Cazar el caos
Capítulo 42 – El chico en el pozo
Ni siquiera los años habían logrado borrarla. Desde entonces tenía la manía de pasarse los dedos por la frente. Estaba claro que los Ferrer poseían una historia parecida a la de Caín: una hermana que había matado a un hermano, unos viñedos que se habían secado debido a ello. «La sangre de tu hermano clama desde el suelo. Ahora estás maldito, y la tierra, que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano, rechazará tu mano. Cuando la trabajes, no te dará fruto. Vagarás eternamente sobre la tierra», decía la Biblia. La inscripción tallada en el castillo que antes perteneciera a los Ferrer hablaba de algo parecido, pero era poco probable que Fabrizio supiera de su existencia. ¿Por qué había hablado de la marca entonces? Llevaba años preguntándoselo. Ni siquiera Olga había conocido el complicado entramado de la familia Ferrer, así que era imposible que se lo hubiese contado a su padre. ¿Fue Alesso quién investigó tan a fondo? Era improbable. Alesso había leído los periódicos y atado cabos, había conocido la historia de los Ferrer desde la superficie. ¿Era solo una coincidencia? ¿La pedantería con la que solía hablar Fabrizio lo habían llevado a dar en el clavo sin querer? Lo que a Hugo le obsesionaba era que jamás conocería la verdad. Excepto Fabrizio. Él había muerto con el cráneo partido contra su arte, con una marca imborrable en la frente y sin conseguir que aquello que llamaba «peligro» se alejase de Olga. En realidad, sí que había conseguido esto último, solo que habían pasado varios años antes de que Hugo se decidiera a abandonar a su esposa. —Señor Ferrer, estamos listos para la demostración —anunció uno de los ingenieros que preparaban el artefacto. Ferrer llevaba años invirtiendo grandes cantidades de dinero en tecnología que le devolviese la capacidad de caminar. Los exoesqueletos que había en el mercado y que él se había cansado de probar, requerían de algo que le hacía falta y que no podía comprar: juventud. Un hombre como él, que había traspasado la barrera de los setenta años, no podía sostenerse por sí solo en aquellos aparatos diseñados para cuerpos mucho más jóvenes. Necesitaba, además de una considerable fuerza en los brazos y en el abdomen, una coordinación en las manos que hacía mucho no poseía, pues tenía que balancearse sobre muletas con botones incorporados que movían las piernas mecánicas. En conclusión, si había gastado tanto dinero era para que adaptasen aquellos aparatos para un anciano como él. Entre las mejoras con respecto al modelo anterior estaban un motor más ponente, la incorporación de la tecnología de un gimbal —normalmente usado para estabilizar videocámaras— que buscaba mejorar el equilibrio de las caderas con respecto a los pies y optimizar la autonomía. Por desgracia, no habían podido quitar la dependencia de las muletas y los botones de tracción que tenían incorporadas, pero las habían hecho más estéticas. En cuanto Hugo lo decidiera, podía probar el exoesqueleto. Pero Ferrer apenas escuchaba. Su mente había retrocedido hasta los ochenta. El rostro del doctor que le anunció que se había quedado paralítico apareció como un fantasma. «Lo lamento. No volverá a caminar». Hugo tenía media vida por delante y se negó a atarse a una silla de ruedas. —Para ti es fácil verme sentado. No sabes cómo se siente. No sabes lo que significa ser esclavo de esta maldita silla —le había dicho a Olga con los dientes apretados—. He leído sobre hombres que han vuelto a caminar, ¿por qué no me apoyas? —¡Porque estás gastando más dinero que el