Cazar el caos
Capítulo 34 – Tres palabras
Contestó la llamada accionando su silla giratoria y acercándose a la ventana. Su reflejo se sobrepuso al de la ciudad de Nueva York y le devolvió una mirada ceñuda. No estaba muy contenta por cómo se estaba llevando la investigación sobre la trata de blancas; unos días apenas y las cosas parecían haberse ido al carajo. El anonimato, la carta más poderosa y la razón por la que Victoria no se había inmiscuido personalmente en la investigación, se había perdido. Eran como un elefante en una vidriería, pero, para ese punto, esa analogía quedaba corta. Un dinosaurio quedaba más acorde. Respiró hondo y contestó: —¡Niña! ¡Qué bueno que te acuerdas de mí! ¿No te suena de algo que soy tu maldita jefa y que me debes algunas explicaciones? —escupió Victoria al teléfono con su más refinado acento neoyorquino. —Lamento no haber llamado antes —dijo Isabelle al otro lado de la línea. Victoria la notó opacada y seria, casi estuvo a punto de bajarle a su tono y preguntarle si se encontraba bien. —¡Ni un mensaje! Espero que tengas una buena excusa. Recuerda que estás en medio de una investigación para este periódico y no de vacaciones en Italia. Porque ya vi cómo te gastas las noches, bailando cerca de Lerroux… —Sé que he sido poco profesional y que he cometido otro tanto de errores, pero no es por eso que no te he llamado. Quería estar segura de algunas cosas antes de molestarte. —¿Qué tipo de cosas? —¿Huelo la oportunidad de una exclusiva? ¿Cuándo puedes entrevistar a Arnau…? —No te llamo para cubrir la noticia —interrumpió Isabelle, se notaba impaciente—, te llamé porque a Joana le confiscaron todo lo que tenía en su departamento y en su trabajo. La información que conseguimos en Nápoles se perdió. Apenas habíamos escuchado algunas de las grabaciones y examinado los documentos, pero nada de eso nos mostró el camino hacia Hugo. Los abogados son los únicos que pueden comunicarse con Joana, pero ella no ha dicho nada sobre la información perdida. —Es decir… —Victoria tardó unos segundos en comprender que la investigación había caído en un punto muerto y comenzó a sentir el consabido dolor de cabeza—, ¿es decir que no tenemos nada? —Estamos igual que al principio. Por el momento lo único que podemos hacer es esperar a que Joana salga bien librada de sus cargos y de alguna forma recupere la información. —¿Y qué probabilidad hay de que eso pase pronto? —Entiendo. Pero si existe esa pista tan prometedora, podríamos ir detrás de ella por nuestra cuenta. Ya que Hugo parece saberlo todo y han perdido el anonimato que te advertí que cuidaran a toda costa, puedo inmiscuirme sin cargos de conciencia. Vuelve a Nueva York, que aquí estaremos más seguras, y comenzaremos a trabajar sobre esa pista. —Lo lamento… —Es tarde para ponerse a llorar sobre la leche derramada, Niña. Debemos ponernos manos a la obra. —No lo digo por eso. Lo que lamento es lo que diré a continuación. —Isabelle hizo una pausa. Victoria casi podía escucharla respirar profundo al otro lado del océano—. Ya no seré parte de esta investigación. —Creo que no te escuché bien. —Me decepcionas —soltó Victoria. Las palabras de Isabelle distaban mucho del tono valiente que solían exhibir. Parecían impostadas, como si las estuviera leyendo de un papel—. ¿Dónde está la chica que me acompañó a ese pueblo perdido en los Andes y le hizo frente a esa pandilla de pedófilos violadores de niñas? —Ellos no eran nada comparados con Hugo Ferrer. Aquellos hombres reinaban sobre una pequeña comuna y su poder no discurría más allá de ese valle entre las montañas. El poder de los Ferrer cruza fronteras, abarca naciones, recorre las cloacas del mundo. ¿Cómo piensas limpiar todo eso? —Algo encontraremos. De eso se trata, ¿recuerdas? «No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo». —Me halaga que cites a mi poeta favorito. —Isabelle rio tristemente al otro lado de la línea—. Me da la impresión de que no quieres perderme. Victoria guardó silencio. Hacía tiempo había aplastado su sentimentalismo bajo el concreto del rascacielos en el que se había convertido. Sin embargo, las palabras de la reportera le sabían a despedida y, al comprenderlo, sintió una punzada de nostalgia. —¿Estás renunciando a todo? ¿De eso se trata? —preguntó. —No esperaba menos de tu intuición. —Mi intuición me dice que no quieres hacer esto. —Estás cometiendo