Cazar el caos
Capítulo 11 – Loba solitaria
Otro sábado se cernía sobre el mundo de occidente y rebusqué al fondo de mis pupilas la pieza que me faltaba para volver a ser Isabelle Forti. Aquel beso me había desbaratado, diluido el pegamento entre las piezas que me conformaban y, aunque pensé que las había recogido todas, faltaba aquella. Estaba segura de que chocaría con ella en algún momento de la noche, que tendría la fortuna de tropezar, recogerla y encajarla en el espacio al que pertenecía. Entonces respiraría, por fin respiraría y podría sentirme yo nuevamente, o al menos la versión de mí que con tanto esfuerzo había construido los últimos trece años. Sin embargo… —¿Todo está bien? —preguntó Rebecca desde el salón y me arrepentí una vez más de haber alquilado un apartamento tan pequeño. —Sí, sí, es el collar que se me ha resbalado. —Déjame ayudarte. No fair You really know how to make me cry When you give me those ocean eyes Respiré con dolor a través del vacío de mi pieza faltante y noté la cautela con la que se acercaba. Llevaba días aproximándose como si yo fuese un felino enjaulado y ella quien me pasase la carne cruda por los barrotes, librándose por poco del zarpazo. Me puse de cara al espejo y sentí sus dedos rozando mi nuca antes de ajustar el collar. Me estremecí y cerré los ojos, resistiendo el impulso de empujarla. Aún no habíamos hablado de lo que sucedió en el concierto ni tampoco de lo que pasó después. No porque Rebecca no insistiera, sino porque yo le había pedido un tiempo para procesar las cosas. Un tiempo indefinido. Éramos conscientes de la encrucijada a la que se enfrentaba nuestra relación y sabíamos que el siguiente paso —la gran discusión que teníamos pendiente—, sería definitiva en muchos sentidos. Y aunque Rebecca había sido paciente y me había dado mi espacio, yo aún no tenía idea de por dónde comenzaría a explicarle mi pasado. «Cuando tenía quince años mi madre se suicidó…». No, eso era comenzar por el comienzo de un final. La garganta se me cerró de solo pensar que diría aquello en voz alta y ni siquiera era el comienzo de la historia. «Cuando mi madre tenía quince años, su mejor amiga se colgó y eso desencadenó tantas cosas, tantas…». ¿Aquel era el comienzo de todo? ¿Lo era? ¿O comenzaba cuando mi abuela abandonó a mi madre en aquel convento? ¿Dónde debía colocar la primera pieza del dominó que desataría el torrente de desgracias? Cuando descubriera la respuesta y tuviera la fuerza de expresarla, Rebecca sabría la verdad. Era inevitable. Si queríamos reparar lo que se rompió aquella noche, necesitaba ser sincera. El miedo de enfrentar las sombras que abandoné a mis espaldas estaba provocando que hiciera con ella algo parecido a lo que hicieron conmigo. No quería lastimarla. La amaba. A pesar de sus errores y los míos, la amaba. Me giré hacia ella y le agradecí la ayuda con una sonrisa. Aquel collar era un regalo suyo. Su boca intentó corresponderme, pero no pudo. Sus ojos seguían tristes, cautelosos, como un mar que se prepara para el huracán; y la canción volvió a resonar en mi cabeza: I’m scared I’ve never fallen from quite this high Falling into your ocean eyes *** Mientras Becca era el centro de atención, yo pasaba desapercibida. Era la amiga acompañante. Me miraban con recelo, es verdad, pero no solían ser demasiado inquisitivos al respecto. Eso me agradaba, me permitía estirar las piernas y respirar. Sin embargo, en aquella ocasión era imposible colocarme la capa de invisibilidad. Estábamos en un círculo de periodistas, literatos e «intelectuales» y dentro de nada sería presentada como la aprendiz de la gran Victoria Dashner. Si una loba solitaria como ella me había escogido para acompañarla en sus investigaciones, tal vez los demás me atribuirían un talento especial. Pensaran lo que pensaran, no me sentía especial en absoluto. Lo que me había costado convertirme en la mano derecha de Victoria nadie lo sabría nunca. El cliché del hueso duro de roer podía aplicarse a ella mil veces. La apodaban La Loba Solitaria del periodismo de investigación. Supongo que por eso nos entendíamos tan bien, porque yo conocía el significado de su soledad. Comprendía cuando mi jefa necesitaba espacio y cuando no, sin que ella tuviera que lanzar una sílaba al respecto. Tampoco me tomaba personal lo