Cazar el caos
Capítulo 2. La Marquesa de Lerroux
Ni siquiera Joana, que conocía a la Emma que se escondía tras la que sus invitados miraban embelesados, se convencía de que estuviera allí. Fue tal la impresión, que posó la mano en el hombro de su amiga, temiendo que aquel cuerpo esbelto se convirtiera en humo. Emma sonrió, casi la misma sonrisa hoyuelada que tenía desde niña, y colocó su mano sobre la de Joana. Joana sintió los omóplatos sobresalientes en la espalda de Emma y se dio cuenta de lo delgada y frágil que estaba. Temió que si la estrechaba con fuerza se quebraría de alguna forma. —¿Qué haces aquí? —le preguntó al separarse. Los ojos grises de Emma escrutaron los alrededores y gran parte de las miradas fijaron su atención en el suelo o voltearon, indecisas, hacia otro punto del salón. —Decidí aceptar tu invitación —respondió la Marquesa. —Porque no he podido antes y tal vez no pueda hacerlo después. —Emma volvió a sonreír, solo que en esta ocasión fue una sonrisa ladeada, un tanto retadora. Dio un paso hacia Lena, que era unos centímetros más baja que ella, y escrutó su rostro con una intensidad que pocos habrían soportado—. Pareces muy feliz de verme. —¿Se nota? —preguntó la aludida con sarcasmo. —Por supuesto… —Lamento haberte dejado esperando, querida Elena, pero aquí me tienes. Me tienen, en realidad. —Le guiñó a Joana y sus profundos ojos grises repasaron el salón. Los invitados intentaban reanudar sus conversaciones, pero no se perdían detalle de lo que Emma hacía—. ¿Qué suelen hacer esta noche? ¿Cantan villancicos? —No es una mala idea. —Rio Joana y se desembarazó de la sujeción de su esposa. Antes de que Lena pudiese abrir la boca, se llevó a Emma lejos de la multitud—. Dime la verdad —le susurró mientras salían al balcón y cerraba los postigos a sus espaldas—, ¿por qué has venido? —Tenía tiempo y quería verte. —¿Solo eso? —¿No me crees? —No es que no te crea, solo que siempre hay algo más… Emma asintió, dejó caer los hombros y dijo: —Me conoces muy bien. —Mi vida es un desastre —le confió a Joana, quien no se mostró sorprendida. Emma aparecía seguido en las noticias de la farándula y casi nunca debido a sus logros. Poco importaban los Grammys que hubiera ganado o el trabajo social que había emprendido en Ruanda. Cada persona en el mundo quería devorar las minucias personales de la famosísima Emma Lerroux y lo cierto era que su vida íntima estaba repleta de altibajos—. Tú siempre has sido mi ancla —continuó diciendo la Marquesa—. Quería verte. Recordar lo que fuimos… —M&M —pronunció Joana, era el apodo que le había dado a Emma desde el internado—, ese es el problema: no se vive en el pasado. —Incluso aunque no quiera. —Emma intentó pasarse la mano por el cabello cobrizo, pero llevaba un moño intrincado y se lo tocó como si hubiera olvidado que estaba ahí—. Siempre regresa. El pasado vuelve y me golpea como un búmeran. Y es casi ineludible cuando estoy sobria… —¿Y lo estás ahora? Joana la vio acariciarse las muñecas y entonces entendió los sombríos pensamientos que cruzaban la mente de su amiga. Tal vez por eso había ido esa noche, para recordar que cualquiera que fuese el camino, siempre podría tomar la desviación hacia Joana y su amistad, hacia ese lugar donde no tenía que pretender ser fuerte y enmascarar sus temores, donde podía derrumbarse. —Puede que ser como Barcelona tenga sus ventajas, pero en algún punto se vuelve aburrido. Sé tú, Emma, tan laberíntica y tormentosa como siempre, solo tienes que aprender a no perderte. Conócete tanto que puedas contrarrestarte a ti misma, a eso que te hace daño, a eso que ocultas en tus laberintos, olvida el camino para llegar ahí. Bórralo. Traza sendas hacia cosas mejores… Emma sonrió un poco. —¿Quieres contarme qué es