un gran error… —He cometido errores, te lo dije, pero este no es uno de ellos. Gracias por todo, Victoria. Fuiste más que una mentora para mí. —Isabelle, espera… —Mi nombre es Yzayana Amaru. Cuídate, por favor. Saluda a Eduardo por mí y no seas muy dura con él. Es un buen chico… —¡No vas a renunciar sin…! —Pero el grito fue inútil, porque la conexión se había cortado. Intentó devolverle la llamada, pero el teléfono sonó como si Isabelle lo hubiese apagado. Lanzó un resoplido de impaciencia. Aquella investigación era importante, pero no lo era tanto comparado con perder a Isabelle. Había proyectado un futuro brillante para la chica y ahora era como si aquel foco de luz parpadeara, amenazando con apagarse. Pero Victoria era lo suficientemente suspicaz para entender qué era lo que Isabelle estaba haciendo en realidad. Quería protegerla. Quería proteger al periódico y a sus compañeros. Cuando llevaban trabajando unos pocos meses, Victoria le había preguntado —como solía hacer con todos—, qué era lo que había llevado a Isabelle a comprometerse con el periodismo. Entonces la chica recitó aquel poema de Walt Whitman: No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. *** Trazamos un camino, creemos que seguiremos esa dirección por mucho tiempo, pero un día, de la nada, decidimos dar un paso a un lado, salir del sendero, cambiar la trayectoria. A veces es un paso analizado, lógico, el paso de alguien que ha visto una gran piedra delante y es precavido al desviarse antes de chocar contra ella. Ese alguien piensa «ya volveré a esta ruta, es un desvío de nada, la forma de incorporarme a la carretera más adelante». Los pasos que estaba dando, los que me desviaban de mi ruta fijada, no me llevarían de vuelta al camino. Al contrario, parecían divergir para siempre de aquella vida que tanto esfuerzo me había costado forjar. Había que borrar la enorme fórmula matemática del pizarrón. Cada símbolo que había conformado lo que un día llamé realidad se estaba desvaneciendo. Rebecca, mi trabajo, mis contados amigos, las metas por las que había luchado por tantos años; un todo organizado por momentos que en un abrir y cerrar de ojos se quedó tras una vitrina, trofeos inservibles. Era muy consciente de por qué me había desprendido de ellos, pero eso no significaba que no doliera. Habían sido mi hogar, mi lugar seguro, y yo me desterraba por voluntad propia. Me limpié el rostro cuando Emma entró e intenté poner la mejor cara. Había estado pensando en la conversación sostenida con Victoria antes de subir al primero de muchos aviones, la última vez que pude usar un teléfono. Parecía un recuerdo inocente, una despedida, una renuncia, algo que debía hacer antes de cortar mi comunicación con el mundo. No entendía por qué me asaltaban las lágrimas tantos días después. —Son tonterías —dije y bajé la mirada, no quería incordiarla con mis problemas existenciales—. Es decir, esto —señalé mis ojos llorosos— es una tontería. Lo de ser sinceras no lo es. —Suspiré—. Creo que me hice un lío. —Algo que hace llorar a la poderosa Yzayana Amaru no creo que sea una tontería —comentó y me tomó por la barbilla para que levantase la mirada—. Cuéntame qué pasa. —Estaba pensando en Victoria… —Algo que haría llorar a cualquiera. Sonreí un poco. —Idiota —murmuré. —¿Me vas a decir que tu jefa es un terrón de azúcar? —Apoyó las caderas en el escritorio más cercano y se cruzó de brazos—. Su reputación cruza océanos. Había escuchado que trabajar con ella era un infierno y lo comprobé cuando la convencí de que nos dejara investigar por nuestra cuenta. ¡Qué mujer tan terca y controladora! —¿Que es aún peor? La miré mal, pero luego me reí. —Trabajar con ella no es sencillo, ya lo dijiste, pero es parecido a hacer un doctorado. Esa mujer está curtida por decenas de investigaciones y aprendí cosas importantes a su lado. Hace unas semanas, lo único que quería era convertirme en la siguiente Victoria Dashner. —Un sueño extraño. —Arrugó el entrecejo y tomó mi mano—. ¿Quién quiere ser Victoria Dashner cuando puede ser Yzayana Amaru? Caí ante su sonrisa. A su lado no podía estar triste por mucho tiempo, no si veía aquellos hoyuelos haciendo aparición en sus mejillas. Daban ganas de verlos por siempre. —Aún puedes lograrlo —dijo, adoptando un semblante más serio—. Cuando dejemos esto atrás… —¿Se quedará atrás algún día? —pregunté. Era mi