de su mal humor, aunque respecto a ello sí que había tenido que emplear toda mi paciencia. Aquella noche le pertenecía a Victoria Dashner. Celebrábamos sus treinta años de trayectoria. Para una mujer que había investigado los asuntos más truculentos de ciertos gobiernos, que había estado en medio de tantas guerras, que había interrogado a los líderes más poderosos del mundo y también a los más peligrosos, que cumpliese treinta años de carrera periodística era un gran logro. Pero no había salido indemne. Cicatrices la marcaban, tanto dentro como por fuera. Las de adentro no las mostraba nunca, pero las de afuera, esas las exhibía como esculturas en un museo. La encontré en medio de todo, copa en mano, portando un vestido negro y espléndido que dejaba al descubierto su pierna derecha hasta el muslo, donde tenía una cicatriz larguísima producto de la tortura en algún país centroamericano. Aun rodeada de un círculo de los hombres más importantes del medio, su voz se imponía y sus opiniones los dejaban pensativos. Admiraba a esa mujer más de lo que admiraba a cualquiera sobre la faz de la tierra. Era todo lo que había soñado ser un día. Y no me imaginaba un mejor lugar para trabajar que a su lado, incluso si se la pasaba llamándome «Niña». Por esa razón cuidaba con tanto celo mi trabajo y mis secretos. Mantenerlos ocultos a los ojos de la periodista estrella había sido un trabajo arduo y no imaginaba su reacción si algún día se enteraba de lo que ocultaba mi falsa identidad. Victoria me hizo una señal para que me acercara. —Les presento a Isabelle Forti —dijo ante el grupo de hombres—. Estoy segura de que nos enterrará a todos bajo una montaña de Pulitzer. Algunos emitieron silbidos asombrados y otros, carcajadas incrédulas. Las palabras de mi jefa me parecieron desmesuradas. Probablemente había bebido más de la cuenta, pero nadie podría culparla por estar eufórica. Los hombres me examinaron de pies a cabeza como si intentaran encontrarme mil peros. Me sentía incómoda, pero no dejé que se trasluciera. Otro de los consejos de Victoria. —¿No eres tú la chica del concierto? —dijo uno con sorna. —Me confundes con alguien más —solté. Victoria miró a otra parte ante mi mentira descarada. A ella no había podido engañarla. —¿La Loba ha encontrado a su sucesora? —preguntó otro. —No me jubiles tan pronto, Bill, que a esta loba le sobran patas para las estepas que le faltan por recorrer. —Los hombres rieron—. Aunque eso no quiere decir que no haya encontrado en Isabelle a una excelente compañera de profesión. Tiene una intuición poderosa y una forma inigualable de adaptarse a su entorno. —Hablas como si te la llevaras de cacería. —Espero que no cueste demasiado o tu plan de jubilación se irá por el caño… Victoria me llevó a su despacho poco después. La fiesta tenía lugar en su mansión de Long Island. —Tengo algo enorme entre manos y no es el ego de esos idiotas —dijo cuando la puerta corrediza se cerró a mis espaldas—. Algo internacional. Le brillaban los ojos y se sirvió un gin tonic. Me ofreció agua mineral a sabiendas de que yo no bebía alcohol, pero la rechacé. Estaba más interesada en lo que me acababa de decir. —¿De qué se trata? —Tal vez la red de trata de blancas más extensa del mundo. Se me secó la garganta. —¿Y cómo has dado con ella? —carraspeé. Me miró como si yo conociera la respuesta. —Digamos que ha sido una casualidad. Le lancé una mirada de incredulidad. —¿Has dado con una red como esa por pura casualidad? —Necesito más detalles. No entiendo nada. —Igual me pasa a mí con el asunto Lerroux. Casi me atraganto con mi propia saliva. —¿A qué viene que lo saques a colación ahora? Ya te lo expliqué el otro día… —Esta vez tu olfato está errado. —Mi olfato nunca está errado, Niña, pero ya hablaremos de eso. Lo importante es lo que te diré a continuación. Quiero que investigues la red de trata por tu cuenta. —¿Qué? —musité anonadada—. ¿Hablas en serio? —Lo recuerdo. —Y aun así te expusiste ante veinte mil personas. —Sabes que no fue culpa mía. —Por suerte las imágenes que tienen de ti son borrosas. Me pregunto por qué las cámaras 4k del concierto no han filtrado tu cara. Lo único que circula son los videos de aficionados. —Supongo que los que manejan a THE M.A.R.P. han intervenido a favor de Lerroux. Todavía están luchando