que tenemos en tratamientos que no te servirán de nada! —había arremetido ella—. Los doctores te lo dejaron muy claro, no hay forma de que vuelvas a caminar. No hay manera. ¡Acéptalo de una buena vez! Entre más rápido lo aceptes, mejor será para ti. —No voy a aceptarlo. —En vez de estar perdiendo tiempo y dinero en sueños imposibles, deberías buscar a esa hija tuya y hacer que la refundan en la cárcel. ¡Me ha convertido en un monstruo, a ti en un impedido, a nuestra hija en una perversa y ha dejado trastornado a nuestro hijo! Hazte cargo de Ylari, ya que en su tiempo no lo hiciste. Hugo no sabía en qué se había convertido ese matrimonio, si en la forzada convivencia de dos asesinos o en la constante vigilancia del uno al otro. Así que, como hacía en casos desesperados, contactó con su hermano. Hugo se marchó a Italia con el pretexto de someterse a un nuevo tratamiento. Desde entonces, los encuentros con Olga fueron esporádicos. A ella no pareció importarle que fuera así. —Entonces, ¿quiere probarlo? —insistió el ingeniero. Hugo movió la cabeza a manera de afirmación y lo sentaron sobre el aparato. Ajustaron las cintas alrededor de sus pies, sus piernas y su abdomen. Le recordaron a qué correspondía cada botón de las muletas. Accionó el que le ayudaba a incorporarse y sintió que se alejaba del suelo. Los médicos permanecían cerca, por si tenían que evitar una caída; detrás de ellos, los ingenieros sonreían, estaban orgullosos de las mejoras. Hugo las comprobó. No solo pudo incorporarse manteniendo el equilibrio, sino que dio el primer paso sin parecer un pingüino a punto de caer de lado. Dio el segundo, el tercero y el equipo entero aplaudió. Ferrer se sentía ridículo, como un bebé al que le celebraban los primeros pasos. Después de tantos años de inversión y múltiples modelos fallidos, había encontrado el que le permitía caminar erguido, pero no se sentía feliz. ¿Eran las palabras de Olga que aún resonaban en su cabeza? Las de un pasado remoto y las de un pasado reciente. Sus palabras reunidas en un vaso al que no podía dejar de darle sorbo tras sorbo, sorbos amargos. Y entonces, al mirar hacia abajo, dispuesto a dar el cuarto paso, divisó una mota negra moviéndose por el suelo de madera. —¿Qué es eso? —preguntó con espanto. Ingenieros y doctores se movilizaron, todo el equipo de expertos se agachó para ofrecer una respuesta rápida a la pregunta. —Se trata de una hormiga —dijo alguien. —Una hormiga perdida —comentó otro con desdén. —Le pasaré el número de un controlador de plagas —apuntó un tercero con seriedad—. Una plaga de hormigas puede convertirse en un dolor de cabeza. Hugo lo sabía y por eso le sentó tan mal haberla visto. Siempre que veía una, pensaba en Ylari y sus palabras eran una plaga que le rayaba la frente tanto como las de Fabrizio o las de Olga: «Piensas que eso es la venganza, pero en realidad solo eres un niño con una lupa. Quemas hormigas y te crees un gran dios. A las hormigas no les importa morir, les basta con haber cumplido su labor y yo lo he hecho con Yzayana». nos consumen o nos alivian, son una caricia o a veces la navaja que nos atraviesa. No logramos quitárnoslas de encima, sus filamentos se atan a nuestro cuello como el lazo de una capa y nos ahorcan. Esas también eran palabras de Ylari, las que había escrito en su poemario, Ferrovía. Eran una sentencia. —Señor, ¿se encuentra bien? —le preguntó uno de los médicos—. ¿Se ha mareado? Hugo negó con fastidio. —Ganaste —murmuró. —¿Qué? —dijo el doctor. Hugo lo miró sin mirarlo en realidad. En su mente estaba la imagen de Olga cuando apenas