principal preocupación. No era lodo donde habíamos caído, sino arenas movedizas. Arrugó el entrecejo. —Eso espero —murmuró—. Por eso vinimos hasta aquí, ¿no? —Tengo miedo —confesé—. Nos alejamos de quienes nos importan para que el peligro también se alejase de ellos, pero aun si encontramos a esos malditos y los llevamos ante la justicia, ¿estaremos a salvo? ¿Lo estarán Teresa, Natalia, Rebecca y los demás? Su respuesta fue tomarme entre sus brazos. *** —¿Quieres escuchar la nueva canción? —me preguntó. Casi habíamos terminado de cenar y yo me encontraba más pendiente de la pequeña mancha de salsa que ella tenía en la comisura de la boca que de sus palabras. Se la señalé y sonrió, tomó la servilleta y con un movimiento elegante se limpió los labios. —Pensé que aún te faltaba mucho para tenerla lista —comenté, intentando ocultar mi emoción. No quería parecer una de sus fans desesperadas. —Ayer tuve un golpe de inspiración. —¿Mientras llovía? —Si crees que esa fue mi inspiración, no me conoces bien. —Me lanzó una mirada significativa y temblé bajo el escrutinio ardiente de sus ojos grises—. Pero seré buena contigo, Amaru, y te daré otra oportunidad para que adivines. —No sabía que estábamos en un juego de adivinanzas, Lerroux. —Tomé una de las fresas con crema que nos habían servido de postre y la saboreé sin levantar la mirada—. ¿Además de la canción, hay otro premio implícito si adivino? —¿Premio? —Dudó, con la mirada fija en mis labios—. ¿No es suficiente escuchar de primera mano el próximo éxito de The Marquise and the Rock Princesses? Soltó una carcajada y apoyó el mentón en el dorso de la mano. —Qué puedo decir, al mundo le encanta el drama. Pero tal vez, por alguna razón extraordinaria, nuestros temas comiencen a ser más alegres. Pasaron un par de segundos antes de que soltara con voz contenida: —Deja de hacer eso. —Sabes que me encanta pincharte el ego. —Y tú sabes que no es a eso a lo que me refiero. —¿A qué entonces? Señaló las fresas con el mentón. —¿Disfrutar el postre? —pregunté con inocencia. Alargó la mano y deslizó el pulgar por mi labio inferior. Se levantó y me ofreció su mano. Me emocioné y todo en mi interior se contrajo por la expectativa; pensé que iríamos directo a la habitación, pero en vez de eso salimos de la casa y comprendí que me llevaba al estudio. Me desinflé como un globo, luego volví a emocionarme porque iba a escuchar su nueva canción. —Quiero pedirte algo —dijo después de sentarse con la guitarra y tocar un par de acordes. Tras ella, el ventanal panorámico revelaba una noche preciosa. La luna se reflejaba en el agua y era como si las luces fluorescentes del estudio la imitaran haciendo brillar el cabello cobrizo de Emma y sus tatuajes. Respiré profundo intentando no centrarme en lo sexy que se veía. —No voy a prender un encendedor y gritar tu nombre como si estuviéramos en un concierto —bromeé. Levanté una ceja y se rio de mi expresión. Resoplé. —Ya dime qué quieres que haga —dije. Señaló el piano. —¿Recuerdas el único regalo de Navidad que me has hecho en la vida? —preguntó. —¿Esta es una especie de queja sobre los que nunca llegaron? —¿Por qué? —Es una sorpresa. —Pero ha pasado mucho tiempo. No estoy segura de recordarla… —Inténtalo, por favor. Es importante. Rebusqué en mi cabeza la tonada. Tres veces comencé y las tres no supe cómo proseguir. Emma dejó la guitarra y se sentó a mi lado. —Comienza de nuevo —murmuró. Lo hice y en cuanto me trabé, sus dedos salvaron lo que restaba de la canción. Se la sabía mejor que yo. Me ayudó otro par de veces antes de volver a sentarse con la guitarra y dejarme hacerlo sola. Fue entonces cuando ocurrió algo maravilloso a pesar de mi torpeza. Comenzó a cantar y rasguear las cuerdas, acompañándome, creando de aquella tonada algo que la elevaba por encima de nuestras cabezas y que, probablemente, la haría famosa por todo el mundo. No encontré palabras, ni de crítica o admiración, cuando el sonido del piano y el de la guitarra se despeñaron hacia el silencio. Intercambiamos miradas mientras los instrumentos aguardaban expectantes. Mi corazón latía acelerado. Me levanté, tomé su rostro entre las manos e hice lo que llevaba días anhelando. Mis labios, los suyos, nuestros jadeos, la infinita necesidad de estar más cerca, las respuestas a preguntas que no habían sido formuladas, pero que flotaban entre nosotras como madera de una