar. El oficial se mostró sorprendido. —Pensé que acababan de llegar —dijo. —Así es, pero este incidente nos tiene nerviosas. Nápoles no irá a ninguna parte. Regresaremos en otra ocasión. Entonces, ¿debemos ir a la comisaría? —Sin duda estamos frente a un caso extraño, pero al tratarse del deceso de una mascota veo improbable que necesitemos más declaraciones de las que ya me han proporcionado. La falta de evidencia audiovisual me inquieta, así que pondremos especial énfasis en saber cómo accedieron a la habitación sin cruzar la puerta principal. Pueden quedarse tranquilas. Emma lo agradeció y le recordó que llevase el asunto con la máxima discreción posible. —El gerente tampoco está interesado en que se extienda el rumor —repuso el hombre—. Este es uno de los mejores hoteles de la bahía y está comenzando la temporada primaveral. Si alguien se entera de que mataron a un perro en una de las habitaciones, dejarán de llegar turistas. Trataremos el asunto con especial discreción. Otra cosa por la que no debe preocuparse. Se notaba que el carabiniere lo único que quería era sacárselas de encima y dejar el caso en el olvido. —Por supuesto, Marquesa. ¿A qué hora piensan dejar el hotel? —A las seis. —A las seis menos diez estaremos esperándolas en la entrada. Agradecieron una vez más la «amabilidad de la policía napolitana» y se despidieron del hombre antes de subir al penthouse. Encontraron a Yza en pijama y con el cabello envuelto en una toalla. Se veía normal, como cualquier mujer que se prepara para meterse a la cama, pero tenía la mirada de cristal, como si todo en tu interior —el corazón, los pulmones, el estómago, las venas— fuesen de cristal y pudieran romperse en cualquier momento. —¿Qué dijo el policía? —preguntó Becca. —Que mañana vendrán por nosotras para escoltarnos al aeropuerto. —¿Entonces pondremos el plan en marcha? ¿Habrá mordido el anzuelo? —Eso parece, pero no debemos fiarnos —apuntó Casandra y a continuación insistió—: Jefa, no esperes para hacer la llamada. Luego podría ser muy tarde. La respuesta de Emma fue un gruñido perezoso. *** —¿Estás segura de que esto saldrá bien? —le preguntó Emma a Casandra cuando estaban a punto de pasar el filtro de seguridad. —Confía en mí. —Confío en ti, pero no en ella. A Emma se le encogió el estómago cuando perdió de vista su maleta en la negrura del escáner. —Tiene objetos no permitidos en su equipaje —le dijeron de inmediato—. Acompáñenos por favor. La llevaron a una oficina. Casandra, Becca e Yza también fueron a parar allí. Cuatro mujeres, parecidas a ellas, pero vestidas como oficiales de seguridad del aeropuerto, las estaban esperando. Intercambiaron la ropa sin decir una palabra. Las sustitutas salieron de allí con el equipaje falso. Un hombre entró después, se presentó y las condujo por pasillos interiores hasta el perímetro del aeropuerto. Una furgoneta de vidrios polarizados las esperaba. Subieron. *** «Cuando te hayas consolado, te alegrarás de haberme conocido». Años atrás, en uno de los peores días en el infernal internado escocés, a Emma le había llegado un paquete. Las alumnas tenían permitido recibir dos clases de objetos: ropa o libros. Dulces, bebidas u otras comodidades estaban prohibidas, eran requisadas sin un ápice de consideración y echadas a la caldera ante la mirada impotente de la destinataria. Y esa era la misma persona de cabellos dorados que estaba frente a ellas en la oscura furgoneta, escudriñándolas con aquellos ojos color zafiro. La chispa de su mirada apenas había cambiado, como si Margo Victore continuase siendo la avispada universitaria que sabía un poco de todo y que se embarcaba en proyectos utópicos cada semana a bordo de su Mustang escarlata. Solo que ahora, llevaba el cabello atrapado en un moño tirante que la hacía ver mayor de lo que era y los ojos estaban velados tras un par de lentes que seguro no necesitaba, pero completaban la apariencia diplomática. En la solapa de su traje sastre brillaba una minúscula bandera mexicana. —Gracias por esto —dijo Yzayana en vista de que Emma guardaba silencio y ni Becca ni Casandra tenían intenciones de hablar—. No pensé que vendrías a recogernos en persona. —No quería quedarme al margen de un asunto como este. Además, me alegra volver a verlas. Debo decir, y espero que no se lo tomen a modo de regaño, que debieron llamarme mucho antes. Como la embajadora de México en Italia, tengo información que les hubiese resultado útil antes de lanzarse a un viaje a ciegas. —No nos lanzamos a ciegas —soltó la Marquesa con un dejo de fastidio— y sabes perfectamente por qué no te llamé antes. —¿Sigues pensando que te traicioné? —¿Y tú que no lo hiciste? Emma soltó una carcajada de incredulidad, traspasó a la embajadora con una tormentosa