por evitar que la cancelen del todo… —Es lo más probable, cosa que te beneficia si quieres emprender esta investigación. ¿Te interesa? Llevaba años soñando con aquel momento y por eso, cuando ocurrió, me pareció más ilusorio que real. No sabía qué hacer con tanta emoción, así que intenté tragármela. —Por supuesto que me interesa —articulé. —Lo estoy. —¿Y entiendes que si logras llegar al corazón de la cloaca, será el primer hito de tu carrera en solitario? —Lo entiendo. —No quiero que aceptes por aceptar, Niña. —He esperado por eso desde la universidad. Puede parecer que no lo he meditado, pero llevo años meditándolo. —Si es así, el trabajo es tuyo, pero hay una condición. —¿Cuál? —¿Es periodista? Victoria se carcajeó y negó. —Le extendí una invitación a la fiesta, pero creo que todavía no ha llegado. En cuanto lo haga, haré las presentaciones pertinentes, aunque supongo que quedarán de más. —¿Por qué lo dices? Victoria sonrió con una complicidad que pocas veces mostraba y se sirvió un último gin tonic. *** El tema de la noche era la investigación en la que Victoria y yo habíamos estado trabajando desde 2017. La Loba Solitaria estuvo a punto de dejarme fuera del caso cuando notó lo que me costaba digerirlo, pero lo tomé como un desafío y me mantuve firme a su lado, aferrada a ser su ayudante a pesar de lo duro que me resultaba investigar el asunto. Se trataba del abuso de quince mujeres y dos niñas en un pueblo indígena perdido de los Andes, perpetrada por un grupo de militares que en diciembre de 2016 pasaban por el pueblo y las encontraron prácticamente solas. Los refinados periodistas de Manhattan que perseguían historias más «elegantes» escuchaban asombrados los pormenores. —¿Eso que veo en el horizonte es un Pulitzer? —comentaban. —Me tiene sin cuidado. Basta con que esas mujeres reciban la justicia que merecen… Tragué. Me despegué de su imagen como quien intenta vencer, por unos segundos, la gravedad de la Tierra impulsándose en un gran salto. Me excusé con mi interlocutor, que no había dejado de hablar, y me alejé entre las personas, disculpándome por mis pasos inseguros. Choqué con Rebecca. Nos habíamos separado desde que Victoria requirió de mi presencia y desde entonces había sido como un satélite que se mantenía a una distancia adecuada, intentando no interrumpir conversaciones de las cuales bien podría haber disfrutado. —Victoria te está llamando —dijo, muy seria, y señaló con su copa de agua mineral detrás de mí. Atisbé a mi jefa con cautela y me di cuenta de que estaba con Lerroux y que me hacía señas para que me acercara. —Si te pregunta, fui al sanitario —solté a trompicones y me deslicé entre la gente hasta interponer una puerta entre mí y el atribulado mundo exterior. Busqué el espejo y me miré en él, furiosa con el reflejo, con mi memoria indómita que escogía los peores escenarios para descargar sobre mí sensaciones en el pasado tan intensas y en el presente tan dolorosas. Hiperventilé y miré a todos los rincones intentando encontrar una escapatoria. Había una ventana y como estábamos en el primer piso, bien podría haberla usado. Pero cuando la abrí y me encontré frente a los arbustos, no solo recordé que mi cartera y mi abrigo estaban del otro lado de la casa y que sin ellos no llegaría muy lejos en la fría noche de Long Island, sino que debía dar un discurso en honor a Victoria y podía eludir todo menos eso. Suspiré, cerré la ventana, me senté sobre la tapa del retrete. *** «Puedes con esto. Eres fuerte. Puedes con esto. Has enfrentado cosas peores», repetía. El mantra era lo único que crepitaba en mi cuerpo, porque por fuera estaba paralizada, con la mano en el pomo dorado de la puerta, sin siquiera poder alzar la voz y excusarme con la persona que del otro lado me pedía encarecidamente que me apurase. Casi sonreí ante este último pensamiento, respiré profundo, giré el picaporte y salí. Evadí a la mujer que tenía cara de que su vejiga estaba a punto de explotar y regresé a la fiesta justo a tiempo, pues los discursos habían comenzado y mi turno de hablar no tardaría. Lo primero que hice, como una medida cautelar, fue buscar a Emma con la mirada. Si sabía dónde estaba, podía mantener la distancia. Y lo supe. A cinco metros o tal vez menos, mirándome también, observándome lenta y minuciosamente desde