embarcación que se ha hundido en altamar. Pero no había sal en nuestro beso, era dulce, sabía a fresas con crema. «Llévame a la cama, hazme tuya, vamos a cobrarle al mundo todas las facturas vencidas», pensé. Pero Emma me detuvo, me separó de su cuerpo, en su rostro había una mueca de sufrimiento, y con la voz entrecortada me pidió algo. Tiempo. *** Pregunta tras pregunta invadían mi cabeza, pequeñas luciérnagas que se me metían por los oídos y me enceguecían. Sin embargo, y a pesar del tiempo solicitado, Emma seguía comportándose dulce y cariñosa. Sus muestras de afecto eran sutiles y contenidas, pero no mermaban. A lo largo del día, ambas nos ocupábamos de nuestras cosas: ella componía y yo escribía. Lo hacíamos solas o en compañía de la otra, mirándonos a intervalos o encontrándonos en los diferentes salones de la casa e intercambiando sonrisas. Discutíamos detalles de la investigación, pequeños datos que no queríamos que se nos olvidasen, lo hacíamos con la seriedad que requería el asunto; pero otras veces, Emma hacía teorías tan absurdas que me hacía estallar en carcajadas y parecía que Hugo, Marcus, todo lo que nos había sucedido perdía importancia, que los transformábamos en payasos de un circo que nosotras habíamos dejado atrás sin contemplaciones. Otras veces, me obligaba a perseguirla por la casa cuando me robaba las hojas en las que estaba escribiendo. —Si estás redactando una novela, tengo que asegurarme de que sea una comedia, porque ya es suficiente de historias tristes —decía, poniendo las hojas fuera de mi alcance. —No es una novela —le aclaraba—, son notas sueltas. —Notas sueltas para una novela romántica, espero. ¿Tiempo para componer? ¿Era eso? Porque se había puesto manos a la obra con ímpetu y tal vez no quería distracciones. A veces desaparecía el día entero encerrada en el estudio; otras, me dejaba observarla tocar la guitarra, murmurando mientras escribía notas en los pentagramas de su cuaderno. La hermosa Emma Lerroux, absorta en su música, era todo un espectáculo. Verla en ese estado de absoluta concentración, de inspiración febril, más allá de apaciguar mis deseos, los avivaba. No sabía que podía sentirme aún más atraída hacia ella y la vida me daba una cachetada con guante blanco, convertía mis horas en una perfecta tortura. La tortura de ver cómo se le perdían los dedos largos entre las cuerdas y no dentro de mí. Anhelaba quitarle la guitarra y la libreta, quería decirle que, en vez de mordisquear el lápiz, mordisqueara mi boca y otros rincones de mi piel. Que esas noches en las que nos quedábamos hablando hasta tarde y luego bajábamos a la cocina, intentando no alarmar a nadie, para picar cualquier cosa que hubiera quedado de la cena, lo único que quería era que me comiese a mí. Vulgar y directo al punto, pero no había otra forma de expresarlo. Pero la verdad que no era cómo creíamos. Era una mentira transformada en verdad. Un salmón escurridizo remontando las aguas del río que lo vio nacer solo para descubrir que no es salmón en absoluto, que es trucha. No lo comprendí hasta que llegó aquella carta. La recogí yo misma del apartado de correos. Dos veces por semana, alguna de las dos visitaba el pueblo costero por salud mental —ya habíamos vivido encerradas en casa de Margo y no había salido nada bien—. Además del paseo, aprovechábamos para revisar si teníamos cartas pendientes. La de Liliam llegó un martes. La metí en mi bolso y compré un helado. Paseé por la costa mirando a los surfistas que aprovechaban las grandes olas de una tormenta que aún no llegaba hasta ellos, pero que se erguía amenazante en el horizonte. Me senté en una banca, consciente de que me estaba demorando más de lo aconsejable en volver, pero disfrutando del tiempo conmigo misma. Los guardaespaldas seguro que estaban muriendo de calor a pesar de las bermudas, pero ellos también necesitaban salir del encierro. Me mareé. Tanta fue la impresión. Como haber permanecido en total oscuridad y salir a la luz. Apreté los párpados y esperé a que el malestar se esfumase. Al abrirlos, el mar me pareció más inmenso que nunca y la distancia entre Emma y yo, casi infinita. Saqué la hoja que restaba. Era una carta de Liliam. La leí rápidamente, pero fue la última línea la que me golpeó, la que releí hasta perder la cuenta. La que en el futuro acudiría a mí con la fuerza de un huracán categoría cinco. .
