Cazar el caos
Capítulo 8 – Anhelo y furia
El primero es el féretro de mi madre descendiendo los tres metros reglamentarios a tierra; y mi yo de quince años intentando aceptar que jamás volvería a verla. [/wpdiscuz-feedback] Y esa estela, la de tu espalda y tu melena cobriza desapareciendo entre los árboles desnudos del bosque invernal, se liga a otro, al de la playa. Me levanto, siento la punzada en mi tobillo lastimado, veo a Liliam desde las alturas y formulo las palabras que más me han costado pronunciar en toda la vida: «Dígaselo, porque yo no soy capaz. Si la veo no creo que tenga la fuerza. Dígale que no quiero volver a verla. Ni ahora. Ni nunca». * * * Nueve años de relación me unían a Rebecca. ¿Era posible que los dedos de Emma alrededor de mi muñeca se sintieran aún más vinculantes que eso? Como si ningún lazo o atadura pudiese contra sus yemas aferradas a mi pulso. Debí regresar a casa en el momento que supe de qué se trataba la sorpresa. En vez de eso, observé el gran cartel que cubría la fachada del Madison Square Garden como quien mete una bala en el cilindro de un revólver y se dispone a jugar a la ruleta rusa. Puse el cañón en mi sien y me convencí de que eso lo hacía para que mi novia dejase de insistir y por fin se olvidara de THE M.A.R.P., al menos en mi presencia. Me engañé y tiré del gatillo. No sucedió nada entonces, pero ahora, después de múltiples disparos directos a mi cerebro, la bala por fin se alojó en el centro de mi cordura. Al regresar a Nueva York, a mi rutina, pensé que podría ahogar el suceso en las aguas heladas de Central Park. Me refugié en el gran proyecto que tenía entre manos. Hasta entonces el estudio o el trabajo me habían mantenido alejada de pensamientos corrosivos, pero, al menor descuido, la imagen de la Marquesa volvía a atestar cada una de mis neuronas. Su perfil, sus cabellos elevados con la brisa, esa forma de caminar tan suya, tan magnética, incluso aunque llevara el collarín y la férula… Que se erizara mi piel, que mi corazón no aguantara la pulsión de aquellos recuerdos se sentía casi como una fiebre periódica. Una fiebre que me había empujado a ponerme en su camino. Tras Emma estallaban fuegos artificiales similares a los que matizaban el cielo nublado la noche tormentosa que nos dimos el beso que cambió nuestros destinos. Hace nada su voz había resonado acompañada por veinte mil ecos que maximizaban lo hipnótico de la letra, lo que significaba para ella, para mí. Sus ojos grises se acercaban y eran una ola gigantesca que se erguía y amenazaba con arrancar a la poderosa Isabelle Forti de la faz de la Tierra y dejar en su lugar a la pequeña y temblorosa Yzayana Amaru, desnuda en las arenas blancas de aquella playa donde fuimos tan felices. Intenté escapar de los dedos que controlaban mi pulso hasta desbocarlo, pretendí huir de los ojos que estaban por engullir el último remanso de mi cordura, de mi paz, de la vida que con tanto esmero había construido: una batalla se libraba en mi interior. Un bando era manejado por la rabia y el otro por el ansia. Cuando mi mirada cayó en su boca ya no pudo levantarse más. Todo acabó. Me rendí. Sucumbí ante la amalgama invisible que nos atraía. Sus dedos aferrándome por la nuca apagaron mi sofisticado sistema de protección. Y entonces, algo tiró de mí, me separó de Emma y en un dos por tres, la Marquesa estaba en el piso mientras el público profería palabras de sorpresa. No entendí lo que pasaba hasta que volteé y me di cuenta de que Rebecca la había empujado. Tenía el rostro crispado con una expresión violenta parecida a la que se dibujaba en sus facciones cuando le cometían falta durante un partido. El equipo de seguridad la sostuvo como si en cualquier momento fuese a abalanzarse sobre la Marquesa, aunque mi novia no mostrase signos de querer hacerlo. Los hombres fornidos me rodearon a mí también y nos obligaron a bajar del puente levadizo. En la confusión, muchas fans habían salido disparadas de sus asientos y subían a por Emma, que me llamaba a gritos y trataba de llegar a mí, pero un contingente de personas se lo impedía. Mientras me alejaba, mi mente nublada comenzó a despejarse. Una frase se materializó en mi cabeza y ya no puede huir de ella: «acabas de besar a tu prima». Apenas me di cuenta de que fuimos expulsadas del Madison, las hojas de la puerta de emergencia se cerraron a nuestras espaldas con un clic que, como un hechizo de magia, nos condenó al silencio. Respiré profundo y me enfrenté a la