exactamente lo que ha estado pasando? —añadió Joana. —Tú lo sabes mejor que nadie. —Emma se irguió, dio media vuelta y apoyó su talle contra el barandal—. Fuiste testigo de cómo empezó… —M&M… —Sé lo que me vas a decir, lo sé. Y quisiera ser como tú. De grande quiero ser como tú… Joana soltó una carcajada. —Estoy segura de que hay millones de niñas en el mundo que sueñan con ser tú, la superfamosa Emma Lerroux. —Es que no te han conocido. —El espectáculo no es lo mío. —Sin embargo, te casaste con Elena. —¿Me vas a decir qué ha sido lo de hace un momento? —inquirió Joana, recordando las palabras que Emma y su esposa habían intercambiado. —No te odia. —Pero si no te quiero. —Lo sé, querer es poco. Me adoras. Pero por el bien de Elena vamos a decir que solo me quieres… Siguieron así por un rato hasta que escucharon el rumor de villancicos y se decidieron a entrar. *** Los invitados estaban congregados alrededor del piano mientras las manos de Lena se deslizaban sobre las teclas. Una cortina de personas se apartó para que Joana y Emma accedieran al centro de la congregación y tímidas peticiones sobre que la Marquesa compartiera los villancicos que conocía se hicieron escuchar. —Dudo que tenga algo nuevo que ofrecer al respecto —pronunció Emma con su voz aterciopelada y una sonrisa tímida. —Te lo piden integrantes de la ópera de Barcelona —remarcó Lena, disimulando su molestia y sin dejar de tocar—. Algún valor debe de tener eso, supongo. Lerroux no pretendía negarse. Tomó asiento junto a la esposa de Joana, cruzó las piernas y permitió que el público se deleitara con el arco de su espalda antes de que sus largos dedos acompañaran la tonada. Sus talones fueron los primeros en llevar el ritmo de la música; luego, su voz, profunda y melancólica, se unió a las demás. Parecía que ninguno de los invitados recordaba el incidente mientras la Marquesa cantaba. Ella no proyectaba la voz o siquiera intentaba destacar, pero los demás cantaban más bajo para escucharla. Todos menos Lena, cuya voz —que también poseía algo fuera de la norma— se elevaba creando una armonía con la de Emma que mucho distaba de la rivalidad que se tenían sus dueñas. Interpretaron cuatro villancicos y entonces alguien —a Joana le sorprendió que fuese Noelia— le pidió a Emma que cantara alguna de sus canciones. Emma sonrió, pero Joana pudo ver lo que ocurría tras esa sonrisa mecánica: era la sonrisa que utilizaba en público, con los medios, ante los fans, una sonrisa aprendida a base de años de usarla. Notó que la petición de Noelia caía como peso muerto sobre los hombros de su amiga, pero no se atrevió a intervenir. Lena se había levantado del banco —un poco a regañadientes— para dejarle el espacio exclusivamente a Lerroux. Joana la vio colocar los dedos sobre las teclas y dudar, como si de repente el código que tenía en su cabeza para tocarlas se hubiese perdido. Sus largas pestañas aletearon, entreabrió los labios y mordisqueó el inferior como si de verdad estuviera haciendo un esfuerzo por recordar qué era lo que hacía el instrumento que tenía enfrente. Tocó una única nota. Y esa dio paso a las demás. Los invitados estaban encantados. Emma comenzó por una de las canciones más populares de su grupo, El disparo en la nieve y prosiguió con otro de sus grandes éxitos, Un túnel bajo el agua. Porque ahogándote te salva Por dentro te purifica Luces de colores te esperan Hojas de otoño que flotan sobre el agua Y unos ojos tan dorados como ellas Joana no reconoció la tercera canción y eso que se consideraba fan del grupo de Emma. Tenía todos los discos de The Marquise and the Rock Princesses y solía estar atenta al lanzamiento de los nuevos singles. Por cómo intercambiaban miradas los invitados, estaba claro que tampoco reconocían