las rodillas hasta los labios, y luego, como si se tratara de un largo paso a dar, clavando sus ojos grises en los míos. Me abofeteé internamente y fui directo a donde me requerían. Agradecí la oportunidad de hablar y miré a los presentes rebuscando en mi memoria el discurso que había preparado. Encontré un par de ojos grises traspasándome. Abrí los labios, segura de que las palabras brotarían de ellos con naturalidad, pero no ocurrió. Entré en pánico. Estaban notando que algo iba mal. Tenía notas en la cartera e intenté localizar a Rebecca, pensando que entendería que las necesitaba, pero no la encontré entre el corro de personas. Con lo que sí tropecé fue con la sonrisita burlona de Lerroux, que me observaba como si midiera los estragos que acababa de causarme. Apreté los puños y respiré profundo, intentando una vez más que el discurso brotara de mi memoria. No ocurrió. Ni una sola letra. Escogí improvisar y dije: No sé qué dije. Puede que haya resultado un cliché sentimental, pero la gente lo esperaba en una noche como esa y me aplaudieron al finalizar. Sobre todo, Emma, cuyas palmadas resonaron por sobre las demás y sus labios volvieron a mostrar esa sonrisa ladeada que me hacía desear… borrársela. Lo iba a hacer. —… y en vista de que es un día tan importante —dije—, Emma Lerroux, la vocalista de THE M.A.R.P., cantará en honor a Victoria… Los presentes aplaudieron más fuerte. Emma ya no sonreía. No se esperaba ese golpe bajo. Ahora fui yo quien extendió una gran sonrisa y le hice señas para que se acercara. Caminó hacia mí, pero antes de que pudiera acercarse demasiado, me perdí entre la gente. Su voz me estremeció cuando comenzó a cantar. No me giré. «Eres fuerte. Lo eres». Fui por mi cartera y mi abrigo a la habitación junto al vestíbulo. Me lo abotoné con manos temblorosas, revisé mi teléfono y pedí un Uber. Cuando salí me encontré a Rebecca. —¿Dónde estabas? —le pregunté. —¿A dónde vas? —me preguntó a su vez. —A mi apartamento. No me siento bien. —Me toqué la frente dándole a entender que tenía fiebre—. ¿Viste el desastre de discurso que di? Tendré suerte si Victoria no me despide después de eso… Se me heló la sangre. —¿Decirte qué? —musité. —Que te marchas. Vine a esta fiesta contigo, ¿recuerdas? —Estaba por mandarte un mensaje. —No estabas por ninguna parte. —¿Me buscaste? No lo había hecho, así que mantuve los labios apretados. —Te llevo. —No. Quiero estar sola. Pedí un Uber… —¿Te vas tan pronto? Su voz me golpeó. Aterrada volteé hacia el pasillo. Emma se acercaba y entre ella y Rebecca no parecía haber escapatoria. —¿Huyes de mí? —añadió. —¿Huyes de ella? —preguntó mi novia a su vez. —¿Tanto te cuesta responderme, princesa? Me eché a reír. —Tu jefa puede explicártelo —indicó Emma. —¿Por qué? ¿A ti se te olvidó la razón? —Tanto como a ti se te ha olvidado tu nombre. —¿De qué habla? —dijo Rebecca. —Lo sé. Pero por lo visto tu novia tampoco tiene el derecho de saberlo. ¿Por qué le has ocultado tu propio nombre? —Eso no te concierne. —Te dije que hablaremos de eso cuando esté lista. —¿Y cuándo será eso? Hasta entonces me mantienes en vilo. Ni siquiera puedo dormir. No puedo jugar basquetbol. Estás siendo muy egoísta. Si no me lo dices, que me lo diga Lerroux… Paseé la mirada entre ambas y noté la forma en que se comportaban, esos aires de complicidad que transmitían sus movimientos, como un par de hienas que hubiesen arrinconado a una presa. Entonces lo entendí. Emma guardó silencio, Rebecca miró a otra parte. Volví a reír, pero esta vez dolida, demasiado dolida. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Retrocedí hasta que mi espalda chocó con una mesa y a punto estuve de derribar un jarrón. Tomé una gran bocanada de aire frío cuando estuve fuera y me arrebujé en mi abrigo. El Uber me esperaba y me subí por inercia. No me di cuenta de que había puesto mal la dirección hasta que se detuvo en Manhattan. Me bajé desorientada y vi al auto marcharse. Caminé unas cuadras sin decidir qué hacer a continuación y entonces, en una parada de autobuses, la maldita Marquesa de Lerroux me esperaba. —Estoy cansada de huir, Emma. Estoy tan cansada de huir de ti…
Quien pudiera recibir un beso de la Marquesa. Dios tiene a sus favoritas:(
Y sin duda Yza es su favorita
Favoritas y consentidas
Si no lo leo no duele.