mirada de ojos grises y siseó: —Ahora resulta que la que te traicionó fui yo. —¿De qué hablan? —intervino la periodista. —¿Obré mal? —preguntó la embajadora dirigiendo su atención a Yza—. ¿Querías seguir viviendo engañada por Emma? —Eso no tiene importancia en este momento —soltó la aludida con impaciencia—. Vamos a dejar los desacuerdos atrás y concentrarnos en el ahora. ¿Qué información tienes para nosotras? Supongo que estás al tanto de que hemos venido a buscar a Hugo Ferrer y su hijo, Marcus Barozzi. Cualquier pista que nos puedas dar al respecto… —¿Les servirá para continuar con esta locura? —interrumpió Margo. —¿Locura? Margo se cruzó de piernas, sacó una pitillera plateada y extrajo otro cigarrillo mientras decía: —Una locura, así es. ¿Están al tanto de lo que significa la Camorra en Nápoles? Porque parece que no han comprendido la dimensión de lo que enfrentan. —Se colocó el cilindro entre los labios y lo encendió. Margó estaba mirando la pitillera. Parecía decidir si sacar otro cigarrillo y desafiar a Emma. Al final, la ceja levantada de la Marquesa le impidió hacerlo. Suspiró, guardó la cajita de metal y cruzó la pierna. —¿Y saben que la policía napolitana ha intentado desarticular los clanes por décadas sin resultados favorables? —dijo. —Lo sabemos. —¿Y entienden por qué? —Yza y Emma intercambiaron una mirada. Margo sonrió como si la idea le pareciese divertida y continuó—: Porque es como intentar acabar con una plaga de hormigas que ha infestado un extenso jardín. Hay hormigueros por todas partes y no basta con matar a las hormigas que están a la vista. Esas son las obreras, las que hacen el trabajo duro y no son indispensables. Aunque fumigues, basta con que la hormiga reina sobreviva para que rehaga el hormiguero en otra parte. Y pasa a menudo, porque vive muy profundo en la tierra. Es la más difícil de encontrar. Y por lo que sé, Hugo Ferrer es la reina más escurridiza… —¿Cómo sabes eso? —¿Y tú sabes dónde está? ¿Dónde podemos encontrarlo? —Eso no lo sé. Los informes lo ubican dentro del país sin especificar una ciudad, pero es probable que se encuentre aquí mismo, en Nápoles. Lo que sabemos, con seguridad, es que está extendiendo la influencia de su clan y que su objetivo es unificar a la Camorra. —¿Eso qué significa exactamente? —Que pretende que los clanes limen asperezas y se unifiquen para aumentar su poder. Sé que en 1992 ya lo intentó, pero, en ese entonces, los capos estaban poco interesados en ceder parte de su poder y sus territorios. —¿Y ahora les interesa? —Acabamos de salir del país —repuso Emma—. Nos ayudaste a fingirlo, ¿recuerdas? —El silencio de quienes se implicaron en esa farsa solo durará lo que dure el dinero en sus manos —intervino Casandra, sombría. —Estoy de acuerdo —dijo Margo—. Traté de ser discreta y sobornar a personas de mi confianza, pero tarde o temprano se sabrá que las que van en ese avión no son ustedes. Se están enfrentando a un monstruo de mil cabezas. Aunque corten novecientos noventa y nueve, la última las engullirá. Vuelvan a la seguridad de sus respectivos países y olviden a Hugo y sus negocios… —¿Cómo puedes decir eso? —replicó Emma, decepcionada—. Siempre apoyaste las grandes causas, sobre todo si defendían los derechos de la mujer. ¿No estudiaste Ciencias Políticas porque querías ser el cambio en el mundo? ¡Ese monstruo trafica con mujeres! ¡Con niñas seguramente! Mató a la madre de Yza. Abusó de las estudiantes de Strauss. Estamos aquí para llevarlo ante la justicia. —Si ese monstruo no temiera lo que podemos lograr, no se habría tomado la molestia de matar a un perro inocente —puntualizó Yza. —Cualquiera de nosotros ha matado a una mosca por el simple hecho de pasar zumbando sobre nuestras cabezas —infirió Margo—. Incluso si logran recabar las pruebas suficientes para llevarlo ante la justicia, ¿qué harán contra un sistema tan corrupto como el italiano? —Pediremos ayuda a países que quieran procesarlo —indicó Becca. —Son muy optimistas. —Margo miró su reloj y abrió la puerta—. Tengo que volver a la embajada. Por favor, piensen bien en todo esto. Les enviaré la información que tengo sobre el clan Ferrer. —Te lo agradezco —dijo Emma y le ofreció la mano. La embajadora la tomó dubitativa. Aquel contacto removió viejos sentimientos, pero eran rescoldos de un fuego que se había apagado hace mucho. —No iremos ahí —soltó Emma. —Deberías considerarlo. Es un lugar seguro, con gente de confianza que solo le rinden cuentas a tu padre. El mejor hotel que podrían hallar. —Ya se lo dije, pero es testaruda —apuntó Casandra. —No he hablado con mi padre en mucho tiempo —aclaró Emma. —Conmigo tampoco y mírame, aquí me tienes. Tal vez es tiempo de que hagas como Hugo y limes asperezas para que seas más fuerte.