la canción. No tenía letra, solo era una tonada simple en el piano, pero Emma la interpretaba con una melancolía que erizaba la piel. Todos debieron de llegar a esa conclusión porque sacaron sus teléfonos y comenzaron a grabar. Joana intentó detenerlos —como los había detenido durante los villancicos—, pero Emma intervino y dio su consentimiento para que grabaran, incluso prometió compartirlo en sus redes si la etiquetaban. —¿Estás segura? —le murmuró Joana. —Lo estoy —aseguró Emma y continuó—. Dejemos que sea una especie de regalo navideño para mis fans. Joana se acercó a Lena, quien le susurró a su vez: —¿Cuánto crees que crezcan las redes de todos para mañana a esta hora? —¿Me preguntas por el porcentaje exacto? —Para algo debe de servir la mujer informática que tengo en casa. —¿Que folle bien no es suficiente? —Es que folla incluso mejor cuando me da datos exactos sobre cualquier cosa… —Entonces tendremos que ir a la habitación, porque tu mujer informática necesita su portátil para hacer algunos cálculos. Ese algo era el conjunto de encaje escarlata que Lena tenía bajo el vestido. No era el mismo que terminó en el suelo antes de la fiesta y Joana se arrodilló a sus pies con solo verlo. —Es tu regalo de Navidad adelantado —jadeó Lena cuando Joana pasó su lengua por el encaje. Menos de un minuto después, le rogó que le quitara las bragas… —Me dijo que estaba intentando mantenerse sobria —aseguró Joana. —¿Y la creíste? —dijo Lena y soltó una risotada escéptica—. ¿No salió de rehabilitación en septiembre? —Iré a hablar con ella… —No es una niña ni tú su niñera —la detuvo Lena. —Pero al menos debería cuidarla mientras está aquí. Joana hizo una mueca angustiada, pero sabía que Lena tenía razón. Alguna vez había intentado intervenir tanto en la vida de su amiga que habían terminado haciéndose daño y alejándose. No quería que volviera a pasar. Se sirvió la cena y, para entonces, Emma había vaciado su copa ocho veces y se sentía más cómoda respondiendo las preguntas que los valientes se atrevieran a formular. En secreto, Joana les pidió a los meseros que le ofrecieran bebidas donde pudiesen disimular la falta de alcohol y al principio el plan funcionó a la perfección. La Marquesa estaba haciendo uso de su arrolladora personalidad mientras contestaba lo que empezaba a sentirse como una entrevista. Al menos eso parecía distraerla de lo que estaba bebiendo, que tan solo era agua mineral con una rodaja de limón. Pero entonces Patricia levantó la voz, atrayendo la atención de todos, lo que era atípico en ella, y dijo: Lena casi se atraganta. Joana intentó disimular, pero aquel era el tema más delicado que alguien podía sacar a colación frente a Emma. Nadie en la mesa imaginaba la magnitud de las cosas que había detrás de esa pregunta, pero debieron de intuirlo, pues a Emma le tomó tan de sorpresa que no pudo disimular su aturdimiento. Pestañeó, arrugó las cejas cobrizas y tomó un sorbo de agua mineral. Hizo una mueca y, en vez de contestar a Patri, llamó al mesero y le preguntó por los vinos de la casa. El chico miró en dirección a Joana, lo cual hizo Emma también. Sus ojos grises la traspasaron. La Marquesa no era tonta, por supuesto que había detectado la falta de alcohol en su bebida. Incluso, tal vez, se había adherido al plan pidiendo cosas donde fuese sencillo disimularlo. Joana hizo un ademán con la mano, un movimiento derrotado, algo que echaba por los suelos el plan. El muchacho se marchó directo a la cava mientras los invitados, casi al filo de sus sillas, esperaban la respuesta a la pregunta que flotaba en el aire. Joana no pudo dejar de admirar el descaro de Patricia cuando insistió: —¿Pero es cierto lo de ese amor imposible? —Ningún amor es imposible —soltó Emma, intentando