era una universitaria. Se había acercado a ella usando artimañas. Se recordó siguiendo los pasos de la muchacha por Ponte Vecchio. Él había oído sobre los Barozzi, una familia aristocrática de pasado brillante y futuro prometedor, contrario a lo que eran los Ferrer. Planeó convertirse en parte de aquella familia que era todo lo que había deseado que fuera la suya. Vio en Olga una oportunidad, pero era demasiado tímido para hablar con ella, así que atrajo al perro con un viejo truco. El animal lo había mordido, pero ese fue el precio a pagar por acercarse a la hermosa chica de los ojos boscosos de la que al final terminó enamorándose. Hugo intuía quién era. Esa mañana, el contacto que tenía en la policía se lo había informado. —No quiero que le hagan daño —ordenó el viejo Ferrer. —¿Está seguro, señor? Podríamos darle un susto para que se largue. Tengo un par de hombres preparados… —¿No me escuchaste? Dejen que llegue hasta aquí. Minutos después tocaron a la puerta. Los ingenieros y doctores habían huido por la salida de emergencia, pero Hugo se mantenía erguido sobre el exoesqueleto, preparado para enfrentar su destino. La persona entró. Era el jefe de la policía. —Tengo rodeada la propiedad —fue lo primero que dijo. Se plantó frente a ellos con las manos apoyadas en el cinturón—. Pero no pretendo que esto se convierta en un baño de sangre. Primero me gustaría hablar con usted, señor Ferrer. —Sé a lo que vienes. No se resistió al arresto. Mientras lo subían al coche patrulla, escuchó el eco de las palabras de Olga, las que había dejado para Yzayana y Emma, pero que en realidad eran para él. .
Wooo👀
Ayy los Barozzi🤦
Cabaña?????😱😱😱😱😱
bueno, yo sabía que era él.
Ahhh,las apariencias 🙄🙄🙄
Bernardo 👀🤔👀🤔??
Aaaaah la bendita conciencia
AHHH,sabía q era un poema,y q podría ser de Ylari 🥺
Y ahora es un condenado a andar eternamente y sin poder morir
Owww, Woo👀 y eso q trataban a Olga como una loca ,ah
Owww,si fue un plan 🤦🤦🤦.
Crearon su propia filosofía de vida, que a la vez es una maldición
YZA!! 😱😱😱
Logro su cometido, ya sabemos que el dinero puede con muchas cosas, es que quien pudo haber movido el carro ¿por qué la cabaña?
Uh eso esta feo
¿Ylari si es hija de Hugo? Creo que es lo que no me queda claro, pues sería media hermana de uno de los hijos de ellos dos … y bueno …
Ylari es hija de Hugo y media hermana del papá de Yza.
O sea si pasó de mala onda la viejita pero le dio donde más le dolía a Hugo
Esto me suena y hay algo que me dice que me fije en esto pero ¿de que o de donde o para que?
Keeeeeeeee 😱😱😱😱😰😰🤔🤔🤔🤔🤔🤔🤨🤌🤌🤌🤌
Q está pasando???? 😱🤔🤨🤌@steff ,es esto? 😭 Y Yza? 🥺 ,Cómo no se enteró q Hugo estaba preso yaa?????
Pero
Uf, yo quiero leer más poemas de La Escritora
¿Por eso sabía donde estaban en cada momento? Porque escucho las grabaciones? Olga va más allá de lo que pensé
Es que nada puede ser casualidad aquí, ¡TODO ESTABA PLANEADO!
Esto es una cacería, solo se qué hay traidores entre las filas
AHORA TENGO MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS, CADA VEZ ES PEOR, ¿que pasó con Yza? Se que le aviso a Emma y a la policía, pero alguien le abrió … ¿A caso estoy soñando?
Juhm, esto me deja pensando en que… 🤔
Como siempre impresionante! Me encanta
Entonces…? 🤦🏻♀️ Fui muy inocente al creer que se habían conocido por casualidad
Nivel de frustración: +infinito. 😭😭
Tengo mis teorías pero tendré que esperar a leer si eran correctas
Harry?
Lo sabía!
No, no lo sabía. Ya leí bien xd
No entender
Puto
Entonces todo fue planeado desde el comienzo , pertenecer a los Borazi
Que Rousse qué?
Y no de la buena manera, ojo