Esto no me lo esperaba
Dios, hasta respiré 😭
Todo con moderación, evita el exceso
Wey ya 😭
Una alucinación que involucra a una persona de carne y hueso, que puede sangrar, quiero de lo que toma Emma
AY STEFY CONDENADA
AY DOBLEMENTE CONDENADA STEFY MATASTE A UN PERRO
Pero pudo haber sido peor 😞😿
Emma siendo Emma viendo por el bienestar de Yza, no le importa su vida
Izaaaaaa!!!
Concha tu madre primero la niña de Nat y luego Vespa 😭😭😭
¡ALGUIEN ME PAGA LA TERAPIA PORQUE ME LA PAGA! ¡¿Ya puedo respirar tranquila por cinco minutoooos?!
Ídem apenas respiro
¿Por qué Vespa? ¿A caso es un traidor? ¿O un mensaje? ¿Ese era su fin?
Vespa 🙏 tú lucha a terminado 🤧
Ahora, que significa la rosa abierta?
Justo el otro día me preguntaba qué sería de esta pendeja metiche sin vida y útil en última instancia.
Claro que no! Ya la sangre fue derramada y exige más sangre 😠
Me molesta que todos los personajes terminaran siendo exitosos. #celos
¿Cual es el significado de la Rosa? ¿Tiene algún color? ¿Por qué Vespa?
Que vil zorra. Lo siento, es que nunca me agradó.
A mi tampoco
Saben que están ahí, ¿como? ¿Desde cuando? ¿Alguien las delató? Muchas preguntas y mucho sufrimiento
He aquí la magnitud del poder que tiene el enemigo
Ora
Tiene su punto la maldita
Uuyy pero que falta de respetación xd
Buena jugada
Marco, te extrañe 🥺
Margo* xD
Entraron por afuera, un hacker que congelara la imagen … alguien desde adentro, un traidor
Las traiciones duelen, y más cuando le confiaste muchos cosas, casi tu vida a esa persona
No Margo, porque? Yo creía en ti 😓
Noup, esto tiene pésima pinta, aquí puede ocurrir muchas cosas iniciando por un secuestro … noup, tengo miedo
Confirmo ✌️
Iban directo a hacer algo, y al ver que no había nadie más que Vespa, decidieron dejar el mensaje … teorías locas del medio dia
OMYGA, se pone cada vez mejor esta persecución
LO SABIAAA
Ni los pulmones, ni el hígado xD
Y más con las cámaras que había en el lugar … solo era cuestión de esperar el momento adecuado para entrar, la traición hermana
Como dice: corta una cabeza y dos más crecerán
Es margo
Ayyy, habrá q aprender a controlar los celos a la antigüa (?
Woo,q feo los síntomas de la abstinencia 🥺. Y también muy peligrosos para el trabajo que están haciendo.
😩😱😰😰😰😰😩😩
No es una alucinación 🙁
Ahhhhhhhhhh 😰😱😱
Q vaya con Yza 😩
😩😩😩😩😩😱😱😱😩😩😩
Toy igual de nerviosa como Emma 🙁
Muy cruel d tu parte Steff 💔
Noooooo🥺🥺🥺🥺🥺🥺
Vespa!!! 😩😱😱😩
Pobre Yza viendo todo eso 🥺.
😰😰😰😰😰😰😰
Encima q Emma tiene poca paciencia ahora…
😩😩😩😩😩
Mmm,👀👀