salirse por la tangente y, con fingida parsimonia, examinó los vinos que el joven mesero le había traído. Señaló el de la derecha y el chico se apresuró a servírselo, pero la Marquesa le indicó que dejase la botella. Emma derramó el vino. Lo había estado sirviendo en la copa y de repente lo tenía sobre el vestido. Quienes estaban a su lado se apartaron —entre ellos Noelia—, temiendo que manchara sus ropas, y Joana se le acercó. —Estoy bien —siseó Emma y de un manotazo rechazó la ayuda de su amiga—. Iré a limpiarme. Se levantó, pero tomó la botella de vino, y desapareció por el pasillo. Joana fue tras ella y tuvo que soportar que la puerta de su propio baño casi se le estrellara en las narices. Lena apareció poco después y movió la cabeza, decepcionada. —Llévala a la habitación de invitados antes de que se ponga peor —le sugirió a Joana y añadió, bajando la voz todavía más—: ¿Cómo es que Patricia sabe sobre eso? —No lo sé, seguramente leyó un rumor… Lena bufó. —¿Aún piensas en eso? —repuso Joana, incrédula—. Tampoco es que tu amiga se haya portado demasiado bien. Se ha liado con Emma en cuando ha tenido oportunidad. —¿Puedes culparla? Patricia es demasiado lenta… —Ya da igual. —Joana se apretó las sienes con los dedos—. Te he dicho que debía cuidarla. Ahora se está emborrachando ahí dentro. —¿Crees que no lo ha probado? La puerta se abrió de golpe y apareció Emma con el rostro desencajado por la furia. Le tiró una toalla manchada de vino a Lena y le dijo con la voz helada pero aguardentosa: —Eres de las mejores anfitrionas que he conocido, Elena. ¿Intentas manejar la vida de tus invitados con el mismo entusiasmo con el que escoges el postre? No tienes que preocuparte por mí, es hora de marcharme. Pero te agradezco la hospitalidad. —No tienes que irte —aseguró Joana e intentó tomarla por el codo, pero Emma se deshizo del contacto—. Vamos a que descanses un poco… —Eso pretendo, pero en la cama de mi hotel. Emma dejó escapar una carcajada que más parecía un gorgoreo y se marchó tambaleándose por el pasillo. Joana miró mal a su esposa y se apresuró a seguir a su amiga. —¿Cómo piensas llegar al hotel? —le preguntó. —En el coche que alquilé. —¿No quieres que te pida una limusina o algo así? —¿A esta hora y en Nochebuena? Estoy borracha, pero no loca. Además, si alguien viniera, me tomaría fotos o algo así y las vendería a los medios. —¿Y tu guardaespaldas? —¿Crees que la haría trabajar en las fiestas? Está con su familia en Brasil. —Entonces deja que te lleve yo… —No es necesario. Tu esposa te necesita aquí. —Lena estará bien sin mí, pero tú… —No te preocupes por mí. —Te llevaré yo, ya te lo he dicho. Quiero asegurarme de que llegas sana y salva a tu hotel. —Elena va a azotarte… Joana se echó a reír. —No, pero tendré que decirle que desapareceré un rato. Espérame aquí, ¿vale? No te muevas, por favor. Regresó con su esposa y le informó de lo que pensaba hacer. —Tú no la quieres aquí y yo no puedo dejarla ir así. Necesito asegurarme de que llega bien —le dijo decidida. —Incondicional como siempre —canturreó Lena, molesta. —Por eso te enamoraste de mí —apuntó Joana y tenía razón. Elena Ponce asintió, derrotada. —Está bien, pero regresa pronto. —Lo haré. —Bella ciao. *** Emma se mareó en el auto y tuvieron que parar dos veces para que no vomitara dentro. Mientras Joana le sostenía el cabello, intentaba no mirar ni escuchar lo que sucedía a sus pies. Se olvidó de los cursos que había tomado sobre cómo centrarse en el ahora y viajó al pasado, a cuando eran adolescentes, al tiempo antes de… la catástrofe. La llevó de vuelta al coche. Intentó ajustarle el cinturón, pero Emma le dijo que lo dejara suelto, que necesitaba aire; y cuando el vehículo comenzó la marcha, sacó la cabeza por la ventana y