Pobrecita ;(
Omg,que fuerte😳 . Si está así solo x el beso….👀
Y la imagino re diosa con el vestido😎 💅💅💅
Becca también se debe ver hermosa 😳😳😳,con su traje😎💅.
Las mujeres con traje 🛐🛐🛐🛐
🛐🛐🛐
Te amo Yzayana Amaru<3
Ayyyy🥺🥺🥺🥺🥺💔
Yza odiando a Emma, me lleva al principio de la novela
Becca no estara rara ,además ,porque sabe q le harán el encerron a Yza??🤔
si, yza lo es. y emma es una cazadora profesional
PERIODISTA????
AAAAAAA. NO ESTOY GRITANDO COMO LOCA.
Me cae bien 🤔🤔
por qué siento que emma está implicada
Hay mucho señora, no se imagina cuánto;)
Y aquí es donde se derrite mi corazón
Debo decir que es inhumano dejarnos así
Confirmo, maldita sea
#Rezemos ahora por Emma y becca
Apa 👀
Yza también sabrá cazar ?🤔🤔
Claro una corazonada
NO PINCHES MAMES EMMA QUE PINTA ACA??????
becca e yza cayeron en la trampa de la marquesa emma cazadora lerroux
Mmm 🤔👀
Me parece sospechoso
No es tonta 😬
Obviamente sospecha algo 👀
Ohh eso explica mucho.🤔
Y lo del concierto no ayuda a Yza con su anonimato
AHHHHHHHH se viene, tengo miedo >~<
Ayyy,tengo un mal presentimiento 😰😰. Mucho riesgo.
Noooooo! No me digas q!!??? 😳😳😱😱😱😱😱
Ahhhh,no puede ser!! No puede ser tan hpd! 😭😭
DIOS MIO QUE ESTA PASANDO???? AAAAAAAAAAAAAAAAAA
Ohh ,le habrá hecho acordar cuando la discriminaban por eso también.🥺
SE PRENDIO DEMASIADO DIOS SANTO
Es ella la que va ayudar(?
Dio el pitazo xd
Golpe muy bajo
Ahhhh 🤩🤩🤩🤩🤔
Me imagino y 😍🥵🔥
AHORA SI SE VIENE LO CHIDO, DIOS NO PUEDO ESPERAR POR MAS CAPITULOS NECESITO RESPUESTAS
No es mala idea :3 Pero E no va a dejarlo así como así.
Ayyy ya estoy nerviosa 😬😬.
Pobre Yza
Creo q es peor q eso Yza 🥺😰
Ahh yza está a los pies de Emma.
JAJAJAJ ayy no, tampoco tan así.
Q feo q este así de nerviosa 😭😭
Jsjsj que hdpt :3
Me muero si Emma me mira así 😭😭😭.
*Gay panic extremo*
Vamos Yza,tu puedes !!
Primero que nada, este capítulo es una tremenda Joya 👌👌👌👌
Y segundo, creo que poco a poco las cosas van encajando y no únicamente en el presente, si no también en el pasado.
Que ansias por leer el siguiente capítulo 🙊🙊
PD: Emma Te amo! 😍
PD2: #RezaPorYza
Jaja mierda,ciertos q las letras van todas dedicadas a Yza .
Perooo,fue un buen movimiento lo q hizo Yza 👏👏
Uhhh no,q se enteró de las miles de cosas q le oculta 🤦??
Ayy me asustaste boba! (?
Lo sabiaaaaa