mirada de mi novia. Los ojos azules de Rebecca, que me encantaban por su semejanza a un día cálido y despejado de verano, estaban más oscuros que nunca. Seguía teniendo el rostro crispado y las luces del estadio le otorgaban a sus cabellos dorados un halo inhumano. Una mano descansaba en la cintura y la otra vagaba por diferentes rincones de su cuerpo como si no supiera dónde reposar: si en el rostro, el cabello, el bolsillo, o el cierre de la cazadora… Abrí la boca y entonces noté que no podía articular palabra. Ni un ínfimo sonido escapó de mi garganta. Desde que los recuerdos reprimidos de mi niñez habían vuelto a mí, ciertas situaciones cortaban mis cuerdas vocales. Y tampoco es que pudiera manifestarle a Rebecca lo que acababa de acontecer. Ni yo misma podía darle una explicación a mi implacable conciencia y sabía que cuantas más horas transcurrieran, más me hundiría en las arenas movedizas de la culpabilidad. Me señalé la garganta para que lo entendiera. Bufó, se pasó la mano por la cara una vez más y se acercó a mí. Era más alta que yo y su sombra tapó las luces del estadio. Sus ojos, todavía más oscuros, me traspasaron y me sostuvo por los hombros, sus dedos se enterraron dolorosamente en mi piel. Negué y volví a señalar mi garganta. Rebecca gruñó, me soltó con brusquedad, caminó de un lado a otro de la acera y miró el Madison como si fuera un gigante con el que estuviera a punto de iniciar una pelea. —Te llevaré a tu departamento —dijo al final. Negué y saqué mi teléfono con manos temblorosas. Le enseñé la pantalla donde resaltaba la aplicación de Uber. No me quedó más opción que ir tras ella. *** Tomé asiento en el sofá. Estaba emocionalmente exhausta. Entendía que mi novia necesitase una explicación, pero aún si la hubiera tenido, mi garganta estaba cerrada, no quería cooperar. Ni siquiera podía respirar con normalidad. Que Rebecca lo mencionara me produjo un escalofrío, como si desde su perspectiva adquiriera un matiz aún más oscuro de lo que ya era. No podía enfrentarme a eso todavía, estaba comenzando a hiperventilar. Saqué mi teléfono y le envié un mensaje en el que le pedía que hablásemos al día siguiente, que esperaba haber recuperado la voz para entonces. Se pasó la mano por el mentón, movió la cabeza negativamente y me traspasó con una mirada entre angustiada y furiosa. Pocas veces la había visto perder los estribos de esa forma. Era disciplinada incluso cuando se trataba de regular sus emociones y en la mayoría de nuestras discusiones se mostraba serena y conciliadora. La diplomacia solía ser su fuerte. Respiré profundo e hice el esfuerzo de sostenerme sobre mis piernas temblorosas. Alcé mis manos y, con cuidado, intenté acariciar su rostro crispado, pero se apartó. «Conoces todo lo que importa de verdad», quise replicar. En vez de eso, intenté acariciarla de nuevo y, esta vez, dejó que la tocara. Acuné su rostro entre mis manos y sus ojos se cerraron, sus cejas se contrajeron como si algo le doliese mucho. Solo cuando apresó mis muñecas noté el cambio. Abrió los párpados y vi el ímpetu que crecía en sus pupilas. —Tal vez tengas razón —murmuró—, tal vez las caricias lo solucionen todo… Supongo que mi rechazo fue evidente, porque Rebecca se detuvo, se irguió, me miró desde las alturas aún con el rostro crispado, con el gesto violento, jadeante y con las mejillas enrojecidas. —La besaste como nunca me has besado a mí —farfulló, dolida. Y entonces entendí su necesidad. Entendí lo que buscaba probar con todo eso. La culpabilidad cayó sobre mi pecho con violencia. Tomé su mano, la atraje hacia mí. Me convencí que era lo justo, que Rebecca tenía el derecho de tomar aquello que Emma me había arrebatado, que podía horadar en mi cuerpo y extraer de alguna manera los besos de la otra. Me retorcí en silencio, la apresé dentro y me corrí en sus dedos. No me di cuenta de que estaba llorando hasta que Rebecca enjugó mis mejillas con el dorso de la mano que acababa de retirar de entre mis piernas. Su rostro mudó de expresión. —¿Te hice daño? —preguntó, alejándose y mirándose los dedos como si no le pertenecieran—. No… no quería… Yo no… Lo lamento… Lo siguiente que escuché fue la puerta cerrándose, la soledad cerniéndose sobre mí, y a la maldita de Emma Lerroux gritando desde algún lugar de mi pecho que había sido el recuerdo de nuestro beso el que me había llevado a la cima aquella noche. Que Rebecca, en vez de extraerla de mí, la había hundido más. Me enjugué el rostro. No podía aceptarlo.