miró hacia arriba, hacia los edificios que las rodeaban. El aire hacía volar su cabellera cobriza y Joana sonrió, porque por unos segundos pudo encontrar en ella a la Emma de antes. Pero la sonrisa se le borró muy pronto. —Aceptarlo —pronunció Emma como si se tratara de la palabra más rara del mundo—. ¿Aceptarías que Elena se marchara sin explicación alguna? Dime, ¿lo aceptarías tan fácil? —No es lo mismo. Tú conoces la razón por la cual se alejó de ti. —Sé lo que piensa de mí, sé lo que hice, sé lo que somos. —Sacó el brazo por la ventana y siguió las ondas del viento con la mano—. Pero ella no sabe los detalles, nunca me permitió explicarle… Emma guardó silencio. Tenía los ojos perdidos en la arquitectura de Barcelona y sus largos dedos acariciaban el viento. —Parece lógico —musitó al final y la voz se le quebró un poco—, pero en realidad no sabemos con certeza las razones que la mantienen alejada. «Lo sabemos, pero tú no quieres aceptarlo», pensó Joana y está vez decidió mantener la boca cerrada. Minutos después fue el timbre de un teléfono el que cortó el silencio. Era el de Emma. Joana le sugirió que no contestara en su estado. —Estoy bien —aseguró la Marquesa con la voz enrevesada de quien no lo está—. Además, se trata de mi madre. —¿Qué ha pasado? —preguntó asustada. —Ella era la única que sabía… —Fue la respuesta de Emma. —¿Quién? ¿De quién hablas? —Ella era la única que sabía… La única… Ella era la única que sabía… —Respira y dime lo que te ha dicho tu madre… Pero Emma seguía repitiendo: —Ella era la única que sabía… Ella era la única que sabía… Ella… —¡Emma! —Murió… —¿Quién? ¿Quién murió?
Muchas cosas
Yza
Como que la quiere matar, jajaja
Tú solo piensas en la violencia, eh
Tu culpa
No estoy llorando
Pero por si acaso te mando más pañuelos marca Lerroux 😉
Los voy adorar en vez de usarlos Jsjs
El efecto Lerroux
😂🤯
Anda filosa la Emma, ¿no? Jajajaja
AAAAAAH, extrañaba las sonrisas de Emma 😭
Y yo que las extrañaran 😛
Porque quiere, porque puede y porque se le da la gana ^^
Jajaja, eso es lo que Emma piensa fuerte
Omg
Me encanta tu nombre de usuario 😉
No estoy llorando, solo se me metió algo en el ojo. 😭👍
Te estás lavando los ojos de adentro pa fuera, lo sé.
Solo un poquitillo nada más 😂😂
A quién me recuerda….
Sáquese
Por fin!!
Totalmente inevitable, incluso existiendo solo sobre el texto Emma Lerroux es magnetita y magnífica.
Este párrafo es arteeeee, lo amé. Esos ojos grises tienen tantas cosas que gritar aún
Ayyyy no =(
Tan humilde como siempre la Marquesa 😎💅
Yzayana Amaru
Celos quizás?
Uy….
Siento que amo irremediablemente a Emma, aunque sea un personaje, quiero revelar todo lo que piensa y quedarme con eso que ella encuentra preciado y también lo que no, ay
Uy marica, ya cagó todo
Lo que faltaba….
Se supone que era algo tranqui 🤭
Con la sonrisa me mata, imagina un abrazo de ella jajajaj
Jajajaja, a buscar el cargador, dijo Verónica
Virgen Santísima
Que triste krajo
Lena, Joa te ama pero Emma es especial, más en el pasado y en el presente, como dice al principio, es sólo inevitable
No estoy llorando
JAJAJA haciendo desastres
nOOOO, esa palabra está prohibida.
Justo en el corazón de pollo
JAJAJAJAJSJA se nota el cariño
No, no, no
Pera que, que chingados
Yza… jajaja
emma siempre consigue ponerme triste
X2… Ha vivido tantas cosas desde pequeña :c
Siempre fingiendo, ¿eh?
Vamos a llorar, ya sabemos a quién dirige =(
Wey yaaa
Wey yaa x2 :c y apenas es el segundo capítulo
Si no la conocen los más obvio es que si :0
Morí
Que hija de…
No podía caerme más mal.
Y así pierde la pierna wey yaaa
Ay, Elena, ni con agua te paso.
Donde esta yza
novia/prima si algo asi
harry y louis negando larry
Emma disimulada Lerroux
Extraño a la Emma feto. 😔
No es tan fácil, Joana…
No quiero aceptarlo:c