Casi me olvido de quien era la doñita
No se porqué, pero como que veo futuras lágrimas 😀
Bueno, será llorar.
Joana 🥺
#FreeJoana
Cobrense todo lo que quieran mamis.
🥺😭
Mmmm👀👀👀👀👀 ,q raro suena esto.
Noo Yza 😱😱.
🥺🥺🥺
Yza 🥺
No me duele…
🥺🥺🥺🥺
Nooooo, ahora que pasoooo!!!
Uhhh,esa isla. Q recuerdos 👀🙊🥺.
Y bueno,ya era hora que hicieran algo si la mafia las estaba persiguiendo
Ayyy🥺🥺🥺
Awwww q lindas 😭😭😭😭❤️❤️🥺
JAJAJAAJJAJAJ 🙊🙊🙊
Uhhh Yza😏😏😏😏😏
Justos pagan por pecadores
😏😏😏
Yo digo que Yza quiere que el tal hugo intercepte esa llamada, y crea que ya no lo va ha seguir… pero al fin si va ha seguir.
Y porque Rousse la mataría si no lo hace 😌(?
JAJAJAJAJAJ ,q bueno q ya pueden bromear sobre esto🙊
Ayyy🥺🥺🥺🥺🥺🥺🥺
😭😭😭😭 shoro,muy doloroso eso 🥺
Me muero 🥺🥺🥺🥺😭😭
Pero como lo vas a terminar ahí, la maldad de stefy ya no tiene límites
Nuestra Iza :’)
No es lo q todos nos estamos preguntando??? 👀🤔
*Voz del conductor de noticias de los Simpson*
Por tu bien, espero que Teresa esté bien.
Algo me estoy perdiendo
Pero😡😤
Jajaja Yza anda urgida 🙊🙊🙊🙊
Todas andamos urgidas, para q esto pase
Que?? Nuestra propia historia de «la laguna azul»! Que ya no se vayan de esa isla por favor
Ayyyy noooo!!!!
Steff!!!! Q hiciste??!!! 😡😤😭
Siento que esas palabras dolerán en un futuro
No se por qué, pero siento qué hay palabras que suenan a despedida
🤭🤭🤭🤭
Por un demonio lo que me faltaba.
Ya déjalas ser felices Stef. DÉJANOS SER FELICES.🤧
Al fin estamos en sintonía, la comunicación es importante, además de que Yza no se puede rendir tan fácilmente, siempre hay un haz bajo la manga
Q??? Cuáles????😭😭😭
Emma es adoptada.
Yo soy adoptada.
Olga está viva.
Tessa está enferma.
No son primas.
LPM tantas posibilidades y no sé en cual pensar.
Ay dios!
Hahaha será cabrona
Ni yo
Mi estabilidad emocional: «Chingo a mi madre entonces».
Tengo la teria de aque Liliam les dice que no son primas y se descubre gracias a los examenes geneticos que se mandaron hacer todos por el estado de Tea
Creo que Liliam es la hija de Stella por eso comparten los ojos con verde y por eso tanto el parentezco con Emma que Yza recalca, Olga no tenia esos ojos y pues los de Hugo con dorados como los de Yza. Debido a esto Olga les dijo que tenian que saber todo para poder ir con Stella sino seria una perdida total
pienso lo mismo desde que se encontraron con Stella, pero entonces viene cierta escritora y nos da tres cachetadas con otra realidad y bueno yo prefiero nunca comentar pues quedó 🤡
Pensaba lo mismo pero mira que dice que la distancia entre Emma y Yza se vuelve infinita, es decir q es casi imposible que estén juntas, Stefy no esperaba menos de ti, eres la maldad encarnada 💔
Estoy en shock por todo lo que dijeron, recordé y tienen razón. En fin, como dijo Emma, pero el tiempo será para nosotros y así poder descubrir este embrollo, aaah.
…
🤧
Umm que raro
Que paciencia la tuya Iza