No me dolió este párrafo. 😭👍
Jajsjsjsja tu nombre de usuario #teamYza
¡Ahhhh! Voy a llorar 🥺
Buenasss,hora de sufrir 😌
Llegando temprano para sufrir, oh sí
No voy a llorar, no voy a llorar
DIOOOSSS SI SE LO CORRESPONDIÓ AAAAAAAAAAA
😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭
Ay no,q triste. Que ese sea su segundo recuerdo más doloroso es fuerte 😭.
Nada que ver pero recordé Titanic
Yo no se que estoy sintiendo en este momento xd
😱😱😱😱😱😱😱😱😱😱😱😱😱
😭😭😭😭😭😭😭!!!
Espera…como?😳😳😳
Cómo q fue tarde ?? Jajajaj lpm
No estoy llorando, tú estás llorando
Buenas me presento soy elías estoy a punto de sufrir
AHHHHHHHH por Dios!
🥺,omg, q fuerte 🥺.
No pueden estar separadas😭🥺
Y otras cosas más…
Ya esta confirmado…iza aun ama a emma
Dale pero suéltala Becca, si le haces algo te doy von un bate
Isa está cayendo y está sintiendo que vuela al mismo tiempo, no se puede evitar…
Oh dios 🥺.
Y si,si te pasa todo con ella. Si no arreglaron nada🙄🙄🙄
Siempre se vuelve a donde se fue feliz xd
Y sí, tampoco es que querías
Solo vuelvo para esto > AAAAAAAAAAAAA, SIIIIII.
Tarde, querida
Sobre aviso no hay engaño Becca
Ayyy diosss,siento q no me puedo alegrar xq está Becca ahí viéndolas 🥺🥺🥺🥺. Y es injusto para ella.
Y lo del gemido espero q no se haya escuchado en el mic. Y lo haya escuchado todos en el estadio 🙊🙊🙊(?
Ayyy noooo,esa frase 😭.
Me quema ,me lástima 😭😭😭.
Me encantaaaa y soy feliz <♡
Lpm mi emoción se vino abajo.. y que importa que sea tu prima =/
😱😱😱😱😱
*Drama Is coming*
Un besito después de 9 años
Uyy,bueno ,tienen razón Becca,osea wtf,se acaba de besuquear con otra mujer ahí frente a ella.
Ayy q miedito 😰😰😰
La narración de Yza es magnífica 🤩🤩🤩
Me encanta!!
Conoces muy poco, Becca
👀👀👀
Q se lo escriba en un papelito o algo (??
Mierda 😰😰.
Pues,mala idea lo d matrimonio
Como debía ser 🤭
Emma arrasando con todo a su paso 🙊
Ay que rabia jsjsj… no es que me alegre pero, si yza dijo que no quería ir y ella insistió =/ Entonces se lo busco
🥺🥺🥺🥺
Sad. Aunque tardaste mucho en darte cuenta
Becca, ahora te quiero matar
X2
Somos 3
JAJAJAJAJ quedó 🤡
Lo dijo en voz alta ??
Se viene lo chido!
Ayyy….q incómodo todo esto 😖😖😖😖😖
Emma es un(tu) imán y el mundo lo sabe
Aún no odio a beca… Siento que no es culpa de ella que sea tan ilusa :/
Eres mala mintiéndote, mintiéndonos. I know, you know, we know
Mal todo mal ahí
No seas injusta Yza, básicamente solo buscaste culparla de todo, nesecitabas un culpable y te aferraste que ese culpable era Emma 😟
Totalmente de acuerdo contigo.
Además es injusto que culpe a Emma por ocultarle cosas cuando ella lleva 9 años haciéndole lo mismo a Rebecca. En fin, la hipotenusa.
Estoy de acuerdo con tigo
Concuerdo contigo, solo queria una justificación de peso para alejarse de Emma y se aferró al hecho de que le ocultó la verdad y ella también tiene su culpabilidad porque Emma intentó alejarse pero yza siguió insistiendo así que no se haga la vistima
Esta dolida se entiende, pero en este momento estoy odiando demasiado a Becca
Creerme cuando te digo k yo tambien